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ESCRITOS El olvido

Olvido de olvidos

La impresión de haberse olvidado de hacer algo es molesta, lo persigue a uno durante el día, debería acordarse, pero no puede

Capaz que a vos también te ha pasado esa sensación extraña de haberte olvidado de algo, pero no sabes qué. Es como que el espíritu sabe que algo que tenías que haber hecho no está ni empezado y por más que haces una lista mental de los deberes del día, no se te ocurre qué puede ser. Y das vueltas por todas partes sin saber exactamente por qué sientes, crees, sabes que algo te falta. Pero qué.
Al revés de otros oficios, el de escritor es arduo, aburrido, rutinario, de otra manera es como que la mano se endurece y no puede balbucear los torpes ensayos que todos los días pueblan este sitio de internet. A la espera de que algún día se te ocurra la gran obra que, a esta altura del camino ya sabes que nunca se te va a ocurrir, todos los días te enancas en un sueño y lo dejas plasmado para siempre en líneas a las que casi siempre les falta mucho más que quince centavos para el peso. Pero insistes, más que nada porque no has aprendido a hacer otra cosa en la vida.
Escribir no es, para vos al menos, el desahogo poético de un vate mirando la luna, pensando qué decirle y que sea nuevo. Es otra cosa, una necesidad vital para ir descartando las ideas que tenías pensadas y que, una vez llegadas al papel, dejarán de molestar en tu cabeza como lo vienen haciendo desde hace tanto tiempo, dando vueltas y vueltas y más vueltas. Hasta que las dejas plasmadas y chau, puedes dedicarte a pensar en otra cosa.
Olvidarse de algo es una sensación parecida al deja vu, sólo que estar seguro de que te has olvidado de algo y no saber qué, es molesto y te fastidia el día. Para peor, sabes que te has olvidado de algo elemental, que es de cajón que debías haber hecho y no lo recuerdas.
Todo el día te ha perseguido esa sensación, desde la mañana del sábado, en el paseo que diste por el centro con tu chango, en el almuerzo, a la hora de la siesta, después cuando merendaste, al salir en bicicleta a dar vueltas como quien hacer algo de gimnasia. No te dejó tranquilo ni un momento del día. A la noche comiste algo en tu casa, la mirada perdida, pero no como todos los días, sino con un dejo de preocupación. Tu mujer te ha dicho que no estabas ahí, con la familia sino en tu mundo. Le has contado lo que te sucedió durante todo el día, pero no hubo caso, ni así te acordaste.

Aquí, lo que sucede cuando un hombre insiste a una mujer para que le entregue la prueba de su amor y ella al final le dice que sí

Quedaste hasta tarde, con ella, mirando cualquier cosa en la televisión, sólo para no dormirte temprano, sabiendo que hoy es domingo y puedes levantarte más tarde. Al final, cansado de no mirar nada en el aparato maldito, lo apagaste, la habitación quedó en la oscuridad y te dormiste.
A las tres y media de la mañana, entre sueños de horribles monstruos que te perseguían por toda tu casa, te despertaste sudando a pesar de que estabas destapado en esta noche fría de invierno. Te levantaste asustado, encendiste la computadora y te pusiste a redactar esta columnita. Te habías olvidado de acordarte de escribirla, como todos los días, para complacer a tantos lectores que, cuando no las mandas a tiempo, te reclaman airados.
Bueno, aquí está. Salvado el día. Vuelvo a dormir. Hasta mañana.
Juan Manuel Aragón
A 30 de junio del 2024, en Atoj Pozo. Volando el barrilete.
Ramírez de Velasco®

Comentarios

  1. Cristian Ramón Verduc30 de junio de 2024, 9:51

    Es evidente que hay oficio.

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  2. Pienso que llega un momento en la vida en el cual uno comienza a contabilizar todo lo hecho y logrado, por encima de lo que quiso hacer y lograr y no consiguió.
    Siempre que uno haya tenido objetivos y expectativas, y haya vivido y obrado siendo fiel hacia la búsqueda de esos objetivos, lo logrado es lo real y es lo que cuenta, sobre todo si con lo que se hizo uno contribuyó a mejorar la sociedad y pudo llegar al corazón y mente de las personas.
    Diría que en el caso de Juan Manuel esa es tarea cumplida.
    Cada tema compartido obliga al ejercicio de la reflexión, opinión e intercambio de ideas. Eso es algo que la sociedad santiagueña, privada por muchos años de la libre expresión, necesita recuperar de manera imperiosa.
    La cantidad de opiniones "anónimas", aún en temas triviales, así lo sugiere.

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