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Mostrando las entradas etiquetadas como Mamá

PARECIDO Bicho que no hay

Ilustración nomás Un cuento para alegrar el domingo de los amigos que tienen paciencia y entereza para leer estas ocurrencias mal escrititas Fue un regalo de unos vecinos, de dónde lo habrían sacado, no sabemos. Mi mamá no quiso saber nada, pero, como le insistimos, dejó que lo hiciéramos quedar, siempre y cuando —dijo —esa porquería no venga a ensuciarme la casa, “porque cuando tengo que limpiar nadie me ayuda, todos se hacen los tontos, no pongan esa cara porque saben que es verdad”. Y siguió un rato con el discurso de siempre. Al principio supusimos que era un perro, pero luego nos dimos con que tenía una especie de astitas en la cabeza, pezuñas verdes y un solo ojo en medio de la frente. Como no sabíamos qué era, lo llamamos Bicho que no hay. El nombre se le ocurrió a Ramoncito, por el dicho que circula en las escuelas: “Pareces bicho que no hay y si hay son muy poquitos y muy fieritos, como vos”. Al tiempo vinieron unos gringos en unas camionetas grandes diciendo que eran de la Ad...

CATITA Pica, pica tu caballito moro

Catita Qué pasó el día que le enseñamos a una catita a recitar un sencillo poema y al escaparse se lo enseñó al resto de la nidada Le enseñamos a recitar “pica, pica, tu caballito moro, que no te cornie el toro”, el mismo verso que enseñaba la finada tía Sara a Lorenzo. Al principio, cuando era chiquita creímos que no aprendería. Al tiempo gritaba “¡mamá!”, con la voz de Jorgito, que era a quien sentía durante el día. Pero igual, cuando volvíamos de la escuela le insistíamos. Tanto, que un día se lo aprendió. A veces se equivocaba y decía “pica, pica tu ¡mamá! caballito moro”, pero después ya lo sabía completo. Empezamos a planear su libertad para que todas las catitas del pago dijeran lo mismo. Imaginábamos las bandadas poblando la siesta, en los eucaliptos del patio de casa, en vez de andar chillando tonterías, recitar el Pica-pica, como le llamábamos a aquella poesía. Imaginábamos el susto de mamá, cuando la llamaran del algarrobo al eucalipto, no sabría para dónde agarrar. Si tenía...

CUENTO Mi mamá sabía

Pueblo santiagueño Después de citarse con una chica en la plaza del pueblo, preparamos a Julián para el gran acontecimiento: nada iba a salir mal Mi mamá sabía, fue la única que dijo que no le parecía buena idea. “Tendrían que haber empezado de a poco”, dijo cuando se enteró. Ella pensaba más que nada en la chica y nosotros, por supuesto, en Julián, queríamos hacerlo debutar a como diera lugar, ya era grande, veintipico tenía, y nunca había probado mujer, aunque él dijera que sí, no le creíamos, por supuesto. Martín le regaló una camisa verde, Eufemiano le prestó un pantalón y le lustró los zapatos y el resto de los amigos y los primos le conseguimos un cinto negro, haciendo juego con los zapatos, medias y un pañuelo blanco para que lleve en el bolsillo de atrás del pantalón. Hicimos una vaquita para darle algo de plata. Y lo fundamental, logramos que se bañara. “Cualquier cosa, si el asunto va bien, enfilas para el lado de la Audelina, le pagas una pieza y después ya sabes”, le dijimo...