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Mostrando las entradas etiquetadas como Infancia

PAGO Llegó la modernidad, carajo

Imagen tomada por el huyamampeño Jorge Llugdar Cuáles fueron las señales que anticiparon el cambio del lugar de la infancia, qué hace ahora la gente en esos pueblos Una de las primeras señales que tuve de que el pago de la infancia había cambiado, fue cuando me di con que habían sacado los palenques para atar los caballos en los almacenes de Balcedo, Ulises y la tía Tutu. Al desmontar me hallé desconcertado, mareado, ¿cómo puede ser?, me preguntaba. Tuve que atar el mancarrón en un poste de luz porque la modernidad llegó con tanta fuerza que —me contaron después— mucha gente se sentía ofendida si hallaba señas de lo que había sido enantes el pueblo. Todavía hoy los viejos se enojan cuando se les recuerda que en aquellos tiempos vivían tras los ancochis en un caserío desperdigado por aquí y por allá, sin calles trazadas y carros tirados por mulas pasando por lo que ahora vendría a ser el centro, a la vuelta de la cosecha de caña de Tucumán. Oiga bien, en un lugar rodeado de un bosque in

CUENTO Pica Cáceres

Dibujo de Juan, mi chango En qué momento un cuento viejo, quizás el primero de la vida, se convirtió en una realidad tangible gracias a mi amigo Chito Cáceres Un buen día mi amigo Chito Cáceres me dice que tiene un secreto y quiere contármelo. Alguna vez me había dicho que era sobrino nieto de Pica Cáceres, el personaje santiagueño de leyenda, al que se le atribuyen aquí todos los cuentos que en el resto de la Argentina son de Jaimito o de algún otro. Recuerdo que hace mucho, en un asado en su casa del barrio Smata, su padre, un hombre sencillo y conocedor de la ciudad, me contó que era cierto, eran parientes, pero no recordaba casi nada del hombre. Viene a cuento la historia porque una tarde le dije a Chito que casi todos los cuentos que circulan en la Argentina o en Santiago, atribuidos a su pariente o al porteño Jaimito, es posible que fueran inventados en Méjico, país cuya gente tiene fama de expansiva, divertida, amable y cordial. “Puede ser —respondió— pero algunos deben haber id

TAPERA Recuerdo del olvido

Hugo Argañarás: "Tapera en Pampa Pozo”, departamento Pellegrini, acrílico sobre fibrofacil “Usted se va y al tiempito todo empieza a cambiar, la Josefa tuvo un hijo, dicen que era de Luisito, el hijo de los Gutiérrez” Después muchas vidas, una tarde que andaba cerca, volví al pago que había sido de la infancia, al viejo rincón que había sabido ser de los abuelos. La casa se había convertido en una triste y oscura tapera con rastros de animales, olor a meada de gatos e inscripciones obscenas, garabateadas con carbón en las paredes, que seguramente pintó algún linyera que se quedó a dormir y dejó rastros de una fogata en el corredor, quizás la única parte con techo seguro que quedaba. El abuelo de mi abuelo, quizás su padre o su abuelo, había llegado a aquel lugar del norte de Santiago, en ese entonces una pampa de pastos con islas de bosque ralo y desierto de cristianos. Levantó corrales, cavó una represa, construyó la casa, compró hacienda, se hizo de un pequeño capital y cuando l

BAILE Historias entrelazadas en club

Imagen de ilustración Uno había ido por ir nomás y se enamoraba perdidamente en una noche y otro que esperaba hallar el amor de su vida, regresaba con las manos vacías y el corazón mustio Los bailes no eran cosa de todos los días, al menos en el pago de mi infancia y la juventud. En varios meses a la redonda nadie organizaba uno y de repente, para carnaval, había media docena en tres semanas. A veces iba un conjunto de la ciudad y entonces el club se ponía de bote a bote. Iban no solo los de la villa, sino también nosotros y los de varios pueblos vecinos. Atábamos el sulky y nos recomendaban que lo dejemos en la casa de un amigo, un pariente para cuide el coche, los arneses y el animal. En ocasiones iba toda la familia en la chata de tío Horacio, hasta la abuela llevábamos para que no quede solita. ¿Si quedaba alguien en la casa, pregunta?, ¿para qué?, ¿quién iba a ir tan lejos a robar unas cuantas sillas, un tinajón viejo y macetas hechas de ollas desfondadas? Las chicas bailaban con

SARMIENTO El rastreador, detective del bosque

Bastan sus ojos para reconocerlo Nota que halla un pequeño defectito en lo que dice el sanjuanino en “Facundo” sobre el rastreador En el campo de la infancia ya se habían perdido quizás para siempre esas habilidades en la gente, como para para saber que un vecino era baqueano, otro rastreador, como dice Sarmiento, que también algo macanea en las descripciones del Facundo. Mucho más aquí en el tiempo, la gente tenía características algo cruzadas, dicho de otro modo, todos sabían un poco de todo, como sucede también en las ciudades. Todavía hoy, muchos campesinos saben matar, cuerear y despresar un animal, no solamente el que se dedica a carnear animales como medio exclusivo de vida. Cualquiera conoce el rastro de sus animales y no los confundirá con ningún otro y quienes han recorrido un camino, no se olvidan jamás por dónde fueron, qué hallaron por ahí o cómo hicieron para llegar. Lo mismo en los barrios. Por ahí los vecinos lo tienen a don Jorge como el que más se acuerda de los tiem