Cartel de propaganda Por qué nunca hago un bollo con los panfletos que entregan por la calle: los traigo a casa y los aprovecho debidamente Siempre que camino por la calle Tucumán me entregan papelitos de propaganda de toda clase. Contra lo que hace la mayoría, no los hago un bollo para jugar a la puntería con el primer tacho de basura que hallo: los doblo y los guardo en el bolsillo, bien prolijito. Al muchacho o la chica que me los dieron, le prometo que lo leeré muy atentamente cuando llegue a casa. No porque los vaya a leer, sino para hacerlos sentir bien. Capaz que cuando viene el negrero que los tiene contratados, le avisan: “Pasó un viejo y me dijo que lo va a leer”. Me sentiría muy bien si ese levísimo gesto sirve para que lo contraten para otra panfleteada y lo tienen como buen empleado y al final lo toman en una tienda, en una casa de esas casas de préstamo de dinero a usura, escondidas detrás de tiendas que venden electrodomésticos. Todos las conocemos. Después, si quien hiz
Cuaderno de notas de Santiago del Estero