Jugando en el hamaqueador, de Hugo Argañarás, Un cuento que es muchos cuentos a la vez, una mentira que es muchas verdades desperdigadas en Santiago, ciudad de pobres corazones Llegó a Santiago arrastrando sus manos de niña morena, el rostro sorprendido de ver tanta gente, una bolsa de plástico en la que cabía toda su ropa, el vestido planchado, las alpargatas prolijas, recién compradas. Entró a trabajar a la casa de una familia de esas que antes decían que eran “bien”, aunque nadie nunca aclarara bien qué. Aseguraron a sus padres que no faltaría a la escuela. “Aunque sea a la noche la mandamos”, dijeron los patrones una tarde, allá en el pago, cuando la fueron a buscar. La historia es archiconocida y duele repetirla, pero hay que hacerlo de vez en cuando, más que nada por una cuestión de higiene del cerebro, del cerebelo, del bulbo raquídeo, de todo el cuerpo. De vez en cuando vale repetirla, sobre todo para tener conciencia de todo lo que hemos pasado, de dónde venimos, por qué somos...
Cuaderno de notas de Santiago del Estero