Ir al contenido principal

ETIMOLOGÍA Las flores como nombres de mujer

Mujer, una flor entre flores

Nota inédita hasta hoy, escrita por el padre del autor de este blog

Por Juan Manuel Aragón
La gran mayoría de los nombres propios españoles viene del hebreo y nos han llegado a través de la Biblia (Noemí, “dulzura, delicia”, Ruth I,20; Josefina, diminutivo de Josefa, femenino de José, el hebreo Yosef, “Dios añadirá”), o del griego y el latín y los hemos recibido por la tradición de nuestros orígenes culturales (Marcelo, Marcelus, diminutivo de Marcus, consagrado al dios Marte; Vicente, de Vincens, el vencedor, el victorioso), o de los invasores bárbaros que se desbordaron sobre el imperio romano y al cristianarse sus nombres abundaron en las pilas bautismales por ser apelativos de santos (Alberto, contracción de Adalberto, de adal, “estirpe noble”, y berth, “brillo, resplandor”, “el que brilla por la nobleza de su estirpe”, Rodolfo, Ruodwulf, de hruot, “fama”, y ulf, “lobo”, “el lobo de la fama” o “guerrero famoso”).
Pero entre estos orígenes tan naturales que han dado nacimiento a nuestros nombres, también hay una curiosa fuente de nombres femeninos: las flores. Y aquí van algunos nombres de mujeres y de flores.
Amapola. Del árabe habba baura, “grano de barbecho”, aludiendo a que la planta crece en tierras que están en descanso. Por admiración a sus flores su nombre fue adjudicado a hijas mujeres.
Amarilis. En griego es “brillar, resplandecer”, tomó la flor su nombre por brillante y resplandeciente, que pasó a nombrar mujeres –especialmente pastoras en la literatura clásica. También fue nombre de personajes de la literatura española del siglo de oro.
Anacaona. Es nombre taíno de una princesa india de la isla de Santo Domingo ajusticiada en 1502. Es conocido en las Antillas, tanto en su forma original, Anacaona, como en su forma española, “Flor de oro”. El nombre en griego tiene la forma Crisanto, con el mismo sentido que el apellido judío Goldblum.
Anémona. El nombre de esta planta viene del griego, ”viento, aire”, ya que la anémona –según dicen– no florece sino cuando sopla una suave brisa. Que el nombre de una planta se aplique a una mujer se debe a la comparación con sus bellas flores.
Antusa. No es nombre de una flor determinada, sino que viene del griego y significa “florecer”. Antusa es “la floreciente”, que si bien no es nombre de flor le anda cerca y corresponde al mismo propósito de comparar mujeres y flores. Hubo por lo menos dos santas Antusa, mártires las dos, una del siglo II y la otra del III.
Azalea. El nombre de este arbusto de hermosas flores, de la familia de las ericáceas, en latín es igual, azalea, y en griego significa “seco, árido, sin agua” por las características de esta planta xerófita. El nombre de mujer en inglés toma las formas Azalea, y Azalee, y en portugués Azálea.
Azucena. Del árabe açuçena, nombre que se refiere a la blancura y a la pureza del lirio en su relación metafórica con la mujer.
Begonia. La begonia es una bella planta americana que los botánicos no sabían cómo llamar, fuera porque los indios no le dieran nombre o porque ellos no aprendían las lenguas aborígenes de América. Así que Plumier, botánico francés del siglo XVII, a esta planta la llamó begonia en honor a Bégon, intendente de Santo Domingo.
Bugambilia. Es el nombre vulgar –con la variante Buganvilia– de una enredadera espinosa, trepadora, de adorno, descubierta y llevada a Europa por Antonio de Bougainville. De esta planta, que parece ser más apreciada como enredadera de jardín o de invernáculo que por sus flores –pequeñas y de tinte verdoso– se conocen siete especies.
Camelia. El padre Camelli, jesuita italiano, a fines del siglo XVII llevó del Asia tropical a Europa un arbusto de bellas flores. El sabio Linneo a este arbusto lo nombró camellia en honor al sacerdote que lo hiciera conocer. Por la belleza de su flor este nombre, Camelia, se ha convertido en nombre de mujer. El apellido Camelli, del sacerdote que se ocupara de su difusión, viene del latín vulgar camellus, del latín clásico camelus, nombres del animal derivados del semítico –gamal en árabe– lo que podría llevar a un etimologista despistado a suponer que el nombre Camelia, nombre que es como un piropo por corresponder a una bella flor, tuviera algo que ver con el jorobado cuadrúpedo que resulta tan poco apropiado para nombre femenino
Celiflora. No es nombre de flor, pero merece integrar esta lista pues viene del latín Cœliflora, de cœlum, “cielo”, y flos, “flor”, es la flor del cielo aunque no sea flor de una planta.
Clorinda. Igual que el anterior éste tampoco es nombre de flor pero merece entrar en la lista, pues procede de Cloris, diosa griega de las flores, cuyo nombre significa “verde”. Su terminación en –linda es una abreviación de nombres germánicos, como Teodolinda, Belinda, Adelinda, y en estos casos –linda es una deformación del germano lent, “flexible, suave”, raíz de la que también procede el latín lentus, “flexible, tenaz, lento”, el alemán lind, “suave”, y el inglés lithe, “flexible”. El animal flexible por excelencia, la serpiente, en antiguo alto alemán se llamó lenthaz, lind, y la planta de tilo se llamó lind por la flexibilidad de su madera. De tilo se hacían los escudos, y por sinécdoque lind pasó a significar escudo. Así Teodolinda viene de Theudelinde, “el escudo del pueblo”. De modo que linda nada tiene que ver con el español y el italiano linda, femenino de lindo.
Crisanta. En griego el nombre es ”oro”, y “flor”, “flor de oro”. Nombre de una planta, originaria del África y de Europa, con flores de un color amarillo rosado. Ver Anacaona.
Crisantema. Nombre de mujer y de la planta de flores doradas. Ver Crisanta.
Daisy. Es nombre inglés, hipocorístico de Margaret, Margarita, pero también usado en la actualidad en países de habla hispana. La planta de margarita en anglosajón se llamaba daeges eage, “ojo del día”, por su peculiaridad de abrirse a la mañana, que en inglés se diría day’s eye.
Dalia. El siglo XVIII hubo un sabio botánico sueco llamado Dahl. Cuando se estudiaba la flora de esta América nuestra que tenía plantas distintas a las del Viejo Mundo, el botánico Cavanilles a una planta mejicana de bellas flores la llamó dahlia, en homenaje a Dahl. Con el tiempo, como es lógico y saludable, la palabra se españolizó perdiendo esa hache tan innecesaria, quedó en dalia la planta y por la belleza de sus flores se extendió su cultivo a otros países fuera de su Méjico natal y recorrió el mundo convertido en nombre de mujer.
Flor. Este simple sustantivo, flor, también es nombre de mujer. Muchas veces nos hallamos con Flores que son hipocorísticos de Florencias y de Floras, pero también es nombre propio en su forma simple y original: Flor. Corresponde al nombre francés Fleur, al gótico Bloma, a los ingleses Flower y Blossom. En cambio, el italiano tiene Fiore y Fiorella que no son florecientes sino derivados del nombre Ferdinanda, Fernanda.
Flora. Femenino de Floro, viene del latín flos, flor. Su raíz indoeuropea es bhel, bhle, bhlo, con el sentido de “hoja, flor, florecer”, “brotar, germinar lozanamente”. Cierto parentesco con el gótico bloma, el alemán Blume, el inglés bloom. Entre los latinos Flora era la diosa de las flores y de la flora, la diosa de la primavera. Figura en el santoral católico por una santa mártir romana del siglo III, una vir-gen española sacrificada en Córdoba a mediados del siglo IX y una religiosa francesa del siglo XIV. En francés el nombre es Flore con el diminutivo Florette, y en italiano tiene la variante Floria.
Florencia. Femenino del latín Florentius, derivado de Florens, o sea “floreciente”, “el que está en flor”. En Chile a las Florencias les llaman Poncha. A Florencia le corresponde el italiano Fiorenza, pero no el inglés Florence, pues éste es el gentilicio de los naturales de la ciudad de Florencia.
Florinda. Directamente debe ser tachado, excluido, discriminado, pues no entra en esta lista floral. Florinda viene del germano Froilinda, de froi, “amo, señor”, y lind, “escudo”. No es ninguna flor linda.
Gardenia. La gardenia es una planta originaria del Asia oriental, que ha recibido este nombre en homenaje al doctor Alejandro Garden. Las gardenias son arbustos, rara vez árboles. En climas templados se cultiva al aire libre y en países fríos en invernáculos con mucho calor, luz y humedad. El hecho de que garden en inglés signifique jardín puede llevar a la confusión de suponer que el nombre de esta flor se deba a ser planta de jardines, pero nada que ver: fue una casualidad que el botánico así homenajeado se llamara garden. Que Gardenia se use como nombre femenino se debe a la belleza de sus flores grandes, blancas, amarillas o violetas, todas fragantes.
Hortensia. El latín tuvo el sustantivo hortus, con el sentido de “cercado”, “cerrado”, y que ha dado origen a nuestra palabra huerta. Después a hortus los latinos le dieron el sentido de “jardín”, de modo que hortensia vendría a ser “la jardinera”. Pero la planta que nosotros conocemos como hortensia es de origen japonés, arbusto que se cultiva por la belleza de sus flores y al que el botánico Commerson llamó hortensia en homenaje a Hortense Lepaute, esposa de un célebre relojero francés del siglo XVIII. Vemos que hortensia es nombre de planta y de una bella flor, por lo que merece ser nombre de mujer, pero antes de conocerse esta planta japonesa las mujeres ya lo usaban, pues si aún no aludía a una planta ya se refería a un jardín. La actual desidia y desinterés por la correcta escritura lleva a que muchas veces, incluso en documentos oficiales y en nombres de barrios, en lugar de Hortensia se escriba Hortencia.
Jacarandá. En guaraní yacarandá significa “de fuerte olor” y es nombre de un árbol del trópico americano de la familia de las bignoniáceas, que suele florecer dos veces al año cubriéndose de delicadas flores azules, cerúleas en algunos casos y algo más claras en otros. El nombre guaraní de la planta se ha extendido hasta Méjico, aunque en el noroeste argentino perdure su nombre quichua, tarco. Jacarandá no es sólo una planta bella y muy florida sino también una palabra sonora, por lo que se ha hecho nombre de mujer, pero a nadie se le ocurriría bautizar Tarco a una hija porque la flor tendrá el mismo esplendor, pero la palabra es más opaca y deslucida.
Jacinta. La planta de jacinto semeja una cebolla que, entre hojas largas, estrechas, carnosas, echa una caña y en su punta se abre una espiga con seis o siete flores, apreciadas en la jardinería. Por lo general las flores son azules, pero algunas veces blancas o algo púrpuras. Es nombre femenino, como corresponde a la belleza de sus flores, pero el latín Hyacinthus se originó en el griego, como que así se llamaba un hermoso príncipe hijo de Ébalo al que Apolo transformó en flor. Su hipocorístico es Chinta. Hubo varios santos llamados Jacinto, y es célebre santa Jacinta Mariscotti, monja clarisa italiana del siglo XVII. Italiano Giacinta, inglés Hyacinth con el hipocorístico Sinty. En francés el nombre propio es Hyacinthe y la planta jacinthe.
Jazmín. La planta, de flor blanca y perfume delicado, proviene de la India, y su nombre nos ha llegado –a través del árabe –del persa jäsämin, que en latín tomó las formas jesminium y gelseminum (del que viene el italiano Gelsomino). Además de nombrar mujeres también ha sido usado por varones, como el vicepresidente Quijano. En inglés toma las formas Jasmine, Jessamyn, Jessamine y Yasmin.
Lilia. Del latín lilium, ”lirio”, símbolo de pureza. Hay nombres ingleses (Lily, Lilias, Lilla) y alemanes (Lili, Lilli) que no están relacionados con la flor del lirio sino que son hipocorísticos del nombre Elisabeth, Isabel.
Liliana. A pesar de que este nombre parezca referido a la flor del lirio, no es un nombre floral sino la hispanización del inglés Lilian, o Lillian, derivados de hipocorísticos de Elisabeth y de Cecilia.
Magnolia. Al sabio Linneo se le ocurrió dar a un árbol americano –y por lo tanto su flor lo ligó– el nombre de magnolia, que vaya a saber cómo llamarían los indios, bastante pobres al designar las especies botánicas. Lo hizo como homenaje a Pedro Magnol. Es un árbol grande, similar al nogal, de hojas perennes, y con flores hermosísimas, grandes, carnosas, blancas y muy perfumadas. Por la belleza de estas flores el nombre de la planta se incorporó a la nomenclatura onomástica femenina.
Margarita. El latín margarita significa “perla”, tomado del persa murvarid, “criatura de luz”, de donde ha derivado la idea de perla. Pero el nombre de la planta viene del sánscrito manjarit, “ramo de flores”, de donde procede el nombre de esta célebre flor de los enamorados dudosos. El siglo III hubo en Antioquía una mártir Margarita, patrona de las parturientas, el siglo XIII una santa penitente italiana, y la más célebre ha de ser santa Margarita de Alacoque, religiosa francesa que fundó el culto del Sagrado Corazón. Italiano Margherita, con los hipocorísticos Marga, Rita y Ghita; francés Marguerite, con la forma popular Margerie y el hipocorístico Margot; alemán Margarete, con los diminutivos Grete, Gretchen, Meta; inglés Margaret, Margery y Marjorie, con los hipocorísticos Maggie, Magde, Maisie, Meg, Mog, Peggy, Marge, Gritty, Meta, Mamie. El sueco tiene el diminutivo Greta.
Orquídea. Las plantas orquídeas, de flores tan bellas como para originar un nombre femenino, nacen de tubérculos, y su designación deriva del griego “testículo”, por la forma de estos tubérculos.
Rita. No es nombre de flor, pero merece entrar en la lista por ser diminutivo de Margarita. Santa Rita de Cascia, patrona de los imposibles, en realidad se llamaba Margarita.
Rosa. Es la flor del rosal, y ha pasado a ser nombre de mujer por las devociones a Santa Rosa de Viterbo (franciscana del siglo XIII) y a Santa Rosa de Lima (mística peruana –1596-1617– patrona de América y de la independencia a la que en otros tiempos aspirábamos los argentinos). La flor en sánscrito se llamaba vrad, que significa balancearse, por el suave movimiento que la brisa produce en el arbusto; pasó al persa como vrada, al latín como rosa que se mantiene sin alteraciones en provenzal, catalán e italiano, rosa, y se hace rose en francés. En los Hechos, cuando se narran las persecuciones que Herodes hizo a los primeros cristianos, en el capítulo XII versículo 13 se dice que “cuando llamó Pedro a la puerta del patio, salió a escuchar una muchacha llamada Rode”. Esta es la forma griega; debiera traducirse Rosa, que es como corresponde llamar a esa muchacha en nuestra lengua española.
Violeta. Diminutivo de Viola, de igual forma en latín, Viola, viene del griego que, además de nombrar el color y la flor también fue nombre propio de una ninfa en la forma Yone. Santa Viola o Santa Violeta fue una virgen italiana que el siglo II murió mártir en Verona.
Xóchitl. El náhuatl, lengua de los antiguos aztecas, tiene el sustantivo xóchitl, que significa flor y se empleaba como nombre propio femenino. Esta palabra –a veces un poco simplificada como xóchil –suele usarse hasta hoy en Méjico como nombre de mujer.
Ramírez de Velasco®

Comentarios

Entradas populares (últimos siete días)

RAÍCES Yo vi crecer a Santiago del Estero

Olaechea y Catamarca Bajo mi sombra se tejen historias, amores y memorias de un pueblo que me olvida y no me canta Cuando nacieron los santiagueños que hoy caminan por las calles de la ciudad o del entero mundo, yo ya era. De los 470 y pico de años que tiene la ciudad, al menos 122 estuve aquí, en el mismo lugar. Fui plantado con mis hermanos en lo que entonces era un brazo muerto del río, el 9 de agosto de 1903. Nadie me cantó, no se hicieron leyendas con mi vida: en una sociedad que ha ideado ficciones hasta para el cura que se acuesta con una feligresa o un compadre con una comadre, a mí no me han inventado nada. En cada ventolera que se arma voy perdiendo ramas. Apenas corre viento, los vecinos, que caminan bajo mi sombra, corren a sus casas. A pesar de mi aspecto soy quebradizo, quién lo diría, ¿no? Y no sirvo como leña para el asado, pues me quemo, papelito en el fogón. Pero nadie me quería por duro o fuerte, sino por mi sed: necesito de mucha agua para crecer. Con eso sequé el p...

ARCHIVO La firma perdida

Ilustración nomás Entre actas provinciales y papeles antiguos, un hombre descubre señales que lo vinculan con hechos improbables de otro tiempo (Cuento) Anselmo Díaz lo halló buscando otra cosa en lo que había sido el tallercito de su padre, en el fondo de la casa. Debajo de un cajón viejo que ocultaba un cuadro de bicicleta oxidado apareció un folio suelto, escrito en una caligrafía que repetía la suya. Detallaba con minucia una sesión de la Cámara de Diputados de la Provincia del 23 de octubre de 1897, el día en que sancionaron el Código Rural de la provincia, según consignaba. El problema era que el folio, de tamaño más grande que lo normal, estaba fechado en 1723 y anticipaba cada palabra dicha en aquella sesión, cada voto emitido. Hombre de rutinas bien marcadas, en ese momento Díaz intuyó que el tiempo no era una línea, sino tal vez un círculo, quizás un espiral. Copió el papel y ocultó el original en un viejo escritorio sin uso, después del traspatio de las pajareras. Luego busc...

HISTORIA De Jauretche a Homo Argentum

Arturo Jauretche Una misma paradoja: lo que se intenta acallar, censurar o ridiculizar termina creciendo, fortalecido por sus adversarios Esta crónica lo va a llevar de un lado al otro para explicarle algo simple: no siempre las cosas salen como uno quiere. Mejor dicho, a veces, al hablar mal de alguien, en vez de perjudicarlo, se beneficia. O, si quiere más sencillo: la crítica o represión, al final, terminan fortaleciendo lo que buscan debilitar. No se deje marear por el estilo “montaña rusa” del escrito y, a pesar de que es medio largo, sígalo, no lo va a defraudar. Después de la caída del régimen de Juan Domingo Perón, en 1955, Arturo Jauretche dijo: “Al peronismo lo desperonizó Perón y lo peronizaron los antiperonistas”. Qué quiso decir. En poco menos de diez años en el poder, el gobierno de Perón estaba desgastado por la crisis económica, pues cayeron los precios de las exportaciones agrarias, había inflación y escasez de divisas. Por otra parte, crecieron las tensiones sociales ...

ALBA El susurro de las palabras

Una mañana cualquiera comenzará todo de nuevo Cuando las máquinas callaron, la voz humana despertó, tejiendo diálogos que, como hilos de luz, devolvieron al mundo su latido primigenio y eterno Un día dejaron de funcionar. Nadie supo si fue por los alambres que se cortaron, quizás sucedió debido a que los depósitos, que estaban hasta el borde, empezaron a derramarse o simplemente porque el sistema se hizo tan inmenso que colapsó. Alguien dijo que había sido un bote cargado con gente hasta arriba, no aguantaba el agregado de un alfiler y de repente se sumó un gordo. Los besos y los abrazos que antes se mandaban escritos en el aire del día, los resúmenes de la cuenta del banco, los saludos de cumpleaños, los “te espero, vení urgente”, dejaron de tener sentido y hubo que decirlos de viva voz y cuerpo presente. Los viejos chirimbolos que habían sido los antecesores de las modernidades más estrafalarias, no se usaban más, existían solamente en unas pocas casas. Se habían muerto hasta las com...

CHONGO Del revolcadero al diccionario

Susana Giménez y Carlos Monzón Curioso origen de una palabra que viene adquiriendo significados cada vez más escabrosos desde que nació En un artículo de la revista Gente del 15 de julio de 1985, Moria Casán confesó: “Mi ´chongo´ secreto no es famoso, pero me hace feliz”. Esta nota no analizará la vida sexual o la capacidad amatoria de esa mujer, sino el origen de ´chongo´, el curioso vocablo que emplea para referirse al caballero que la satisfacía sexualmente en aquel tiempo. El Diccionario del Lunfardo de José Gobello define: “chongo: m. y f. Amante ocasional, pareja de relación pasajera o sin compromiso afectivo, generalmente asociada con encuentros sexuales esporádicos. Uso coloquial, frecuente en el habla porteña”. Usted seguramente la ha sentido en la televisión, en los programas que involucran sobre prostitutas y prostitutos de toda calaña y ralea. Olvídese de esa gente, y elévese para desentrañar el origen de una palabra que viene adquiriendo distintos significados en un recurr...