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Mostrando las entradas etiquetadas como Cacho

CONVERSACIONES Simón y Cacho Gómez

Imagen de ilustración Recuerdo de una vieja anécdota de Simón de Ponferrada que, si vive, debería andar por los 70 y pico u 80 años “Los argentinos somos un pueblo particular, pero no busquemos nuestra identidad en las grandes batallas de la historia: tenemos en común asuntos triviales, cosas que pasan todos los días”, dijo una vez Simón de Ponferrada y se quedó callado, fumando, solitario, ensimismado. El resto era parecido, gente que no precisaba muchas palabras para comunicarse, apenas las necesarias, como “el mío sin soda”, “lo que macha es la mezcla”, “no es para pintar”, cosas así. Cuando uno hablaba, los demás quedaban pensando un buen rato. No era un grupo de amigos dicharacheros, tampoco eran gente feliz y contenta al uso moderno, sino viejos amargados, de rostro arrugado y malas ideas. Quienes los conocieron los llamaban “Los Pensarcas”, mitad intelijudos (no les daba el piné para inteligentes), mitad garcas. Viejas crónicas periodísticas en las páginas de Policiales narran c

DIÁLOGOS PLATÓNICOS Aguinaldo y patota

Centro Cultural del Bicentenario Otra historia de Cacho Gómez, ahora de la vez que habló mal de los derechos sociales Cada vez que va Cacho Gómez, el Barquito es una fiesta vea. Los muchachos se acomodan y se hacen los de conversar de cosas interesantes, para provocarlo más que nada. Pero siempre terminan hablando del tema que trae preparado. Llega silencioso, acerca una silla, le hacen lugar, pide una lágrima en jarrita y se queda quietito, esperando, sabe que va a tener su turno. Octavio, que no lo conoce mucho, entabla conversación con él: —¿Y?, ¿cómo va, amigo? —Ahí andamos, lindo-lindo, ¿usted? —Muy bien, acabo de cobrar el medio aguinaldo de diciembre. —Una tontería el aguinaldo— larga Cacho. Y todos saben que el toletole esta armado. Albertito hace un gesto y termina la presunta conversación que había empezado con los otros. El mozo se acerca disimuladamente y es como si, de repente, la ciudad, el resto del mundo quedaran en silencio. —¿Cómo dice?— pregunta Octavio, sin saber

DIÁLOGO PLATÓNICO Elogio de la esclavitud

Belgrano en su caballo entero Algunas veces la conversación en las confiterías de Santiago se pone picante, aunque usted no lo crea “La esclavitud fue un gran paso en la historia de la humanidad”, larga en la mesa del Barquito, Cacho Gómez. “¡Eh!, no digas eso”, le responde Albertito, pero el resto ni lo mira. Los muchachos saben que Cacho siempre lanza   algún bolazo, esperando que alguien pique y trenzarse en una discusión de las buenas. —Está bien que te guste provocar, pero no puedes decir eso, es casi un pecado— suelta Albertito, creyendo que todo va a quedar ahí nomás. El otro está serio, observa al resto, como si preguntara: ”¿No es evidente lo que digo?”. Pero siguen sin mirarlo, saben la que se viene y prefieren quedarse callados, además, justo en ese momento está pasando una morocha por la vereda. Mirá si van a preferir una discusión, antes que disfrutar del paisaje. Cacho sigue: —Suponte que hay una guerra contra el Uruguay. —Ahá— dice el otro. —Y ganamos… —… ¿eso qué tiene