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Mostrando las entradas etiquetadas como Netflix

CUENTO Palabras que precisan cancha

Vikingos morochos Por qué el mundo se está quedando casi sin palabras y acude a los monosílabos y a los dibujitos como forma de expresarse Lo que se va a narrar sucedió en tiempos en que la gente leía. Porque, aunque usted no recuerde, en los tiempos aquellos agarrar un libro no era algo excepcional sino lo más normal del mundo. En ese entonces nadie habría puesto en duda que, para recibirse de algo, pongamos contador o abogado, se debían tragar varios compendios larguísimos y por añadidura quizás uno o varios apuntes escritos por el profesor sobre algo muy particular. Hoy es posible recibirse de cualquier cosa sin jamás haber tomado un libro entre las manos. Pregunte y verá. Antes no se temía leer: un cuento corto tenía tres o cuatro páginas, y llegaba hasta cinco o seis también. Uno más o menos tenía diez y uno bien largo, pongalé, llegaba hasta las 25 o treinta. Y se la bancaba. Hoy muchos tienen serias dificultades para deletrear los zócalos de la televisión, el cartel del almacén

SOCIEDAD El cine versus Netflix

La soledad de las series Los cambios tecnológicos aceleran el proceso de soledad de la gente, volcándola a religiones cada vez más individualistas En los tiempos de antes ir al cine era una actividad social: se iba con la novia, con amigos, con la señora, con los hermanos, con los padres, con los hijos. Unos cuantos preferían ir solos, pero aun así casi siempre hallaban a otros en la sala, viendo la misma película, emocionándose con las mismas escenas, sufriendo hasta el final con el protagonista. Durante unos cien años más o menos, una de las salidas de los sábados a la noche era ir al cine. Las chicas preferían las de amor, los muchachos las de acción. Había algunos que se daban de intelijudos, que iban a ver esas películas europeas que no las entendían ni los directores, a la gente de pensamiento de trazo grueso le gustaba más las argentinas, porque no tenía que leer los cartelitos con la traducción, había fanáticos de las de cowboys y tuve un tío abuelo perdidamente enamorado de So

LIBROS El país de la censura

Stephen King En Estados Unidos censuran libros en las escuelas porque nombran el sexo, el género, los pronombres y la “salud reproductiva” No señor, el sueño de hacer lo que uno quiera no es lo que muchos dicen que es. En el país que ha hecho un culto de la libertad, Estados Unidos, prohíben que los alumnos de las escuelas lean determinados libros porque nombran el sexo, el género, los pronombres y “la salud reproductiva”, sea lo que fuere “salud reproductiva”. Entre ellos hay 16 de Stephen King, preferido de los jóvenes norteamericanos y maestro del terror. Sus maravillosos textos con palabras tranquilas y suaves golpes de efecto, introducen a los lectores en un alucinante mundo de pavor, espanto, que llevan a leerlos —con fruición, con placer— de un solo tirón. Literatura ideal para cualquier edad, por supuesto. Entre otros, han censurado Juego de Tronos, de George R.R. Martin; Dune, de Frank Herbert; Outlander, de Diana Gabaldon; 2001: Odisea del espacio, de Arthur C. Clarke y Forre

MEMES Para qué leer si hay Netflix

El mundo de las letras “Los artistas de la pluma tienen solamente los libros que venden como medio de vida, y van y se los fotocopian en la perra cara” Si hubieran existido las fotocopias en tiempos que los conquistadores españoles llegaban a América, es casi seguro el ahorro que habría significado en controversias a las generaciones futuras como la que pregunta quién fundó Santiago, Juan Núñez de Prado o Francisco de Aguirre. Olvídenlo, no habría ninguna duda. Ese maravilloso invento que hizo más fácil el trabajo de los escribanos, con el tiempo se convirtió en el segundo enemigo de la lectura. El primero fue la televisión. Durante muchos años salía en blanco y negro, comenzaba a las 6 de la tarde y terminaba a la medianoche. Pero aún así atrapó a millones que, de otra manera hubieran agarrado un libro o, aunque más no fuera una revista de historietas. Varias generaciones tomaron la merienda mirando algo en la televisión. Ese “algo” estaba pensado expresamente para atrapar (nos) a los

FAMILIA Cómo debería ser mi yerno

Muñecos de torta    Algunas consideraciones que, por suerte para ella, mi hija no tendrá en cuenta a la hora de elegir un hombre para casarse Primero pedía a Dios que el día que mi hija se casara, eligiera un muchacho con algo de cultura, no digo uno de esos pedantes que creen que se la saben todas, pero sí al menos un tipo que leyera un libro por semana y, si era posible más también. Me daba lo mismo si el que elegía era argentino, italiano, boliviano, paraguayo o japonés. Mis amigos me convencieron de que bajara las expectativas: “Estás pidiendo mucho, ninguno te va a conformar, pedí solamente que de vez en cuando lea un libro”, me indicaron. Entonces bajé mis pretensiones, me empecé a conformar con que agarrara un libro dos o tres veces por año. Aunque fuera Paulo Coelho, insistente y machacón serial de lugares comunes, la Isabel Allende, que escribe para chicas —y chicos por qué no— que quieren tener pensamientos de izquierda, pero no se animan a confesarlo ni saben por dónde emp