Pintura gauchesca de Molina Campos |
“Luna Cautiva” cantaba esa mujer en un aparato de radio y pensó que había sido una injusticia que el Chango Rodríguez tuviera que ir a la cárcel por eso
En un aparato de radio del mugroso boliche comenzó a sonar “Luna cautiva”, cantada por una tal Soledad. Pensó que era injusto que el Chango Rodríguez hubiera tenido que ir a la cárcel sólo para que cincuenta años después la entonaran revoleando un poncho, como cualquier cosa. Lo mismo que esos otros que había sentido por la radio “Los Nocheros”. Quizás había sido una suerte para los grandes folkloristas de Salta haberse muerto a tiempo para no oírlos cantar con voz de bolero sus inmortales creaciones.
Iba a pedir que apagaran la radio, pero temió molestar al resto de los parroquianos, acostumbrados a eso que el mundo moderno llama “música de fondo”, como si creyeran que viven en una película y son los cowboys.“No es que cante mal la chica esa, no, quién soy para dictaminarlo”, pensó. La cuestión es que algunas canciones no son notas que se solfean correctamente: se debe haber vivido al menos un tiempo para meterse con ellas. Algo parecido al tango. No había que vivir exactamente lo que decía la letra para cantarlo, nada que ver, pero sí salir un poco al mundo, aunque fuera el de la vuelta de la manzana, para después meterse con semejantes dramas.Qué sabrá saber esa, pensó, sobre esos versos: “Tuve que hacer un alto // por un toro mañero // allá en el calicanto// a orillas del sauzal”. Le habrán contado quizás, en una de esas hasta la llevaron al lugar de los hechos, pero ¿vivirlo?, ni por estas. Y por eso ladra las estrofas y se ríe como si en vez de recordar el drama de un hombre anduviera enfiestada con amigos, disfrutando de la vida.
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Haga de cuenta que canta un tango mascando chicle y riéndose a las carcajadas. Con la sonrisa sobradora de un tiempo de pantalones vaqueros elastizados, entona “Sur” o “Fumando espero”. No, amigo, a veces para contarla también, hay que vivir un poco.
Entiende a su padre cuando decía que la juventud ya no respetaba a los mayores. No es que no saluden o que les guste otra música, eso sería lo de menos. El asunto es que hacen de la historia una anécdota y después la cuentan como si no fueran hombres de verdad los que la sufrieron, como narrando algo que nunca les ocurrirá o peor todavía, creen que es una leyenda graciosa de algo que le sucedió a uno que no importa quién era, qué hacía, cómo vivía o por qué luchaba, como si contaran la historia de otro país, no de éste, en el que todos terminamos siendo parientes de todos.
Duda entre quedarse en el lugar mirando un viejo almanaque en que un león reza “Ferro Quina Bisleri” o mandarse a mudar. Tal vez ese cartel está en la pared desde el tiempo de su abuelo, juntando mugre.
Ahora esa Soledad canta una bazofia compuesta con títulos de músicas de Atahualpa Yupanqui. Le dice “Don Ata”, como si fuera la Llesi o el Quevin, a quienes se le puede desear “buen finde”. Quiénes se creen que son para idear semejantes engendros, una letra con los títulos de las canciones de Yupanqui, haga el favor.
Teme que la próxima pieza de esa mujer lo lleve al borde de un ataque de algo. Antes de seguir oyéndola llama al hombre del mostrador. Paga el potrillo de tinto, setenta y treinta. Se manda a mudar. Apenas llegó a la mitad del vaso, no se va a arrepentir.
©Juan Manuel Aragón
A 30 de septiembre del 2023, en Palos Quemados, haciendo sebo
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Haga de cuenta que canta un tango mascando chicle y riéndose a las carcajadas. Con la sonrisa sobradora de un tiempo de pantalones vaqueros elastizados, entona “Sur” o “Fumando espero”. No, amigo, a veces para contarla también, hay que vivir un poco.
Entiende a su padre cuando decía que la juventud ya no respetaba a los mayores. No es que no saluden o que les guste otra música, eso sería lo de menos. El asunto es que hacen de la historia una anécdota y después la cuentan como si no fueran hombres de verdad los que la sufrieron, como narrando algo que nunca les ocurrirá o peor todavía, creen que es una leyenda graciosa de algo que le sucedió a uno que no importa quién era, qué hacía, cómo vivía o por qué luchaba, como si contaran la historia de otro país, no de éste, en el que todos terminamos siendo parientes de todos.
Duda entre quedarse en el lugar mirando un viejo almanaque en que un león reza “Ferro Quina Bisleri” o mandarse a mudar. Tal vez ese cartel está en la pared desde el tiempo de su abuelo, juntando mugre.
Ahora esa Soledad canta una bazofia compuesta con títulos de músicas de Atahualpa Yupanqui. Le dice “Don Ata”, como si fuera la Llesi o el Quevin, a quienes se le puede desear “buen finde”. Quiénes se creen que son para idear semejantes engendros, una letra con los títulos de las canciones de Yupanqui, haga el favor.
Teme que la próxima pieza de esa mujer lo lleve al borde de un ataque de algo. Antes de seguir oyéndola llama al hombre del mostrador. Paga el potrillo de tinto, setenta y treinta. Se manda a mudar. Apenas llegó a la mitad del vaso, no se va a arrepentir.
©Juan Manuel Aragón
A 30 de septiembre del 2023, en Palos Quemados, haciendo sebo
SIEMPRE PENSE ASI DE 'LUNA CAUTIVA' .👍👍👍👏👏👏👏👏
ResponderEliminarMuy de acuerdo, Juan Manuel. Hay interpretes que alcanzan notoriedad y fama por sus dones vocales, arreglos musicales y seleccion de repertorio, pero que le pifian al unificar su interpretación sin transmitir el sentir o sin "vivir" las circunstancias de la historia que las letras expresan.
ResponderEliminarLos Nocheros es para mi un tema aparte. Su folclore de telenovela, con temas de corte seudo-romántico pegajosos e interminables es agobiante.
Totalmente de acuerdo.Muñeca Villagra Giorgi
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