Ir al contenido principal

Entradas

Mostrando las entradas etiquetadas como Oscuridad

CUENTO Fúnebre presencia

Aguaitándome “En ocasiones la luna hace miles de preguntas sobre las tinieblas que se proyectan sobre la tapia de atrás” Cuando el verano empieza a hacer la noche más temprano, suelo tener un poco de aprensión si debo ir al patio, ya sea a levantar la ropa, a entrar la pala que dejé afuera o a poner el plástico negro con el que protejo el limonero de la helada. Creo que algo me está mirando desde adentro del galponcito del fondo o desde el rincón opaco que acude a hacer una sombra desde el irregular techo del vecino. Si mi mujer me pide que cierre la persiana y la ventana, antes de dormir, no quiero ni mirar afuera, se me hace que, desde el patio, oculto y nebuloso, me observa paciente, esperando quién sabe qué para darse a conocer. Vivo en esta casa desde siempre, aquí jugué de chico, en la sala, al lado de la cocina, velaron primero a mis abuelos, luego a mis padres y supongo que algún día me llorarán a mí. A nadie he contado este vago temor que me sube por las venas cada vez que rec

CORAZÓN Santiago late en sus calles y avenidas

Hacia dónde va la gente Descripción del movimiento de una ciudad que siempre corre hacia alguna parte La ciudad hiberna durante la noche, con espasmódicos autos pasando a deshora, quizás llevando a un enfermo, tal vez a un amante que vuelve a su casa, aguaitando el ruido de cadenas de los seres que la pueblan y que jamás se dejan ver. Sus calles permanecen umbrías, un gato cruza de vereda de vez en cuando, un canillita de los pocos que van quedando pasa en su bicicleta, una pareja se besa bajo la oscuridad de un naranjo, a lo lejos los perros le aúllan a la luna. Un rato antes de las seis, el corazón vuelve a latir, primero con timidez, luego cada vez con más fuerza, hasta que se siente venir el río y una avenida incontenible se desborda por sus principales arterias. Laten con fuerza las ruedas contra el pavimento, el ruido de motores es imparable, hay alguna frenada amanecida. Desde lejos se siente un rumor sordo, un sonido apagado que ya no se detendrá durante toda la jornada. Pero e

RELATO A cazar vizcachas

Vizcacha Hugo Estanislao Lescano* Todo un acontecimiento cuando Gumi Silva nos invita una noche a cazar vizcachas. Hay tres vizcacheras, una en la lomada grande cerca la represa; la otra, como yendo a la casa de Segundo Ibarra; la tercera, un poco más lejos en Pampa de los Toros, lugar que se encuentra en medio del monte, cerca del camino que lleva a Concepción. Es un gran claro, donde la gente comenta que pelean los toros. Gumi nos dice a Charly y a mí, (José sabe de esto) la luna esta chica, sale medio tarde, nosotros vamos temprano y aprovechamos la oscuridad. ¿Y qué llevamos? Pregunta Charly. Tres buenas linternas, dos escopetas, (una de 16 mm propiedad de Gumi, otra del mismo calibre, pero de dos caños que es de don Macario); 5 o 6 cartuchos cada uno, ¿para qué más?, un cuchillo filoso, una bolsa de arpillera y una botella forrada llenita de agua. Antes de salir, —dice tía Clementina– con cuidado Gumi, no hagas tonteras, después de las once la vizcachera del toro es muy peligrosa.