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Mostrando las entradas etiquetadas como Gallinas

CAMPESINO Todavía venden cachiyuyo

Locro del mercado Armonía Por los puestos de arriba del mercado armonía paseaba un espanto, olvidado por el Manso, el sol o la empresa Santa Ana Dicen que en el piso de arriba del mercado Armonía, las noches de invierno sin luna ni luces en la Tucumán o en la Absalón, solía pasearse un campesino olvidado por el Manso, el Sol, el Santa Ana, caminando como si buscara algo entre los cerrados puestos de achuras, cabritos, gallinas, artículos regionales. Los policías que quedaban de guardia decían que siempre preguntaba lo mismo, cuánto faltaba para que saliera el ómnibus y si tenía tiempo de comer un sánguche más antes de que fuera la hora. Otras veces los solitarios pasos del espanto solían oírse en la planta baja, ambulando de los puestos de verduras a los bichitos del agua, de ahí a la venta de mondongo, pasando por los humeantes platos de locro que todos los días, hiciera frío o calor, la Lily sabía tener preparado para su distinguida y fiel clientela. Sin esos campesinos, el mercado h

UTOPÍA El Fruto

Chica con manzana Una viejísima narración, contada otra vez, casi con las mismas palabras, solamente porque el público se renueva Cuando pasaba la lluvia buscábamos caracolitos que el mar traía a la playa, mientras observábamos la costa del continente, que se alzaba a lo lejos. Nunca habíamos intentado cruzar lo que llamábamos el Canal. Creíamos que era miedo de hallar algo hermoso del otro lado, después de lo cual no querríamos regresar más. Vivíamos bien, cada uno en su choza, con su mujer, sus hijos, sus gallinas, sus patos, sus cerdos, sus vacas, los utensilios de labranza, el sembrado. Si llovía juntábamos agua en unos tachos para bañarnos cada uno en su casa, pero si no llovía íbamos al arroyo a bañarnos desnudos, todos juntos, en familia, grandes y chicos y chapotéabamos y jugábamos tirándonos agua. A veces venía de visita El Que Tiene Un Nombre Que No Estamos Autorizados A Pronunciar, conversaba un rato con nosotros y lo hacíamos reir con nuestras ocurrencias. Estaba contento,

CUENTO Hortensia

Imagen de ilustración Después de tres días de luvia en el campo, de tanto comer gallinas creíamos que nos iban a salir plumas y alas Martín mostraba cómo trenzar un cuero. Llovía a cántaros sobre aquel pago, al que tantos años fui de felices vacaciones, a orillas de un saladillo cruel, poblado de churquis, jume, palo azul, suris y algunas islas de monte cortando el horizonte. Las gallinas andaban ateridas de frío bajo la galería, quietas, duras, como esperando que pillemos alguna para tener al menos el calor del guiso. “Primero tuerces éste, luego este otro, después das vuelta así, vuelves a pasar por aquí, de nuevo una vuelta y empiezas de nuevo. Siempre debes tener los tientos ajustados, pero no tanto, para que la obra te salga prolija”, explicaba Martín, mientras movía hábilmente sus manos para el trenzado de cuatro. Lo miraba sólo para pasar el aburrimiento, porque a esa altura de la vida, mire si iba a atender cómo se hacen obras, como llaman en el pago a los trabajos con cueros.

BISABUELO Enanos de jardín

La familia de antes A quienes pretenden que no se tiren abajo las casas viejas de Santiago, el consejo es que las compren y las conserven como quieran Aviso para los que quieren conservar Santiago como era antes, con sus comercios, sus casas antiguas, sus patios enormes, sus frescos zaguanes, su fondo con limoneros. Cómprenlas y déjenlas tal cual, no las cambien, instalen las momias de sus viejos habitantes, lleven de nuevo a los niños que antes fueron, hagan que por la puerta pasen las marchantas con gallinas vivas, algarroba, tortilla al rescoldo, tamales, huevos caseros, mandarinas robadas en fincas de La Banda. Compren todas las casas del centro si quieren, nadie se opone ni los detiene, son dueños. Píntenlas del color que más le guste, barnicen sus puertas, instalen camas de bronce y pongan pelelas debajo de cada una, conserven el baño con inodoro y cadena, bañera con pie, espejos biselados, máquinas de afeitar a puro yilé y bidet marca “Pescadas”, celeste y bien visible. Pongan m

DELINCUENCIA Apología de un ladrón

Gallinas en el árbol “Dicen los que saben, que en las leyes del hampa este oficio figura en el último peldaño de la escala social” El ladrón de gallina es un humilde trabajador nocturno. Es posible robarlas de día en un descuido de las amas de casa, pero es más fácil ampararse en las sombras de la noche luego de haber estudiado convenientemente el árbol al que trepa el ave para dormir, atraparla de un solo manotón, ponerla en una bolsa y huir raudamente con ella bajo el brazo. Algunos disimulan y silban bajito, por las dudas. Dicen los que saben, que en las leyes del hampa este oficio figura en el último peldaño de la escala social, debajo incluso de la del soguero, quien —como su nombre deja traslucir— es el que hurta ropa tendida en el alambre del fondo de las casas, en la soga, báh. De vez en cuando el soguero se apodera de un caro par de zapatillas, una camisa o un pantalón de marca o, aunque más no fuere, el corpiño de una de las bellezas del barrio, que luego obsequiará a su novi

MENTIRA Mejor el campo

Vacas del pago Una de las tantas leyendas urbanas sostiene que hay romanticismo en medio de la naturaleza; pero no es cierto. Aquí le cuento por qué 1 La gente del campo es tranquila, la gente de campo es buena. Pregunte a uno del campo y le va a decir que en el pago hay tantos reverendos hijos de puta como aquí, sólo que tienen mejor prensa. Como hay menos gente, también hay menos delincuentes. 2 La gente del campo caza una corzuela, come corzuela, caza una perdiz, come perdiz. ¿Por qué no se pregunta entonces qué come cuando no caza ni un sorete? Ah, usted cree que todavía no usan dinero para sus transacciones. 3 Si no tienen plata para comprar carne, matan un pollo y no gastan. ¡Claaaro!, ¿se cree que el maíz es gratis? ¡Ah!, ¿se tragó el verso de que las gallinas comen bichitos o viven del aire?, pero mire qué pelotudo que había sabido ser. 3 (bis) Si se enferman tienen recetas ancestrales, hacen preparados con yuyos, sacan remedios de la naturaleza. Pero si quieren curarse van al

RELATO El más ladrón entre los ladrones

Las multitudes tienen razón “Durante un tiempo todo fue aprendizaje hasta que uno de los grandotes quiso quedarse con lo que yo había hurtado en buena ley en el mercado” Usted tiene que oir mi historia, cuando la sepa entenderá por qué, en el devenir de las cosas, si se vuelve el tiempo atrás y se mueve una brizna de pasto, todo cambia para adelante y nada vuelve a ser como antes. Debe saber también que no todo está escrito en el libro de ninguna vida, hay acontecimientos extraordinarios que lo cambian todo en un instante de furia de las gentes, siempre alevosas cuando les dan la oportunidad. Si sabe leer entre líneas, sabrá también de qué manera me introduje en la vida de la humanidad   hasta tener el control de todo lo que hay bajo el cielo, sobre todo el alma de las mayorías. Pero, no se apure, contaré mi vida paso a paso, en un prieto resumen. No es por justificarme, pero de chico supe a qué se dedicaba mi padre, un ladrón de gallinas, cabras, ovejas. Poca cosa, no hurtaba a los r