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La estación, imaginada por Jorge Llugdar |
Esa pretendida ciudad es solamente una creación colectiva de la imaginación de los santiagueños, sostenida en el tiempo y siempre activa
La Banda no existe, es una creación imaginaria colectiva de los santiagueños que, en un esfuerzo inaudito de un espejismo colectivo, idearon un pueblo paralelo, con calles de nombres parecidos, casas, gente y hasta un ferrocarril propio. Algunas veces alguien que trabaja en un quiosco en Santiago, un médico, un gobernador, el empleado de un laboratorio de análisis, se proclama bandeño. Pero es sólo un chiste sobreentendido, eso lo saben todos.A muchos santiagueños les sucede que al cruzar el puente Carretero con un pariente o alguien de otra provincia, les dice: “Oye, ¿no era que había una ciudad aquí?”. Y hay que explicar de nuevo el asunto del establecimiento colectivo de una ciudad al otro lado del río, con una historia particular, leyendas, personalidades y hasta personajes populares.Algunos sostienen que fue una broma ideada por Orestes Di Lullo o quizás Bernardo Canal Feijóo. Otros dicen que una noche de whisky y jazz, en la casa del viejo Mariano Paz, el prócer digamos, uno de los contertulios propuso crear una ciudad fantasmagórica del otro lado del Dulce, un juego para que los santiagueños tuvieran de qué hablar cuando se les acabasen los temas de conversación. Alguien, en esa reunión, propuso llamarla Santiago del Estero II, pero otro, con buen tino dijo que mejor dejarla nomás sin nombre porque, arguyó: “La otra banda del río es nomás la otra banda del río”. Y por eso la nombraron La Banda, dejándola para siempre sin nombre, un adjetivo cualquiera, como si se llamara “La Vereda de Enfrente”.
La historia sostiene que en esas reuniones idearon sus mitos fundacionales, el Ferrocarril, las fincas perfumadas, el Cruce, Cariñito, el mercado Unión con Atoio y todo, el Canalito, Santiago Apóstol y el otro lado de la vía. El resto lo fue creando la imaginación popular que, año tras año le inventó elecciones municipales, festivales, esquinas típicas, confiterías, clubes, maestras, escuelas, rivalidades futbolísticas, uno o dos gobernadores, veredas arboladas, barrios, peleas y reconciliaciones y hasta familias típicas y reconocidas.
Es increíble lo que hace un pueblo con imaginación cuando se pone de acuerdo para formar una ciudad perdida en la neblina de recuerdos impuestos, tradiciones apócrifas y fábulas bien contadas. Hay gente que evoca falsamente haber ido a bailar a un club, el Olímpico, o dice que tuvo un amor en esa ciudad o asegura haber estado en una fiesta, la presentación de un libro o comido en una parrillada, “El Santafesino”, del que ahora también fantasean con que desapareció.
Si se pregunta a cada santiagueño si La Banda existe, dirá que sí, que queda para allá, señalará qué calles se deben tomar para llegar y hasta posible que sostenga que tiene un amigo o varios y que son buena gente. Es increíble observar la seriedad con que todos aseguran que existe.
Basta con que alguien cruce el río para que se percate de que no hay nada del otro lado, sólo montecitos ralos, algunas fincas y, últimamente, casas de fin de semana de la gente pudiente de Santiago, que busca la tranquilidad y la paz, alejada del ruido y la locura de esta ciudad.
Los viejos que a principios del siglo pasado se reunían en la casa del viejo Mariano Paz, quizás no sepan que, con los años, la fértil inteligencia de los santiagueños trazaría otras leyendas, una estirpe de músicos viviendo en un barrio que en otro tiempo quedaba a la orilla de un lago artificial, un festival de música, un día para festejar su soñada y nunca ocurrida fundación, cosas así.
Hay que decirlo, cuando había diarios en Santiago, contrataban escritores que imaginaran noticias de La Banda para continuar con la gran obra colectiva de todo un pueblo, hermanado en la tarea de conservar en la imaginación, la fantástica ilusión de dar vida a una ciudad que existe, pero solo en los misteriosos trazados de la memoria colectiva.
Hay un acuerdo entre los santiagueños, que sostiene que, de vez en cuando alguien debe sacar a luz la verdadera esencia de lo que algunos estudiosos han dado en llamar “Mito Bandeño”, tarea que hoy le toca a este humilde sitio de internet, perdido en los pliegues de la inmensa nube de referencias.
La media docena de amigos que se toman el arduo trabajo de leerla, han de sonreír ante la ocurrencia del recuerdo de esta leyenda. Dirá quizás: “Miralo a este, recordando lo obvio, como siempre”.
Y seguirá su vida, como todos los días.
Juan Manuel Aragón
A 29 de junio del 2025, en el Policlínico que antes era. Rumbeando a Santiago.
Ramírez de Velasco®
Hasta le han inventado un candidato para las próximas votaciones. Dicen que para esa feCha ba y dicen que va muy bien. Dicen, pero capaz que es pura imaginación.
ResponderEliminarY por la orilla del canalito camina Carlos Carabajal con su guitarra al hombro. Va a buscarlo al Garganta y fierro para que con su ostentosa voz le cante una chacarera.
ResponderEliminarNo sé si habrá sido un espejismo, pero toda mi vida he disfrutado con deleite el kipi, las sfijas, la tripa rellena con cuajada y los niños envueltos del sirio libanés.....y se sentía bien real.
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