Imagen a modo de ilustración “Al ver tan cerca el final, olvidas todo, el compás de los movimientos, su forma casi perfecta, sus curvas” Cuando es a una hora determinada y casi todos los días, cuesta empezar, por más que te guste muchísimo. Algunos se regodean con los aprestos, gustan de los preparativos más que del resto y aman todo lo que lo rodea más que el acto, por llamarlo de alguna manera, en sí mismo. Es una de las pocas actividades de una fácil complejidad, de esos que se aprenden fácilmente en la juventud, en la niñez. Después de la pereza inicial, como todo lo que se hace con frecuencia, es cuestión de llevar los movimientos bien acompasados y concentrarse mentalmente en su número: “¡Uno!, ¡dos!, ¡uno!, ¡dos!”. Báh, es lo que te da resultado para no decaer, digámoslo así. Otros han contado que piensan en partidos de fútbol o se les da por cavilar sobre asuntos desagradables ¡justo en ese momento! A vos no te funciona así, pero entiendes los puntos de vista diversos, finalmen
Cuaderno de notas de Santiago del Estero