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Mostrando las entradas etiquetadas como Gallos

OBITUARIO Carlos Verón

El Bobadal, en una fotografía tomada de Google Un recuerdo para un primo que he querido mucho y que murió este año después de un tiempo en un sanatorio Lo he querido mucho a mi primo Carlos Verón, hijo de María Juárez, que a su vez era hija de mi abuelo Emiliano. Tipo simpático, querible, de sonrisa franca y manos siempre abiertas para ayudar a los vecinos, vivió siempre en El Bobadal, departamento Jiménez, Santiago del Estero. Era el chofer de la ambulancia del hospital, el que traía los enfermos a Santiago o los llevaba a Tucumán. Ya he contado otra vez cómo nos conocimos. Era, de entre todos los nietos de mi abuelo, el que, en su juventud más se le parecía. Usted veía caminar a Carlos y ahí estaba mi abuelo. En eso eran igualitos. Mi abuelo nunca la reconoció a la tía María, que tenía la voz medio ronquilla de los Hernández, no sé, razones habrá tenido. La última vez que anduve en El Bobadal fue en Año Nuevo. Fuimos con mi familia el 31 y volvimos el primero de enero. Aproveché un r

ESPECTÁCULO La morcilla y los gallos

Combate de gallos de pelea La riña es uno de los espectáculos más representativos de la cultura popular santiagueña; la cría de estos animales es una actividad noble y pura No hay espectáculo más representativo y particular de la cultura popular santiagueña que la nunca bien ponderada riña de gallos, ya sea campesina o en pleno centro de cualquier ciudad, de Selva a Villa Nueva Esperanza, de Monte Quemado a Frías. Entre sus próceres figura el Ciego Montaldo, de Tucumán, y quienes han tenido la dicha de conocerlo, dan fe de que pedía silencio en las paradas para sentir cómo iba peleando sus animales. Por ahí afirmaba: "Ha pegado el mío" y era la pura verdad. Tanto era el cariño sincero que les profesaba, que los conocía por el sonido que hacían al toparse. En casi todos los pueblos del oeste santiagueño, los gallos figuran entre las aficiones más arraigadas de la paisanada, que deposita en ellos un amor puro y trasparente con el solo afán de extraer lo mejor de cada uno de ell

CUENTO Prendas de unión

Día húmedo, óleo de Absalón Argañarás Qué pasó en el pueblo la vez que eligieron a uno que venía de afuera de los partidos políticos que siempre disputaban una carrera cuadrera Juan José Pereiro, llegó a ser intendente del pueblo, hace muchos años, porque la gente se había hartado de que le mintieran, la engañaran, la estafaran, la traicionaran. Para una dura elección, se montó en la esperanza de un cambio, de aire fresco en la comuna, de renovadas ganas de hacer las cosas bien, como dicen. Fue quien unió al pueblo en un solo grito de clamor, de tres palabras que terminaron por un largo tiempo con las reyertas que siempre surgen en las pequeñas villas de la provincia. Fue el primero que habló de un cambio total de las reglas del juego. “Así no podemos seguir”, decía, mientras enumeraba los males que habían retrasado el progreso. Muchos, sobre todo los jóvenes, se dijeron que era lo que se precisaba, sacudirse de la modorra pueblerina que lo acogotaba, lo ahogaba y no lo dejaba crecer.

PAGO Cuando vuelven los porteños

Las riñas entre los gauchos La vez que uno de ellos pegó un grito en una riña en la casa del Fiero Alfonso, siempre es recordada por los paisanos Les decíamos porteños, pero eran nacidos al lado del chiquero de las cabras y criados a mate cocido y tortilla, igual que nosotros. Se habían ido a Buenos Aires a trabajar y al cabo de un tiempito nomás, regresaban aporteñados, hablando de “acá”, decían “sha voy”, “vos qué te creés”. Aprovechábamos para exagerar: “Afuera shueve que te shueve, adentro que ni gotia, vistes”, “sho no iré, porque sho sha juí”. Nos burlábamos de esa chica que volvió después de un año y preguntó: “Má, ¿qué es esa frutita que chilla?”. “¿Cuál hija?”. “Esa que está ashá”. “Eh, chica, eso es un coyuyo”. “¿Me cortás uno?”. Volvían con sus enormes grabadores al hombro, pantalón colorado, camisa azul brillante, zapatillas que nunca se habían visto en el pago y anteojos oscuros, porque ahora, ¡mirá vos!, el sol les molestaba en los ojos. Algunas chicas estaban más lindas

DEPORTE Para entender las riñas de gallos

Cuadro antiguo En esta nota, 20 puntos para darse una idea acerca de la apasionante actividad de quienes aman a los animales 1 En noviembre de 1996 fueron autorizadas las riñas de gallos en Santiago del Estero, con una ley que lleva el número 5574 , para quienes quieran constatarlo. La norma terminó con años de persecución a humildes galleros y legalizó oficialmente como deporte, una actividad que, en sí misma lleva una cuota de sano esparcimiento para hombres y mujeres en la campaña y en las ciudades. 2 En su artículo 2, la ley expresa: “Será autoridad de aplicación de la presente Ley la Dirección de Deportes de la Provincia la que; por intermedio de sus dependencias; concederá los permisos pertinentes para la realización de tales eventos”. Es decir no se deja librada la actividad al arbitrio de los propietarios de los animales sino que una dependencia seria del gobierno es la encargada de otorgar los permisos. 3 Pero, además, la sanción de esta ley trae beneficios económicos directos

HISTORIA Las amapolas del tío Vichi

Amapolas, cultivo prohibido Esto le sucedió a un hombre que tenía una afición desmedida por los gallos Un año descubrimos que el tío Vichi había hecho desmontar media hectárea del campo de mi abuelo, cerca de la casa, pero por un camino que casi nunca usábamos. Dijo que quería sembrar maíz pishinga para los gallos de riña. Como el abuelo, la abuela, mi madre y las tías se opondrían y no quería andar peleando con nadie, dejó el proyecto sin terminar. Con la que menos quería discutir era con mi mamá, que lo tenía cortito para que no se mande macanas, como la vez que quiso cambiar una camionada de leña para panadería que traían del naciente, por el Bonora, el parejero preferido del abuelo. “Decime infeliz, para qué quieres la leña, si no sabes amasar ni para hacer un bollo”, le averiguaba, enojada, mi madre. “Pensaba que por ahí podría empezar a iniciarme en el rubro del pan francés y los bizcochitos”, respondió. Mi mamá contaba después que por un pelito se salvó. “Le iba a desatornillar