"Lupanar", de Vincent Van Gogh El vivo idioma de los argentinos se empobrece cada vez que una nueva palabra o frase, tomada de la televisión, se abre paso en la y se impone con la fuerza de la guarangada Hay expresiones que con el tiempo se normalizan, de tal manera que hoy decirle a alguien que es un hijo de puta, es alabarlo. “Che, hijo de puta, cómo has hecho para levantarte semejante yegua”. “Qué hijo de puta mi primo, metió un golazo en el partido del otro día”. “No seas hijo de puta, convidame un poco de helado, la puta que te parió”. Como el boludo o el pelotudo, son palabras que forman parte del paisaje lingüístico, no solamente de la gente de la calle, sino también de los periodistas, en la televisión, a cualquier hora, venga o no a cuento. “No hagas un asado como el del otro día, boludo, estaba arrebatado”. “Qué pelotudo que soy, me dejé la billetera en casa”. “Eh, boluda, no digas eso, sabes que te re amo”. El c*liao, puesto de moda por un boxeador cordobés, a quie
Cuaderno de notas de Santiago del Estero