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Mostrando las entradas etiquetadas como Cuento

NARRACIÓN Memoria de tormentas

Lluvia en el pago, fotografía de Alejandra Aragón Allá en el pago el viejo Holacho contaba punto por punto cómo había sido cada lluvia y las recordaba todas cual memoria del estado del tiempo El día que murió Holacho Rodríguez, se perdió la memoria de las tormentas, no hubo quién las narrara con un vocabulario que parecía más hecho para contar gestas antiguas que para detenerse en el relato de goteras, vientos, refucilos y nubes davueltando los cielos, a veces con ínfulas de penúltimo Armagedón del pago con el viento chocando las paredes de las casas de los vecinos y pasando por entre las ramas de los inmensos eucaliptos plantados alrededor de lo que fuera la abandonada casona principal del pueblo. Hombre de verba florida, de viejo, en las reuniones familiares los muchachos le preguntaban cómo había sido la primera lluvia del año 63, entonces empezaba a contar desde que un leve vientito se había levantado del sur: “La brisa comenzó a mover los calores, llevándolos quizás a otros planos

CUENTO Silencio

Ama de casa Qué pasa cuando la mujer le pide al marido que proponga un reto, algo a cumplir de a dos y luego acepta lo que el hombre le planteó Un buen día, a la hora de la merienda, le dice que un matrimonio conocido se había hecho una promesa interesante: “Como un voto de los que hacen los curas”, le explica. Levanta la vista del libro que intenta leer y en vez decirle “ahá”, como siempre, le pregunta de qué se trata. Cuenta que ese matrimonio ha decidido nunca más en la vida llamarse por sus nombres de pila, sino que se iban a tratar de “mi amor”. A todo él le te tenía que responder: “Sí mi amor, no mi amor, pasame la toalla mi amor, me voy con mis amigos mi amor”. Y ella viceversa. A él le parece una propuesta interesante, pero tiene un inconveniente: —Si quisiéramos hacer lo mismo, mi amor, el problema es que ya nos tratamos así— le dice.  Quiere seguir en su libro, pero ella ya tiene toda su atención, como todos los días, y no lo va a soltar hasta dentro de unas horas cuando alg

CUENTO Pica Cáceres

Dibujo de Juan, mi chango En qué momento un cuento viejo, quizás el primero de la vida, se convirtió en una realidad tangible gracias a mi amigo Chito Cáceres Un buen día mi amigo Chito Cáceres me dice que tiene un secreto y quiere contármelo. Alguna vez me había dicho que era sobrino nieto de Pica Cáceres, el personaje santiagueño de leyenda, al que se le atribuyen aquí todos los cuentos que en el resto de la Argentina son de Jaimito o de algún otro. Recuerdo que hace mucho, en un asado en su casa del barrio Smata, su padre, un hombre sencillo y conocedor de la ciudad, me contó que era cierto, eran parientes, pero no recordaba casi nada del hombre. Viene a cuento la historia porque una tarde le dije a Chito que casi todos los cuentos que circulan en la Argentina o en Santiago, atribuidos a su pariente o al porteño Jaimito, es posible que fueran inventados en Méjico, país cuya gente tiene fama de expansiva, divertida, amable y cordial. “Puede ser —respondió— pero algunos deben haber id

EVANGÉLICOS El Pastor, Amelia, el templo

El Vasco, en la actualidad Los hijos pelean, la mujer grita para que uno les ponga atención, porque para eso es el padre, el perro ladra porque tocan la puerta y nadie atiende, de la cocina viene olor a quemado: sin esas incomodidades es imposible escribir un cuento El templo quedaba en Villa Rosita, frente a las vías del tren, en La Banda. Era una humilde construcción de ladrillos, pero esa noche sería en el patio la reunión, asamblea o comoquiera que llamen a esas tenidas. Allá fuimos con el Pastor, la señora y sus pequeñas hijas. Le había aclarado que yo era católico, no me convertiría por nada del mundo, pero insistió tanto, que al final fui medio obligado. Total, viendo de lejitos nomás, no es pecado, pensé. Unas mujeres que estaban esperando en la entrada del templo y saludaron efusivamente a la señora del Pastor y unos tres o cuatro muchachos también aguaitaban en la puerta, apenas entraron se dedicaron a ubicar las sillas. Le había dicho que iba como amigo nomás, para verlo en

CUENTO Baldosa floja

Policías de otro país Narración sin moraleja Un señor va caminando por la calle. De repente pisa una baldosa floja. Exclama: —¡La puta que lo parió, qué país de mierda! Con tanta mala suerte que lo oye un agente de policía de los de antes, que andaba cerca. Le pregunta: —¿Cómo ha dicho señor? —Que este es un país de mierda, en cualquier parte uno se llena los zapatos de agua sucia o se mancha la media. —¡Vamos, preso, dese vuelta así le pongo las esposas! —¿Por qué?, ¿qué he hecho? —Usted acaba de tener una expresión injuriosa en contra de la nacionalidad argentina. ¡Vamos!, ¡marche preso! Al rato llegan a la comisaría. El agente lo presenta ante el comisario: —Traigo preso a este ciudadano. Andaba en la calle Tal y, porque ha pisado una baldosa floja, ha injuriado con palabras soeces la nacionalidad argentina. El comisario interroga al preso. —Así que usted es uno de esos picaritos que andan insultando a los argentinos por cosas tan insignificantes como una baldosa floja. El otro se q

CUENTO El hombre pulcro

Rubia “Los últimos tiempos había ido cambiando el enfoque, al darse cuenta de que la pesca era cada vez más cómoda” Era un hombre pulcro, en el mismo sentido del diccionario, es decir cuidadoso, delicado, escrupuloso y, si hubiera vivido hasta hoy le habría encantado la palaba —pulcro, justamente— que hallé para describirlo. Su vida, según contó alguna vez, era un orden inmaculado, en su casa, en su trabajo, en la calle, cada cosa debía tener su lugar y cada lugar era para cada cosa, salvo por una sola excepción que mostraba su desamor por las mujeres cuando lo desilusionaban o por todas en general, como se verá al final. Un día, cuando la soltería lo apuraba, decidió que ya no buscaría un amor para toda la vida, se conformaría con los quereres líquidos que florecen en los modernos templos de las bebidas espirituosas y el olor a orina invadiendo el ambiente, las cervecerías. A pesar de estar algo entrado en años para esos trotes, llevaba muy bien su cincuentena, rigurosa gimnasia media

CUARENTENA Tres botines

Maniática Crónicas del aislamiento II Se ha vuelto una maniática de la limpieza, pero no es lo que me asusta, sino otra cosa. Estaba chiflada antes de esto, ahora anda hecha una furia . Todo el día con el trapo en la mano, dale y dale. ¡Pará!, ¡pará un poco, loca!, le digo. Me mira con cara rara y sigue. Me persigue. Voy al living a ver tele y a los cinco minutos está haciendo ruido , pidiéndome que levante los pies para pasar el trapo, me recuesto en la cama con el diario y quiere tenderla, voy al patio a tomar mate quiere regarlo. Para peor no me puedo acercar a la Número Dos . ¿Con qué excusa voy a llegar?, además ¿para qué, si está todo el día con el marido?, ¿qué le voy a decir?, ¿qué le digo a la policía si me para en la calle? Al principio nos escribíamos a cada rato, hacíamos planes. Hasta que nos dimos cuenta de que todo contacto iba a ser imposibl e, al menos por un tiempo. Dejamos de mensajearnos de a poco. Como que se olvidó. Hay días que no me manda ni una línea. La teng