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Mostrando las entradas etiquetadas como Miedo

UTOPÍA El Fruto

Chica con manzana Una viejísima narración, contada otra vez, casi con las mismas palabras, solamente porque el público se renueva Cuando pasaba la lluvia buscábamos caracolitos que el mar traía a la playa, mientras observábamos la costa del continente, que se alzaba a lo lejos. Nunca habíamos intentado cruzar lo que llamábamos el Canal. Creíamos que era miedo de hallar algo hermoso del otro lado, después de lo cual no querríamos regresar más. Vivíamos bien, cada uno en su choza, con su mujer, sus hijos, sus gallinas, sus patos, sus cerdos, sus vacas, los utensilios de labranza, el sembrado. Si llovía juntábamos agua en unos tachos para bañarnos cada uno en su casa, pero si no llovía íbamos al arroyo a bañarnos desnudos, todos juntos, en familia, grandes y chicos y chapotéabamos y jugábamos tirándonos agua. A veces venía de visita El Que Tiene Un Nombre Que No Estamos Autorizados A Pronunciar, conversaba un rato con nosotros y lo hacíamos reir con nuestras ocurrencias. Estaba contento,

NARRACIÓN Mi primera vez

Afrodita y Adonis, Antonio Cánova Cómo contar una experiencia primeriza, sobre todo cuando uno no fue, lo que se dice alguien especialmente precoz La primera vez fue con la de mi padre. Sabía que no le iba a gustar, pero no me importó, porque también tenía derecho a ser hombre, ¿no? Por suerte nadie se dio cuenta. Si bien fue placentero, no fue lo que esperaba, porque me imaginaba un proceso más dulce, digamos, que no fuera tanto para abajo y para arriba. A pesar de que era mi primera vez no sentí miedo, sí algo de aprensión y desconfianza. Tuve que esperar a que se fueran todos. Pensar, me dije en ese momento, cuando era chico tenía terror de quedarme en la casa sin nadie de la familia, pero ese día me sentí muy bien al saber que experimentaría la felicidad de tenerla solamente para mí. No lo haría de la misma forma que antes, como si estuviera jugando, sino de verdad. Todos los hombres —creo— hemos sentido esa primera vez de una manera parecida y a la vez distinta, especial, con algo

PAREJA En un oscuro callejón, extraña posición

La primera vez Un cuento para pensar en las implicancias de algunos actos mientras una vocecita dice “no lo hagas” En ese momento sólo se me ocurrieron frases de ocasión, como: “Siempre hay una primera vez”. Ella estaba nerviosa y entendía, pero qué le íbamos a hacer, así es la vida, estábamos en el lugar adecuado y el momento era ideal. Le largué una frase tras otra: “Si no lo haces ahora nunca vas a saber cómo es”, “si no te gusta, no lo hacemos más y listo”, “te prometo que después nunca más te lo pido”. Ella seguía indecisa. Por momentos se quería ir, empezaba a caminar para el otro lado hasta que le agarraba el brazo y la hacía volver. No se mandaba a mudar con muchas ganas tampoco, por eso le insistía. Si hubiera tenido un “no” bien firme, dicho con el énfasis justo, no le habría pedido más. Pero en sus ojos veía que por momentos quería decir que sí. Tenía miedo, era comprensible. Era extraña su posición, porque durante varios días me había insistido para hacerlo. Le dije: “Mirá

OPINIÓN Qué somos

Vacunarse para no morir Muestra, en una pequeña dosis, de la manera de pensar de muchos en la Argentina ¿Sabe qué somos los argentinos? Le cuento, nos dijeron que intentemos pasar las fiestas con la menor cantidad posible de gente, para que no se desparrame el coronavirus, ¿vio? Entonces nos amuchamos en reuniones familiares interminables y nos besamos y abrazamos con amigos, suegros, cuñados, primos, nueras, sobrinos, tíos, yernos, abuelos, conocidos, vecinos, gente que pasaba por la calle. Qué voy a creer que nos contagiemos en una fiesta, pensamos. Al tiempo nos advirtieron que no estuviéramos en reuniones multitudinarias. Fuimos a todas las que pudimos, sin faltar ni a una sola. Asistimos a partidos de fútbol, de básquet, a bailes, veladas, cerveceadas, recepciones, juntadas, confiterías, restaurantes, galas, fiestas de quince, kermeses, riñas de gallos, saraos, té infantiles orgías de todo tipo, estuvimos en el el cine y el teatro cuanta más gente había, mejor. Total, nunca pasa n

CUENTO ¡Shoncko!

Dibujo de Molina Campos Tomado de su libro “Platita, cuentos”, publicado en 1999. -Shoncko. Su nombre resonó en la fría noche de invierno en Sol de Mayo como un escopetazo al lado del oído. Estábamos mi abuelo, la Sara, que era la cocinera, su nieto Raúl y yo. Mi abuelo había leído en el diario que de nuevo Shoncko se había escapado de la policía y posiblemente andaba por el departamento Jiménez, en Santiago. En esa época algunos lo querían comparar con Mate Cosido, que lo que robaba a los ricos se lo daba a los pobres. Años después me enteré de que no era cierta. Era cuatrerito de tres por cuatro, que mataba vacunos de puro gusto nomás. Se decía que enlazaba animales yeguarizos solamente para prenderles fuego en la cola. Mi abuelo anunció que esa noche cerraría muy bien con tranca las puertas de la gran casa de Sol de Mayo. Y la despidió temprano a la Sara. Shoncko. su nombre me retumbaba en la cabeza como un gran miedo. Años después, su figura está asociada a la fría y dura noche de