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Mostrando las entradas etiquetadas como Gorra

CUENTO Los sábados de Juancho

Sombra de la bicicleta Este cuento se publicó por primera vez en el libro “Platita” Juancho va en bicicleta. Chaveta floja. Asiento viejo. Gorra ladeada. Estampa santiagueña. Aindiados cabellos, duros y negros. Juancho. Juancho. Color sol. Caliente sol. Y silba que te silba por el angosto callejón de la Avellaneda. Embotellamiento y sábado. Fiaca sabatina. Peinado al medio. Flechas nuevas. Sueldo nuevo. Sabor a fiesta. Juancho Vieyra, municipal y ordenanza. Soltero y tristón. Más que eso, tristero y solterón. Curtido. Curtido por el sol, los madrugones de lunes, el mate como plato fuerte a veces, las mujeres y el barrio. El 8 de Abril, por supuesto. Ese ciclista es todo sol, siesta, río, gorrión, Santiago... nada. Es uno más del montón de peloduros con la piel cansada de sudar. Santiagueños. Santiagueño. Uno más. Uno igual. Uno solo. Los sábados de Juancho están llenos de luz. Desde el vino con los changos los viernes a la noche en doña Isa. Hasta el despertador mudo del sábado a la ma

CACERÍA Un cartucho para tanta corzuela

Corzuela en el bosque Apuntas al codillo, detrás de las manos del bicho, donde hace un nido el corazón, sabes que un disparo ahí y caerá redondamente Tienes un solo cartucho cargado en la escopeta. Uno solo. La corzuela te observa con ojos tranquilos, pero también espantados y asustadizos. Llevas una gorra colorada para que te mire, es un bicho curioso, si te ve con ella, te dará un segundo o quizás menos hasta que oprimas la cola del disparador. Pones la carabina contra tu cara y le apuntas, está camuflada entre las ramas, si prestas mucha atención la verás, si no, será parte del paisaje. Es santiagueña, sutil, bella, grácil. Algo le has dicho que le llamó la atención, hablaban de cualquier cosa y, como siempre, en vez de opinar lo que todos dicen, has largado una de tus peregrinas ideas, casi como una gorra colorada o de muchos colores. En esa fiesta, ella es la más bella de la noche y en este momento te mira curiosa. Sabes que tienes unos instantes más para captar su atención, antes

VIDA Llegar a viejo

Por qué deberías empezar a tratar bien a los ancianos A veces, cuando me miro al espejo digo: “Bueno, Juan, esto había sabido ser viejo”. No porque me haya acostumbrado dejo de notar las arrugas, la cabeza blanca como alpargata de pintor, la mirada algo caída, la busarda prominente, los pasos cada vez más lentos. Es solamente el paso del tiempo, saber lo que he vivido o me resta por vivir, diría José Hernández. Lo que me tocó y lo que hice con eso. Uso anteojos para leer desde pasados los 40 años, de vez en cuando me duelen algunos huesos que antes ni sabía que existían. No sé y no me interesa entrar en algunos asuntos del presente rabioso, como el manejo de los teléfonos móviles, Netflix, los pantalones ajustados al cuerpo o usar esos ridículos zapatones de goma, los sapos, ni para andar en casa. Me banco perfectamente que una mujer joven me diga en la carnicería: “Esa no es la fila, abuelo, venga que le indico”. De chico me gustaba andar de gorra o de sombrero, de joven me decían que