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Mostrando las entradas etiquetadas como Morcillas

CERDO Animal sin leyenda

El cerdo en primera persona Vivo en estos pagos desde hace muchos años, me adapté rápidamente y soy la estrella de Navidades y otras fiestas La leyenda dice que me trajeron los españoles y me adapté rápidamente a estos pagos. Siempre anduve dando vueltas en las casas de la gente más humilde que, en cuanto vislumbraba una buena ocasión, Navidad, Año Nuevo, algún cumpleaños, mataba a uno de mis hijos para comérselo. Me dicen cerdo, chancho, puerco, marrano, cochino, gorrino, cuchi. Mis tiernos hijos, cuando no han sido destetados todavía son llamados lechones y constituyen una de las golosinas más buscadas por la gente de ciudad y del campo. Los que saben, me asan a la estaca en larguísimas horas de espera, con un fuego medio, que ablanda la carne hasta dejarla tierna por dentro y crocante por fuera, y una mezcla de grasita y carne sabrosa que, ¡¡¡mmmhhh…!!! Previamente me dejan, a veces una noche entera, bañado en limón, comino y otras hierbas, para realzar mi sabor. La carne de los adu...

PARRILLA No habrá ninguna igual

El Vasco de Santiago La parrillada “El Vasco”, de Libertad y Pringles en Santiago, fue una fuente inacabable de mala atención y carne como piedra, hasta que se terminó No habrá ninguna igual, no habrá ninguna. Ninguna otra parrillada asegurará a los comensales, como “El Vasco” o “El Vasco Junior”, como se llamaba al final de su perra vida, una carne de mamut tan dura, unos chinchulines tan gomosos, esos chorizos recalentados del mes pasado y morcillas que quién sabe de qué parte, de qué animales bípedos o cuadrúpedos, plumes o implumes, artrópodos o reptiles del vasto bosque santiagueño estarían hechas. Para no hablar de la pésima atención de los mozos, que en la Libertad y Pringles solían brindar mediodías y noches memorables, puteándolos sin parar, avivando úlceras, haciéndolas sangrar sin ranitidina ni ningún omeprazol a la vista para calmar tanto ardor estomacal, tanta furia. Ningún otro lugar de Santiago será nunca más teatro de tantas reincidencias: siempre terminábamos diciendo ...