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Mostrando las entradas etiquetadas como Piecita

CUENTO La fábrica de Ana María

Bicho, imagen de archivo “Mucha gente ignora que un buen relato es la mejor garantía de que un hecho ha sido de verdad” Ana María los fabrica en la piecita del fondo de su casa, algunos con astas inmensas, la mayoría con un solo ojo, porque no tiene tiempo de hacerles dos, todos con más de dos brazos, dos piernas o con dedos impares. Su madre cree que se divierte, que estudia en el fondo. Por qué no se buscará novio o algo esta chica, siempre metida en esa pieza, estudiando y estudiando, piensa. No sabe que todos los días Ana María debe asear esa tropa que ha creado, darle de comer, hacerle ropa a medida, renegar para que no se pelee y —como si fuera una obligación —seguir creándolos, uno por uno, según van saliendo de sus manos. A veces uno se escapa y asusta a los vecinos. Son tan reales y verdaderos que ese mismo día los vecinos van a los diarios a dar cuenta de las apariciones. Ahora que hay teléfonos con cámaras, algunos valientes, temblando y todo les sacan una foto y la traen, p...

CUENTO Cara al sol

El himno de la Falange “La médica seguía viniendo de vez en cuando, sólo que ahora tenía el cabello moro como alpargata de pintor” A veces pasaban días y no lo veíamos, sabíamos que estaba porque a la madrugada venía a comer lo que le dejaba mi madre en un plato cubierto con un repasador, sobre la mesa de la cocina. Otras ocasiones alguno llegaba tarde de la farra, a la noche, y lo topaba saliendo de su piecita, en el fondo, recién despertado. Algunos vecinos lo veían llegar de vuelta, a la mañana tempranito, comentaban que tenía un aire antiguo, sería por la ropa que, según decía la tía Martita, era del tiempo de Perón, pero no cuando volvió de España sino cuando lo largaron de Martín García. Para los chicos no era extraño tener un tío viviendo en una piecita en el fondo de la casa, que siempre, pero siempre, siempre, estaba con la puerta cerrada. Cuando nacieron ya estaba instalado ahí. Si los compañeros de escuela o los vecinos le preguntaban por él, no sabían por qué tanta curiosid...