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INUNDACIÓN Rayos y centellas

Mujer que llora, Pablo Picasso El llanto es un aluvión que no deja nada en pie, como le sucedió a la mujer del cuento que sigue a continuación Siempre andaba inundada de lágrimas de un dolor inconmensurable en el pecho. Un gran paquebote antiguo hubiera navegado por su casa, sin tocar fondo, yendo del living a la cocina y de ahí al patio sombreado por la parra bajo cuyas hojas el amor perdido alguna vez interpretó endechas en la guitarra, solamente para ella. Lloraba porque se le había mandado a mudar a otras islas quizás más felices, ese hombre con el que había soñado vivir una existencia feliz, criando hijos, viéndolos crecer y llegar a una vejez sin sobresaltos. Sus lágrimas eran gotas de lluvia insistente, pertinaz. De haber nacido en tiempos bíblicos, le habría correspondido ser la Magdalena que —según decía el cura en el catecismo —lavó con sus sollozos los pies de Nuestro Señor. De mañana temprano, sus ojos tristes paseaban en el ómnibus que la llevaba al trabajo, atendían al pú