Imagen de archivo “Endemientras, ella seguía despachando equipos, les ponía un sello y los anotaba en un cuaderno que iría a parar a manos de los de Estadísticas…” Bajó de peso Gordita, de las cien dietas por mes, con un método de mucha gimnasia y poca merienda y nada de cena. Dijo que era con vistas al futuro. Y no fue más Gordita sino la señorita Lidia. Uno de Expedición la avanzó, pero lo rechazó. Las de Mesa de Entradas repetían bien hecho, bien hecho, bien hecho, hace más de dos años que trabaja aquí y ahora, por un rollo menos ya la miran con ganas. Esos degenerados. A Gordita no le importaba lo que decían los de Expedición, los de Seguros de Embarque ni las chicas de Administración General, esas arpías que se rieron la vez que el Gerente la alabó por puntual, buena y trabajadora. Por ese tiempo había empezado a noviar con un muchacho que la pasaba a buscar a la salida. Nada del otro mundo. Supimos que trabajaba en Casa Rosa y que le faltaba un año para recibirse de Contador en l...
Cuaderno de notas de Santiago del Estero