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Mostrando las entradas etiquetadas como María Adela Agudo

VERSOS De Sor Juana a la cumbiamba

Sor Juana Inés de la Cruz Repaso muy somero por las principales poetisas americanas, razones para admirarlas y comprobación de la decadencia cultural Juana Inés de Asbaje Ramírez de Santillana, describió a los hombres, en magistrales versos que han llegado intactos hasta hoy. Usted los debe recordar, son esos que empiezan: “Hombres necios que acusáis // a la mujer sin razón // sin ver que sois la ocasión // de lo mismo que culpáis: // si con ansia sin igual // solicitáis su desdén // ¿por qué queréis que obren bien // si las incitáis al mal?” . Era sor Juana Inés de la Cruz, por supuesto. En “El amor que calla”, con pluma sutil, la chilena Lucila Godoy Alcayaga empieza diciendo: “Si yo te odiara, mi odio te daría // en las palabras, rotundo y seguro; // ¡pero te amo y mi amor no se confía // a este hablar de los hombres tan oscuro!” . El seudónimo de doña Lucila era Gabriela Mistral, ahora quizás sí la ubica. Y qué decir de la fineza de Alfonsina Storni, cuando en “Dolor”, uno de sus

EFEMÉRIDES SANTIAGUEÑAS Del 7 de mayo

Taralli en el centro de la reunión En 1970 aparece el primer número de los Cuadernos de Cultura que editaba la Municipalidad de la Capital de Santiago del Estero El 7 de mayo de 1970 salió el primer número de los Cuadernos de Cultura. Editados por la Municipalidad de la Capital de Santiago del Estero, aparecieron periódicamente hasta que volvió la democracia, en 1983, cuando se cortaron para siempre. Ese primer número traía escritos de Ricardo Dino Taralli, Beatriz Barbieri de Tomatis, Felipe Rojas, Alfonso Nassif, Carlos Virgilio Zurita, Domingo Bravo y María Adela Agudo. Atravesaron varias administraciones municipales, por lo que puede decirse que fueron una prueba de que es posible llevar adelante una política de Estado en Santiago del Estero. Su mentor y quien se encargó de reunir el material a publicarse, conseguir el papel y todo lo relativo a la impresión fue Ricardo Dino Taralli, sin cuyo trabajo no habrían visto la luz pública. Aparecían cuando se podía, es decir, a veces sali

PERSONALIDAD Nicandro Pereyra

Nicandro Pereyra Santiagueño que sintió entrañablemente la tierra argentina, su voz, sus paisajes Por Roberto Arévalo Nació en Santiago del Estero, el 21 de octubre de 1914. Pasó gran parte de su vida en Tucumán. En 1936 se recibió de contador público en aquella provincia. En 1969 en la Universidad Nacional de La Plata aprobó todas las materias del doctorado en Ciencias Económicas. Fue poeta y escritor. Sintió entrañablemente la tierra argentina, su voz profunda, sus paisajes, sus hombres, las esforzadas tareas de sus próceres y lo señala con gran calidad poética en “Dulce País” Voy a decir con sencillez debida el día aquel y donde yo he nacido, el cómo y cuándo del país querido que sostiene las horas de mi vida Hacia él vuela, diáfana, mi herida; en él está mi corazón ardido que entrelaza con muérdago subido, este varal, esta pasión florida. Voy a decir, lo digo, lo pronuncio; sin quererlo mi boca lo descubre entre las ascuas de este mes de enero. A las riberas del río Dulce anuncio,

LETRAS María Adela Agudo

La autora santiagueña El telurismo esencial de una poetisa santiagueña Por Carlos Artayer* Cuando surge la oportunidad de plasmar un homenaje, habitualmente se procura que quien se haga cargo de ello haya conocido o tenido algún contacto personal con el destinatario de la celebración. No es mi caso, lo que lamento en ese sentido, pero los poemas de María Adela Agudo, pues de ella se trata, permiten acceder a ese mundo singular del poeta cuyo compromiso con la palabra es su vida misma. Nuestra bandeña, en su breve sí que intensa vida, intuyó en lo profundo de su corazón que su horizonte espiritual fluía “entre el alba y los ceibos” y se entregó a su destino de “alta curva celeste”, aunque en la empresa fue dejando jirones de vida y paladeando el amargo licor de la soledad: para qué tanta mujer que me dejaba solitaria”, se lamentaba en el poema “A un joven”. Pero no voy en este caso a referirme particularmente a la enorme soledad que la estigmatizó, sino a su perfección intuitiva de las