Primer patio de la antigua casa Díaz-Gallo La añoranza de la ciudad de antes, el pañuelo del sol y las cuatro puntas de su dulce intimidad Por Clementina Rosa Quenel Junto a la ciudad han ido muriendo. Cuando esta sacó pecho sobre el asfalto, y los caserones vastos, de cuatro horizontes abiertos ya no justificaron su antaña presencia, con la última instancia de la piqueta, aquellos patios circunsferenciales -oh girasoles familiares- fueron recogiendo cual si fueran un maravilloso pañuelo de sol las cuatro puntas de su dulce intimidad. Han ido replegándose en el recuerdo. Paralelamente la ciudad ha erguido la moderna fisonomía y en la necesidad impostergable de nuevas exigencias, ha terminado con el litigio de presente y pasado, de centro a periferia. Así, junto a la ciudad han ido oprimiéndose, marchitándose. Así, ya no se presiente la pausa del tiempo, la luz, luz; las luciérnagas; la luna, florecida luna. Ya no se distribuye la vida familiar junto al aljibe de roldana quejumbrosa,
Cuaderno de notas de Santiago del Estero