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CIEGO Domingo de Quincuagésima

Evangelio según San Lucas XVIII, 31,43 I illo tempore Desde que tenía uso de razón iba al mismo lugar del camino, a la entrada de Jericó, a pedir limosnas. Mi vida era una constante sombra, lo sé ahora porque veo, pero todo lo que conocía hasta entonces no era más que tinieblas y tanteos, tropiezos en la más negra cerrazón, negrura, escasez y desamparo. El mundo, allá afuera, era una referencia lejana y desconocida. Hasta que llegaron las mentas de ese Nazareno —ahora lo sé— la oscuridad era total y absoluta, pero entonces se me abrió una pequeña luz de esperanza en el entendimiento y en esa región del profundo corazón que llaman alma y solamente es conocida por Dios. La gente hablaba de él y pasaban de boca en boca las maravillas de sus milagros. Pero yo no creía en él solamente por eso sino porque sus palabras, según lo que contaban mis conocidos, eran la Verdad, no sé cómo explicarlo, no una verdad cualquiera: era tener razón contra los sacerdotes, los fariseos, los mercaderes del t