Escritor, ilustración nomás Cómo aparentar ingenio redactando recetas literarias absurdas, con exageración y estilo cultivado y, por favor, breve Para dar instrucciones, lo lógico sería, antes que nada, instruirse uno mismo. Tenga cuidado con este punto, porque casos se han visto de futuros instruidos que sabían más que el instructor. La única forma de librarse de esta carga es hacerse jefe: el que sabe, sabe y el que no sabe es jefe. Paso uno: jamás comience una instrucción con la palabra “primero”. Suena obvio y lo obvio espanta. Empiece por lo secundario, lo irrelevante, lo accesorio: “para freír un huevo asegúrese de que la ventana esté abierta”. Así el lector entiende que no se trata de cocinar, sino de un rito sagrado. El buen instructor nunca explica, siempre complica. Las instrucciones para ser precisas deben ser parcas, de qué sirve que alguien instruya sobre la forma de abrir una botella, si tiene más de media página. Empero las instrucciones acerca de la manera de construir ...
Cuaderno de notas de Santiago del Estero