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Mostrando las entradas etiquetadas como Paulino

PREDESTINACIÓN Bienaventuranzas santiagueñas

Entrada al mercado Van algunos de los cientos de miles de motivos de dicha que tienen los nacidos en esta provincia Bienaventurados los santiagueños, porque de ellos es el parque Aguirre, los pajaritos trinando todo el día y el Cristo del sumbutrule. Bienaventurados los santiagueños porque en sus equinas hallan el sabor del chipaco con tropezones de chicharrón, los pastelitos de membrillo y el dulce y arisco moroncito. Bienaventurados los santiagueños porque en el centro suelen toparse con Paulino y el Guarachero, emergentes de una cultura con color propio. Bienaventurados los santiagueños porque son amigos de los bandeños, a quienes quieren y admiran a pesar del empaque de pequeños puebleros que por ahí les sale. Bienaventurados los santiagueños porque llevan en la sangre los últimos estertores del quichua, la imperial lengua de los peruanos. Bienaventurados los santiagueños porque en sus fiestas conviven el quipi, el sánguche de miga, la ensalada rusa, la pizza, la empanada, crisol g

RELATO El sexo de los ángeles

El reloj del Rotary desde una vidriera del Tabycast Por qué cuando el mundo se cae a pedazos, es necesario pensar sobre asuntos intrascendentes “Mientras estamos dando de comer a las palomas y discutiendo el sexo de los ángeles, el mundo se cae a pedazos, como en la caída de Constantinopla”, dice el Colorado. Uf, desde que la hija estudia el profesorado de historia, siempre trae resonancias de los griegos, los romanos, los árabes, los visigodos, los ostrogodos. Julito Díaz sabe decir que no ve la hora de que la chica empiece a estudiar historia argentina, para que el padre baje a la Tierra. A ver si le podemos discutir porque, oiga amigo, quién va a estudiar historia antigua para ir al Barquito Bar. Pero es Agustín el que lo frena “Avisame cuando el mundo se venga abajo, no haya ninguna esperanza de ganar la batalla, los malos vengan por todo y no tengamos ni cómo alzar la mano para tirarles una pedrada”. El Colorado le pregunta: “¿Por qué?” Y Agustín arremete con todo. “Porque ese es