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LLUVIA Gracia del Cielo

Hugo Argañarás, “Tempestad”, óleo sobre lienzo “En esos tiempos, una nube empezaba a subir desde el sur, a la una de la tarde, pero nadie le hacía caso” En el campo, en ocasiones llovía justo cuando debía hacerlo, después del mediodía y antes de las 5 de la tarde. Si la tormenta venía linda, mi abuelo se servía vino en una jarra y la dejaba un rato en el patio para que la bautizara el aguacero. Unos cinco minutos después, se sentaba en un sillón, tranquilo, relajado, acompañado del simple agradecimiento de quienes están seguros de que Dios les hizo un regalo. Para usted, criado en la ciudad, quizás la lluvia no significa mucho o es una molestia porque lo halla lejos de la casa, sin paraguas, sin galochas, sin impermeable, haciendo trámites impostergables y sabe que se mojará, casi por obligación. Como le digo, en el pago era muy distinto el asunto. Si la lluvia lo agarraba lejos de la casa, no había el alero de un negocio ni una galería para refugiarse. Para peor, algunas tormentas ven