Joge Luis Borges joven Hay quienes pretenden traer al país las osamentas del genial escritor argentino, por qué se equivocan, qué es lo que podrían lograr Una manía persecutoria de los muertos al parecer viene pegada al ácido desoxirribonucleico de los argentinos. Nos lastimamos con los huesos de los finados, los revoleamos de un lado y nos atajamos de los que nos envían los contrarios, los contamos y los volvemos a contar y acusamos siempre a los otros, de no saber sumarlos, de lucrar con las vidas de pobres muertos. Ahora se agregan los restos de Jorge Luis Borges, que expresamente fue a terminar su vida en Ginebra, Suiza, tal vez como un guiño póstumo a lo que pensaba de la brevedad de los nacionalismos, entendidos como la maternidad del amor por la patria, es decir dictados por el azaroso lugar del nacimiento de cada uno. La patria de Borges, ya se sabe, era el ancho mundo del pensamiento, su paraíso estaba repleto de libros y en los suyos quedó impresa la memoria de una cierta cla
Cuaderno de notas de Santiago del Estero