Mujer, una flor entre flores Nota inédita hasta hoy, escrita por el padre del autor de este blog Por Juan Manuel Aragón La gran mayoría de los nombres propios españoles viene del hebreo y nos han llegado a través de la Biblia (Noemí, “dulzura, delicia”, Ruth I,20; Josefina, diminutivo de Josefa, femenino de José, el hebreo Yosef, “Dios añadirá”), o del griego y el latín y los hemos recibido por la tradición de nuestros orígenes culturales (Marcelo, Marcelus, diminutivo de Marcus, consagrado al dios Marte; Vicente, de Vincens, el vencedor, el victorioso), o de los invasores bárbaros que se desbordaron sobre el imperio romano y al cristianarse sus nombres abundaron en las pilas bautismales por ser apelativos de santos (Alberto, contracción de Adalberto, de adal, “estirpe noble”, y berth, “brillo, resplandor”, “el que brilla por la nobleza de su estirpe”, Rodolfo, Ruodwulf, de hruot, “fama”, y ulf, “lobo”, “el lobo de la fama” o “guerrero famoso”). Pero entre estos orígenes tan naturales ...
Cuaderno de notas de Santiago del Estero