Stephen King |
En Estados Unidos censuran libros en las escuelas porque nombran el sexo, el género, los pronombres y la “salud reproductiva”
No señor, el sueño de hacer lo que uno quiera no es lo que muchos dicen que es. En el país que ha hecho un culto de la libertad, Estados Unidos, prohíben que los alumnos de las escuelas lean determinados libros porque nombran el sexo, el género, los pronombres y “la salud reproductiva”, sea lo que fuere “salud reproductiva”. Entre ellos hay 16 de Stephen King, preferido de los jóvenes norteamericanos y maestro del terror. Sus maravillosos textos con palabras tranquilas y suaves golpes de efecto, introducen a los lectores en un alucinante mundo de pavor, espanto, que llevan a leerlos —con fruición, con placer— de un solo tirón. Literatura ideal para cualquier edad, por supuesto.Entre otros, han censurado Juego de Tronos, de George R.R. Martin; Dune, de Frank Herbert; Outlander, de Diana Gabaldon; 2001: Odisea del espacio, de Arthur C. Clarke y Forrest Gump, de Winston Groom. También fueron prohibidos o están restringidos El cuento de la criada, de Margaret Atwood; El color púrpura, de Alice Walker; tres libros de Ernest Hemingway: Por quién doblan las campanas, En nuestro tiempo y Fiesta (publicada en inglés como The sun also rises); Los hombres que no amaban a la mujeres y La chica que soñaba con una cerilla y un bidón de gasolina, de la saga Millennium, de Stieg Larsson; La chica del tren, de Paula Hawkings; Atrapado sin salida, de Daniel Keyes; Matadero cinco, de Kurt Vonnegut y Moll Flanders, de Daniel Defoe. Y muchísimos más, por supuesto.Ya habían sido censurados en algunos Estados de aquel país, los textos de Mark Twain, porque para nombrar negros, escribía la palabra “negros” o, peor aún, fueron reformados para que digan otras palabras, ajenas a la intención del autor.
¿Esto debiera preocupar en la Argentina? Al parecer sí, pues en primer lugar corre el riesgo de ser prohibido el Martín Fierro, no solamente por nombrar al negro como negro o moreno, sino también porque su protagonista se trenza en una payada con un moreno, ¡y le gana!, error imperdonable para los censores de la actualidad. Luego es posible que vayan cayendo uno a uno casi todos los autores clásicos, su lectura será prohibida a los chicos de las escuelas primero y al resto de los lectores después.
A mucha gente no le importará, por supuesto, mientras no prohíban ver la televisión o Netflix, en las que la basura moderna está presente todo el día con sus tiquismiquis sucios, baratos, rastreros y soeces. Sucios porque admiten todo aquello que está en contra de la moral establecida, baratos porque contrata a la lacra de la sociedad para que diga lo que no se animan quienes mueven los hilos, rastreros porque apelan a lo peor del alma humana para conmoverla y soeces porque cualquier grosería tienen permitida para conseguir sus fines.
Es seguro que luego de suprimir a José Hernández de las aulas irán por Leopoldo Lugones (porque en la casita del hornero “la hembra instala” y ya se sabe que adjudicar a priori la condición femenina es pecado de leso modernismo), por Jorge Luis Borges y por todo aquello escrito antes del advenimiento de la nueva moral, que impide, entre otras cosas, llamar al pan, pan y al vino, vino. (De acuerdo a las nuevas normas el dicho sería “a la masa de harina, levadura y agua, cocida al horno, masa de harina, levadura y agua, cocida al horno, y a la bebida que se obtiene por fermentación del jugo de la uva, bebida que se obtiene por fermentación del jugo de la uva”).
El drama, según las nuevas censuras del país de la libertad, son los pronombres: no quieren que se le diga “el” a un varón y “ella” a una mujer, como si el sexo de cada uno fuera una construcción de la voluntad, ¡haga el favor!
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Es obvio que una noticia así no debe tener ninguna repercusión en la Argentina, lugar en que la lectura de libros pasó a ser una actividad totalmente marginal. Con decirle que hoy es posible recibirse de cualquier profesión liberal sin que el alumno haya tocado jamás un objeto parecido a un libro: todos son apuntes o escritos que se pasan en formato digital, PDF, fotocopias o similares. Pero, ¿libro, libro, lo que se dice libro? No señor, muy pocos profesionales han tenido uno a menos de 20 metros de distancia en toda su vida.
Si aquí llegaran a prohibir el Manuel de Cuarto Grado, la Sagrada Biblia, Shunko, de Jorge Wáshington Ábalos, los poemas de Dalmiro Coronel Lugones o La victoria del hombre de Ricardo Rojas poca gente se enterará. Y a muchos menos les importará. Es casi seguro que muchos pensarán: “Mientras siga Tinelli, que se haga agua el helao”.
Posta.
©Juan Manuel Aragón
A 10 de noviembre del 2023, en Paso de Oscares. Tirando pa no aflojar
Los mundos nuevos deben ser vividos antes que explicados decia Alejo Carpentier. Y lo mismo seria para aquellos que no.quieren leer un libro sino la sintesis o un apunte, es como aceptar que las dos bibliotecas la promueven los números que se pretenden y no la realidad que se comprende. Pensar que los aforismos y metáforas nos quitaron el volumen de interpretación para ser versados y no tituladores. Saludos Juan
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