Locro del mercado Armonía |
Por los puestos de arriba del mercado armonía paseaba un espanto, olvidado por el Manso, el sol o la empresa Santa Ana
Dicen que en el piso de arriba del mercado Armonía, las noches de invierno sin luna ni luces en la Tucumán o en la Absalón, solía pasearse un campesino olvidado por el Manso, el Sol, el Santa Ana, caminando como si buscara algo entre los cerrados puestos de achuras, cabritos, gallinas, artículos regionales. Los policías que quedaban de guardia decían que siempre preguntaba lo mismo, cuánto faltaba para que saliera el ómnibus y si tenía tiempo de comer un sánguche más antes de que fuera la hora.Otras veces los solitarios pasos del espanto solían oírse en la planta baja, ambulando de los puestos de verduras a los bichitos del agua, de ahí a la venta de mondongo, pasando por los humeantes platos de locro que todos los días, hiciera frío o calor, la Lily sabía tener preparado para su distinguida y fiel clientela.Sin esos campesinos, el mercado habría sido otro, no tan nuestro, no tan auténticamente santiagueño, le habría faltado el sabor que sabían traer desde el fondo de los inmensos desiertos de la provincia, sal, jume y tropillas de suris corriendo a lo lejos, arbolitos de mi tierra, crespos de vainas doradas y soledad de quimiles hecha adiós en sus espinas.Sin ellos, que somos nosotros mismos, antes de venirnos a vivir aquí, el mercado estaría vacío y en una de esas tendríamos que salir a buscarlos, uno por uno, a decirles que regresen, que nos perdonen, que no les hemos hecho nada, por favor, vuelvansén que los esperamos con los brazos abiertos, como siempre, che.
A muchos nos gustaba confundirnos con ellos, ir al mercado de zapatillas blancas relucientes, peinado al medio, camisa prendida hasta el cuello y pantalón vaquero bien planchado, sentarnos tímidamente en alguna lejana mesa de un puesto cualquiera y pedir ensalada de pata, pollo al horno, milanesa a la napolitana, quipi, pizza, empanada de bagre cuando había, o guiso de chanfaina, tan rico que te lo sabía ser.
Por eso lo entendíamos al fantasma que dicen que daba vueltas por el mercado. Quizás porque los santiagueños, cuando imaginábamos que viajaríamos para el lado del silencio, queríamos un Cielo que nos permitiera volver para espantar a los lugares amados: no solamente el mercado Armonía, sino también el Cristo del parque Aguirre, los carnavales de Árraga, el barrio Juramento.
Ahora que ese Cielo ha muerto y las luces de la modernidad alumbran las últimas madrugadas que siguen siendo en estos pagos, muchos se han olvidado del paisano que daba vueltas por la parte de Arriba del mercado, yendo de las chicas Carabajal a la doña que vendía yuyos, pasando por lo del chango que los viernes traía vizcachas recién cazadas para vender.
Hay un mercado que no existe más dando vueltas y más vueltas entre los puestos que antes sabían ofrecer gallinas vivas y la tía Nieves, a quien un día alguien le quedó debiendo media docena de empanadas y nunca más volvió a pagarle, simplemente porque no tenía plata.
Con la crisis que hay, es muy posible que el próximo verano los santiagueños vayan de nuevo a comprar barras de hielo para enfriar las bebidas.
Todavía venden cachiyuyo, vaya y pregunte. No está tan caro.
Juan Manuel Aragón
©Ramírez de Velasco
Eh... buenísimo Juancho...excelente relato..sococortaziano...pero más nostalgioso..al menos para mí...
ResponderEliminarUNA HERMOSURA ESOS RECUERDOS.!!!!
ResponderEliminarMuy bueno Juan, estaba pensando justamente en ir al mercado, a comprar una sillita para ponerle a una de mis nietas en la mesa de domingo y un abanico de junco, para ver los partidos sin prender el aire, antes de que la factura me obligue a verlos transpirao nomás.
ResponderEliminarUn mercado debe tener las energias del pasado, lo vivido y por vivir para que en efecto contrario generen ese tumulto habilitante de la dinámica de la búsqueda aunque le quiten lo armonioso al Armonia. Gran visión de la realidad en tu escrito Juan
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