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Mostrando las entradas etiquetadas como Gordo

CUENTO Sorpasso

Las Sorpasso “Se quedó sentadito, mirando para adelante, serio, reconcentrado, jugando con un lápiz entre las manos” Esta historia me la compartió el amigo Rodi Beltrán. Cualquiera creería que es típica de los tiempos de antes, cuando el mundo era joven, pero es muy posible que también ahora se repita, cambiando una coma por aquí, un punto por allá. La publiqué en un blog que tenía antes al que, de vez en cuando le saqueo un escrito para compartirlo —corregido y aumentado —en este sitio. Las más comunes eran las Flecha, después venían las Sorpasso, que salían como las Adidas con lucecitas de ahora. Eran de color azul o matecocido con leche y en la parte de abajo traían unas franjitas que daban más agarre al pie. También estaban los botines Sacachispas, más caros que no sé qué y pocos los tenían. Y los Quégolazo, que venían a ser unos Sacachispas para pobres, te los ponías dos veces y se hacían pomada. El Gordo cayó ese día a la escuela con unas Sorpasso azules nuevitas. En el recreo fu...

CUENTO El Gordo y la ginebra

Imagen de ilustración nomás Qué pasa cuando un chico anda mezclado entre los grandes y los pone en un compromiso A cualquier hora del día, cuando alguno andaba trabajando en el tractor, capaz que el Gordo se presentaba en la otra punta de la melga, pidiendo que lo llevaran, chango inquieto como él solo. Todo preguntaba, todo hurgaba, todo quería saber. No se cansaba de andar montado en los fierros, mirando para todos lados. Si venía el ingeniero, le averiguaba por qué iban a sembrar maíz, qué diferencia tenía con el sorgo, para qué servía, cuántas variedades había, que ventajas tenían unas sobre las otras, cuánto demoraban en crecer. Hay que decirlo también, era muy advertido, tenía cabeza, lo que se dice. Una mañana del otoño del 73, amaneció lloviendo y con mucho frío. Caía una garúa finita. Como duraba más de un día, se formó lo que allá lejos y hace tiempo le decían un temporal. Al segundo día los hombres ya estaban aburridos del todo. Se habían contado todos los cuentos, habían le...

CERDOS El que terminó con el machismo

Jim West “En lo de los abuelos la vida era una fiesta constante mientras la infancia no terminaba de mandarse a mudar” En un tiempo a mi abuelo se le dio por los cerdos, pero a gran escala. Habíamos cosechado mucho zapallo forrajero y, como no tenía precio (“ni tiene ni tenderá”, decía el viejo), decidió armar la chanchería. Nos pusimos de tarea, porque hasta que no terminaba lo que estaba haciendo, el viejo no se detenía. Un pariente consiguió tres o cuatro camionetas de afrecho de maíz y ya tuvimos para darles de comer. Para los empiezos, al menos. Arrancamos con dos chanchas preñadas que le cambiamos por un mulo y tres cabritos a un vecino, más un chancho grande que ya estaba engordando en la casa desde antes. Cerca del surgente instalamos un gran corral, bien seguro, con parideras, mucha sombra y, por supuesto, abundante agua. En lo de los abuelos la vida era una fiesta constante mientras la infancia no terminaba de mandarse a mudar. Cabíamos primos, tíos, amigos en alegre camarade...