Ir al contenido principal

Entradas

Mostrando las entradas etiquetadas como Mandato

IDEAS Un mundo de mediocridad

Rosario (imagen de archivo) La vulgaridad de pensamientos que no han pasado por el tamiz de la inteligencia, dicho en pocas palabras —Joven, cuál es su sentir —pregunta el viejo. —¿Mi sentir? —Eso le estoy preguntando, en qué va a gastar su vida —vuelve a indagar. El muchacho ensaya una respuesta cualquiera, la primera obviedad que se le viene a la cabeza: —La verdad, no sé todavía. Es Santiago, ha pasado mucho tiempo desde ese entonces, cuando tenía catorce años y se le hacía que el tiempo del mundo andaba por delante de él. El hombre aquel andaría por sus 40. Al muchacho se le ocurría una edad a la que llegaría luego de dos o tres vidas. Ese sentir era un mandato, no una pregunta, porque a algunos les daba vergüenza ajena preguntar a un chango con las piernas peludas ya, qué iba a ser cuando fuera grande, como si fuera un niño. Se trataba de tener una idea con alguna fuerza para imponer cualquier pensamiento, no importaba cuál: enseñar una religión en la que sus fieles se salvarían a

OPINIÓN Insulto por insulto es resta

Mejor concertar que pelearse Por qué los políticos debieran dejar de agraviarse y convertir la política en un trabajo de acuerdos Hay normas de convivencia básicas para sacar adelante una relación, ya sea de compañeros de trabajo, amigos, conocidos, comerciantes y clientes, novios, esposos, profesores y alumnos. Y políticos por supuesto. Una regla mínima es no responder a una agresión personal con otra. Como cuando alguien dice: “El doctor Equis—Equis es un atorrante, todos recordamos que en el gobierno de los Fulanex cometió varias tropelías, así que debería dejar de criticarnos”. ¿Sabe qué? Si en ese momento Equis—Equis no responde nada, quizás la rueda de los agravios mutuos se detiene para siempre. Hay como una compulsión que lleva a los políticos a descalificarse mutuamente de manera constante. Por obligación, casi. Como que, si se va a dedicar a la política, primero tome clases de insultos de toda ralea, porque si no, su carrera va a ser muy corta. Alguien debiera avisarles que n

RAZONES Por qué soy folklorista

El autor en su elemento Por Juan Carlos Carabajal Esencialmente por mi condición de santiagueño que lleva en la sangre el mandato de mis mayores y de la gente que habita en esta tierra bendita. Por la emoción que me produce cuando escucho a Juanita Simón y a sus hermanos, a don Sixto hablando el dulce idioma quichua y a su violín desgranando melodías centenarias y Carlos y Graciela Carabajal cantando la vidala “Te hei vuelto a ver”. Soy folklorista porque desde mi tierna infancia escuché en una radio a batería a don Eduardo Falú tocar “La cuartelera” y a don Atahualpa cantar “El arriero” y a los músicos del pueblito El Pértigo interpretar algún chamamecito retozón para que bailara la paisanada. De vez en cuando aparecía don Leandro Mansilla con su guitarra y me asombraba cantando la chacarera del Mishky Mayu. Un día vino un paisano de la capital, pidió una guitarra y cantó el tema que estaba de moda: la zamba “Qué lindo se ha puesto el pago” de don Manuel Jugo. Escena inolvidable que c