Ir al contenido principal

Entradas

Mostrando las entradas etiquetadas como Morocha

CUENTO Un fuego, le digo

Imagen de ilustración “Cuando la tarde empezó a morir, me recosté en un alambrado mirando el gentío que, a esa hora, se empezaba a dispersar” En una riña de los Galván gané dos mil pesos, apostados a un gallo giro de mi compadre Eudoro. Diga que no lo levantó cuando lo llevaban mal, porque en un final de bandera verde, de dónde sacaría fuerzas, no sé, pero le tiró un puazo al otro, le atravesó un ojo y lo dejó tendido, aleteando en el piso. Ni para sopa serviría. Cosas que pasan, a veces se gana, a veces se pierde. A pesar de que había agarrado buena plata, a la postre salí empatado. Eran dos mil pesos de hace diez años, cuando la plata valía. Ese día los ojos se me querían escapar detrás de una morocha, hija de un hermano de Galván, el organizador: la anduve relojeando desde temprano. Según colegí, estaba sola, no tenía novio ni marido dando vueltas ni anillo que lo denunciara. La observé atareada todo el día, primero al otro lado de la casa pues ahí se arremolinaban el mujerío prepar...

CASAMIENTO Una morocha de rulos

Fiesta de casamiento (archivo) “Uno se daba cuenta, con sólo oírlo, de que era un converso, porque llevaba prendidos como abrojos los principios fundamentales de su fe" “En el cerro había un indio, me acerqué. Dijo que tenía sed y yo que soy previsor, en vez de llevar una cantimplora, tenía dos, así que le di una”, repite el hombre, con voz monótona y tonada tucumana, pesada, ramplona, ordinaria. Y uno piensa, “¡ay, mamita!, había ochenta lugares para sentarse en este casamiento y justo vengo a estar al lado de este pesado como collar de sandías”. Lo peor es que a la altura de las empanaditas ya estaba muy aburrido. Una tortura. El hombre sigue sacando a relucir su oratoria `ñiú eish´, que copió de la tele. No vale la pena explicarle que los mitos y leyendas aborígenes son un invento para los porteños, así les mostramos lo que podríamos llamar el pensamiento vivo de los indígenas, porque si les decimos que creen en la Iglesia que es una, santa, católica y apostólica, quizás no vue...

CUENTO Mishi mojado

Imagen de ilustración Esa noche no supo que estaba tratando con un tipo que era un cuatro de copas cualquiera Conformate. Es lo que hay. Parecía un mishi mojado. Sus ojos brillaban bajo el aura amarillenta de las luces de la Belgrano. Me pidió fuego. Le dije que fumar era de lo único que me arrepentía en la vida. Había dejado el vicio hacía mucho. Si viviera de nuevo haría todo de la misma manera. De principio a fin. Me mandaría las macanas de la juventud. Todas. Una por una. Menos fumar. Ella dijo “qué discursito”. En su voz había algo que me punzó el corazón. Me picoteó el alma. Ella andaba por la mitad de la tabla. Entre los treinta y los cuarenta. Morocha linda. Yo pasaba los cincuenta. Largos. Un amigo dice que hay una ínfima cantidad de chicas a las que les gustan los hombres mayores. Mucho mayores. Decrépitos. O casi. El asunto es hallarlas. Saber cómo detectarlas. Con dos o tres preguntas te das cuenta. O te miran como tío viejo o te toman como amigo sin complicaciones. El asun...

DIÁLOGO PLATÓNICO Elogio de la esclavitud

Belgrano en su caballo entero Algunas veces la conversación en las confiterías de Santiago se pone picante, aunque usted no lo crea “La esclavitud fue un gran paso en la historia de la humanidad”, larga en la mesa del Barquito, Cacho Gómez. “¡Eh!, no digas eso”, le responde Albertito, pero el resto ni lo mira. Los muchachos saben que Cacho siempre lanza   algún bolazo, esperando que alguien pique y trenzarse en una discusión de las buenas. —Está bien que te guste provocar, pero no puedes decir eso, es casi un pecado— suelta Albertito, creyendo que todo va a quedar ahí nomás. El otro está serio, observa al resto, como si preguntara: ”¿No es evidente lo que digo?”. Pero siguen sin mirarlo, saben la que se viene y prefieren quedarse callados, además, justo en ese momento está pasando una morocha por la vereda. Mirá si van a preferir una discusión, antes que disfrutar del paisaje. Cacho sigue: —Suponte que hay una guerra contra el Uruguay. —Ahá— dice el otro. —Y ganamos… —… ¿eso qué t...