Bicho, imagen de archivo “Mucha gente ignora que un buen relato es la mejor garantía de que un hecho ha sido de verdad” Ana María los fabrica en la piecita del fondo de su casa, algunos con astas inmensas, la mayoría con un solo ojo, porque no tiene tiempo de hacerles dos, todos con más de dos brazos, dos piernas o con dedos impares. Su madre cree que se divierte, que estudia en el fondo. Por qué no se buscará novio o algo esta chica, siempre metida en esa pieza, estudiando y estudiando, piensa. No sabe que todos los días Ana María debe asear esa tropa que ha creado, darle de comer, hacerle ropa a medida, renegar para que no se pelee y —como si fuera una obligación —seguir creándolos, uno por uno, según van saliendo de sus manos. A veces uno se escapa y asusta a los vecinos. Son tan reales y verdaderos que ese mismo día los vecinos van a los diarios a dar cuenta de las apariciones. Ahora que hay teléfonos con cámaras, algunos valientes, temblando y todo les sacan una foto y la traen, p...
Cuaderno de notas de Santiago del Estero