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Mostrando las entradas etiquetadas como Pago

RELATO Maíz para la chancha

Un veneno fatal Los paisanos no toman vino con sandía ni comen lechón con cerveza, quien lo haga morirá envenenado como sucedió a varios En el pago saben que el vino con sandía es mortal para el cristiano, lo mismo que el lechón con cerveza. Para las fiestas de fin de año se comprueba esa gran verdad en carne propia, no solamente merma un poco la venta de cerveza, porque quién más, quién menos, todos tienen un lechoncito cebado para comer sino porque vuelta a vuelta alguno se descuida, hace el desarreglo fatal y finalmente se muere. Así le pasó al finado Antonio Palma, que le decían Bandeja de Mozo, porque solo servía para el vaso. Un día lo hallaron muerto en su casa, en la mesa estaba la cáscara de una sandía que había comido entera y una botella de Toro hasta la mitad. Lo mismo pasó con otros, aunque no crea. Un año vino Jorgito, el sobrino de doña Atanasia, que siempre había vivido en la ciudad, a decir que eran macanas, cómo íbamos a andar creyendo en puras tonteras. Esa siesta, e

PAGO Llegó la modernidad, carajo

Imagen tomada por el huyamampeño Jorge Llugdar Cuáles fueron las señales que anticiparon el cambio del lugar de la infancia, qué hace ahora la gente en esos pueblos Una de las primeras señales que tuve de que el pago de la infancia había cambiado, fue cuando me di con que habían sacado los palenques para atar los caballos en los almacenes de Balcedo, Ulises y la tía Tutu. Al desmontar me hallé desconcertado, mareado, ¿cómo puede ser?, me preguntaba. Tuve que atar el mancarrón en un poste de luz porque la modernidad llegó con tanta fuerza que —me contaron después— mucha gente se sentía ofendida si hallaba señas de lo que había sido enantes el pueblo. Todavía hoy los viejos se enojan cuando se les recuerda que en aquellos tiempos vivían tras los ancochis en un caserío desperdigado por aquí y por allá, sin calles trazadas y carros tirados por mulas pasando por lo que ahora vendría a ser el centro, a la vuelta de la cosecha de caña de Tucumán. Oiga bien, en un lugar rodeado de un bosque in

BRUJOS La cura del Chagas

"Paisaje santiagueño", de Hugo Argañarás El engaño de los curanderos a los pobres que acuden a ellos, como última esperanza para zafar de un mal endémico en el norte de la Argentina La última vez que había visto a Lalo Coronel, todavía estaba viva su señora, la Dina, que me conocía de muy niño. Anduve como dos o tres días por el pago. Con un mancarrón y un apero que me prestaron, visité amigos, anduve por viejas sendas casi cerradas del todo, respiré el aire de esas mañanas, cristalino, diáfano, perfumado. Como siempre la casa se mantenía limpia, se diría reluciente, si no fuera porque el piso era de tierra, pero barrido hasta el confín del guardapatio como sabían ser antes los de todas partes. Tenían unos cuantos chanchos, un chiquero con cabras y ovejas, una huerta pequeña pero bien surtida, un loro, Lorenzo, y un guayacán inmenso ofertando una sombra que refrescaba las tardes del verano. Recuerdo que la Dina se quejaba por unos dolores del pecho —tenía mal de Chagas— que s

RELIGIÓN En qué creen los santiagueños

El dique de Las Termas En esta nota, los diez cuentos más difundidos en la provincia, explicados, comentados y debidamente desmentidos y puestos en evidencia, pase y lea Hay dichos arraigados en la cultura popular. En este post, que también podría llamarse “hagamos pupa las leyendas, los mitos, las fábulas, los cuentos”, se desmontan algunas de las supersticiones más arraigadas entre los santiagueños, y se los deja de a pie. Algunas creencias tienen tanto arraigo que son una cuestión religiosa más que nada. Y si alguien se enoja, entonces la nota habrá cumplido su cometido. 1 “Santiago no es pobre, la han empobrecido, que no es lo mismo”. Esto sabían decir antes algunos, poniendo cara de intelijudos. Peo cualquiera se daba cuenta en ese momento de que estaba ante un pelotudo muy, pero muy importante. Si la consecuencia es la misma, ¿qué importan las diferencias semánticas para marcar si es adjetivo o verbo? Dicho de otra forma, si alguien pasa hambre, ¿le importarán las palabras con qu

LEYENDA Esquinero sin historia

Cargando el camión con postes “Después, un viaje en camión rumbo al sur y finalmente fui plantado en medio de esta pampa bárbara, en la esquina de un campo cualquiera, para marcar la última frontera de las vacas” Todos tienen su leyenda, la pequeña hormiga, el chancho del monte, el uturungu, el yuto, el hualo, yo también exijo la mía: soy el fuerte poste esquinero, el que aguanta dos tiradas de alambre, una de cada lado, con cinco hilos pechando al mismo tiempo. Mi trabajo está hecho solamente de paciencia y fuerza bruta. Plantado en el campo bárbaro, con cerca de la mitad de mi cuerpo en la tierra, espero sin ganas, pero con fuerza, un futuro que nunca va a llegar. Fui un quebracho creciendo fuerte, llegué a ser el techo del bosque, florecí a destiempo, para proteger a las demás plantas en su crecimiento natural. Desde mi alta copa vi crecer el resto de un mar verde que se extendía hasta más allá de lo que daba el ojo, oleaje que se agitaba con el viento o temeroso madero mirando nace

CIUDAD El vergel imaginado

Sulky “Un buen día, cuando nos hicimos grandes y tuvimos edad, uno por uno nos fuimos marchando del pago querido” La ciudad se nos ocurría lejana y sola, como la Córdoba de Federico García Lorca. Era un mundo entrevisto entre sueños, alimentado por los cuentos de los padres, fogoneado por las ansias viajeras que nos animaban entonces. Nos atraía con el vértigo gozoso de quien se lanza al vacío sabiendo que iba a hallar algo mucho mejor que el pago, aunque no supiera muy bien qué, pero no importaba. Para empezar, había trabajo para todos y de todas clases. En el pago también nuestros padres tenían conchabos, pero no era lo mismo hacerlo por dos pesos mugrosos que por la fortuna que, decían, pagaban en la ciudad. Los que volvían, siempre venían bien peinados, con ropa chillona, traían aparatos de música y contaban las maravillas que habían visto, oído y palpado, allá afuera había mundos de maravillas fabulosas. Hasta las chicas volvían más lindas, con el pelo amarillo, huiñaj, igualito a

TAPERA Recuerdo del olvido

Hugo Argañarás: "Tapera en Pampa Pozo”, departamento Pellegrini, acrílico sobre fibrofacil “Usted se va y al tiempito todo empieza a cambiar, la Josefa tuvo un hijo, dicen que era de Luisito, el hijo de los Gutiérrez” Después muchas vidas, una tarde que andaba cerca, volví al pago que había sido de la infancia, al viejo rincón que había sabido ser de los abuelos. La casa se había convertido en una triste y oscura tapera con rastros de animales, olor a meada de gatos e inscripciones obscenas, garabateadas con carbón en las paredes, que seguramente pintó algún linyera que se quedó a dormir y dejó rastros de una fogata en el corredor, quizás la única parte con techo seguro que quedaba. El abuelo de mi abuelo, quizás su padre o su abuelo, había llegado a aquel lugar del norte de Santiago, en ese entonces una pampa de pastos con islas de bosque ralo y desierto de cristianos. Levantó corrales, cavó una represa, construyó la casa, compró hacienda, se hizo de un pequeño capital y cuando l