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“Endemientras, ella seguía despachando equipos, les ponía un sello y los anotaba en un cuaderno que iría a parar a manos de los de Estadísticas…”
Bajó de peso Gordita, de las cien dietas por mes, con un método de mucha gimnasia y poca merienda y nada de cena. Dijo que era con vistas al futuro. Y no fue más Gordita sino la señorita Lidia. Uno de Expedición la avanzó, pero lo rechazó. Las de Mesa de Entradas repetían bien hecho, bien hecho, bien hecho, hace más de dos años que trabaja aquí y ahora, por un rollo menos ya la miran con ganas. Esos degenerados.A Gordita no le importaba lo que decían los de Expedición, los de Seguros de Embarque ni las chicas de Administración General, esas arpías que se rieron la vez que el Gerente la alabó por puntual, buena y trabajadora. Por ese tiempo había empezado a noviar con un muchacho que la pasaba a buscar a la salida. Nada del otro mundo. Supimos que trabajaba en Casa Rosa y que le faltaba un año para recibirse de Contador en la Nacional. Decía que estaba enamorada, pero no mostraba sus sentimientos. Por lo menos en la oficina, con él en privado sería otra cuestión. Quién va a meterse en asuntos íntimos. Una es lo que es por lo que es y no por lo que lleva a su lado, decía como restándole importancia al pretendiente.Un día, cuando había se había quitado todos los quilos sobrantes, la descubrieron hermosa. Muy. Actriz de telenovela venezolana parecía. El de Expedición volvió a la carga y las chicas lanzaron al viento sus comentarios, pero ahora eran maliciosas, esas maulas.
Endemientras, ella seguía despachando equipos, les ponía un sello y los anotaba en un cuaderno que iría a parar a manos de los de Estadísticas, que vaya uno a saber lo que hacían con eso, ¿no? En ese tiempo yo era cadete, el ”Che Pibe” de toda la Casa Central. Me daban unos pesitos para llevar las boletas a la sucursal de Cachi Pampa, o del Tala Pozo, para comprar cigarrillos a los muchachos, esas cosas.
Una tarde la crucé en un pasillo desierto, le robé un beso repleto de deseos de penumbra. Ganas le tenía. Era Gordita todavía. Después empezó a salir con el otro, pero qué importaba. Una vez me dijo que había sido el primero. Mucho compromiso, prefería ser uno del medio, ni primero ni último, una cacha más en la culata de su revólver. En ese tiempo con su infinita dulzura me conformaba.
El día que anunció que tenía un novio y que era el quía de Casa Rosa, entendí lo que era vistas al futuro. Antes había tomado la precaución de largarme.
Parado.
Juan Manuel Aragón
A 30 de mayo del 2025, en Absalón y Salta. Mirando vidrieras.
Ramírez de Velasco®
Me encantó!
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