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Mostrando las entradas etiquetadas como Parentela

RELATO La desmemoria del paisano

Tapera Narración tomada de los recuerdos de Facebook, adecentada, peinada, afeitada, con la cara lavada y vuelta a presentar a los lectores La casa guardaba el retrato del bisabuelo, que arribó en un carro con una mula sillonera azuleja, tal como recordaban los más viejos si contaban la historia de aquel pago, perdido en medio de una pampa de pastos del norte de Santiago. Pero luego llegó el bosque y empezó a esconder unas de otras las casas de la parentela, al tiempo fue el exilio, los jóvenes se mandaron a mudar despoblando la esperanza del territorio cuyo nombre ya no recuerda ningún mapa. Al final lo que había sido un espacio feliz, se convirtió en camposanto de taperas tristes, corrales caídos, cercos que eran más portillo que otra cosa y lechuzas davueltando por los pocos alambrados que quedaban. Quizás por eso, cuando regresé al cabo de varios años a visitar al único pariente que había quedado, no sé si por conveniencia o sinceramente, el viejo dijo que no se acordaba de mí, de

LEYENDA El grito de la charata

Chillando mientras vuela Por qué canta de esa manera el ave santiagueña de  las mañanas del bosque Hay pájaros en Santiago que cantan hermoso, como las reinamoras, otros aturden, como las catitas y sus unánimes gritos alegrando las mañanas allá lejos, en el pago, en fin. Algunos tienen un grito que parece un pedido de auxilio, como la charata, amiga de todos los campesinos, pues cuando le falta carne sale a cazarla por los caminos. Eso sí, su carne es un balín de dura, y por eso se la debe hervir varias horas para hacer pastelitos. Tiene su leyenda, igual que el conejo, el león, el hualu, la corzuela la perdiz y todas las demás aves del bosque santiagueño. Alguna vez las contaremos. Dicen que no era mala la charata, sólo un poco altanera. No le gustaba pedir las cosas por favor. Como si hubiera sido criada en casa de gente rica, entraba sin pedir permiso, se iba sin despedirse, nunca pedía por favor, jamás daba las gracias. Nunca se le oía un buen día, buenas tardes, buenas noches y pa