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Mostrando las entradas etiquetadas como Espanto

ESPECTRO La Mujer de Blanco

Foto de ilustración Testimonio en primera persona del pensamiento de un espectro que lo único que desea es morirse definitivamente y ver qué hay del otro lado Dicen que soy la Mujer de Blanco, la Novia, la Mujer Fantasma, el Espanto de Blanco. Dicen, dicen, dicen, pero opinan porque tienen boca, nada más. No saben lo aburrido que es yacer en un monumento del cementerio, sin haber muerto jamás, todos los días, condenada al más fatal de los aburrimientos, el de la muerte de alguien joven y linda como era yo, sin saber por qué o, mejor dicho, sabiéndolo, pero con una muerte tan de un de repente que fue injusta, cruel, feroz, inicua. Desde que me velaron entre los gritos de dolor de mis parientes más cercanos, mis conocidos, un novio que me amaba, vengo repasando aquel fatídico instante en que tomé la plancha, descalza, recién bañada y la enchufé. ¡Pum!, al instante se cortó la luz, pero yo ya estaba en suelo y mi cuerpo no respondía. Muerta definitivamente, o casi, porque los condenados a

ESPANTOS El Petiso Fantasma asustaba en el Bajo

Una de las últimas veces en el pago La nota que nunca publiqué cuando volví del pago por última vez En unas vacaciones del diario anduve por el pago, Sol de Mayo, departamento Jiménez, como laburaba de periodista en un diario y andaba cargando el carné, aproveché para hacer algunas notas referidas a un fantasma Petiso que había aparecido hacía unos días y tenía a todo el mundo hablando solamente de eso. Que el Petiso de aquí, que el Petiso de allá, que el Petiso esto, que el Petiso aquello, no había otro tema de conversación.  Un decir, llegaba a una casa y me preguntaban: “Usté qué opina”, “qué opino de qué”, “del Petiso del Bajo”. Me quedaba callado y sólo decía: “Qué barbaridad, ¿no?”, porque no tenía qué agregar. Hasta que, a los dos o tres días, pelé el carné y salí a enfrentar a los que decían haber visto el espanto en vivo y en directo. Miguel Llodrá narró que varios días le duró una ´tiritación´ en todo el cuerpo—así lo anoté—y que le volvía ese tembladeral de las carnes cuan