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RELATO Con un gato en los brazos

Gato con un hombre “Cuando pasa un rato es como si volviera de algún lugar lejano y la vista se le empieza a mover un poco, deja de mirar un punto fijo…” A veces suele llegar con un gato en los brazos, algunos muchachos dicen que hay que dejarlo tranquilo y no hablarle porque está con el día, pero otros los corrigen y sostienen que no, que está con el gato. Se sienta con los ojos perdidos, cuando la chica del bar le pregunta qué va a tomar, no dice nada, mira un punto fijo del infinito y los otros le hacen señas para que lo deje nomás, que se retire o vuelva al rato. No es un gran gato sino uno de esos comuncitos nomás, moro para más datos, al que no suelta ni un momento. La última vez los chocos que pasaban por la vereda tras una perra salida lo miraban con hambre de días sin dormir, mientras él observaba con atención las palomas de la plaza que bajan a comer miguitas que la gente a veces deja caer de las mesas, casi como la promesa política del derrame, que nunca sucede, pero nunca,