Garry Kasparov contra la computadora |
Una herramienta de trabajo, al parecer como tantas otras, ha suscitado ideas contrapuestas que, si los lectores de este blog quieren, puede dar origen a interesantes debates
Cuando andaba en quinto año de la escuela secundaria, fueron de visita al curso unos ingenieros en computación y explicaron de qué se trataba su trabajo. Era el año 76 y, para dar un ejemplo de lo maravilloso de aquello que se venía, contaron que las computadoras de aquel tiempo ganaban siempre en un juego que era un poco más complicado que el tatetí.Alguien preguntó si era posible que jugaran al ajedrez. Dijeron que no. La primera movida que pueden hacer las piezas blancas tiene 20 posibilidades. Es decir, los ocho peones pueden moverse a dos posiciones cada uno y ambos caballos tienen dos movidas también cada uno. Mientras avanza el juego las posibilidades se van multiplicando. Pero aún así todavía hay que programarla para que den jaque mate, un concepto que para la gente común a veces es difícil de aprehender.Cuando volví a casa narré a mi padre aquella clase. Me contó que, en la Universidad Nacional de Tucumán, cuando estudiaba ingeniería, pongalé en el año 50, un profesor de física les demostraba, con números, la imposibilidad de que un cohete llegara a la luna y regresara. Menos de 20 años después, los hechos desmintieron a su profesor.Unos años después de aquella clase de los ingenieros en mi curso, las computadoras ya jugaban al ajedrez, y al cabo de otro tiempito más le ganaron al campeón del mundo, Garry Kasparov. Chau, otro mito se venía al suelo.
Hasta hace un tiempo, había discusiones que se zanjaban yendo a un diccionario, a una enciclopedia. Pero si alguien dudaba sobre la fecha de nacimiento de Diego Armando Maradona, iban a quedarse con eso nomás, porque no había dónde consultarlo. Luego vino internet, con Google y si usted le escribe “fecha de nacimiento de Diego Maradona”, al toque le responde “30 de octubre de 1960, Lanús”. Y se terminaron aquellas eternas discusiones con datos a ojo de buen cubero.
Bueno. Llegó la Inteligencia Artificial, un paso más allá, una vuelta de tuerca que, según algunos, representa en sí misma, un peligro para toda la humanidad. Capaz que sí, quién es uno para juzgar las opiniones de los que han estudiado. Por si no lo sabe, según ella misma informa, es “una rama de la informática que se centra en la creación de sistemas y algoritmos capaces de realizar tareas que normalmente requieren inteligencia humana, como el aprendizaje, la toma de decisiones, el razonamiento y la resolución de problemas”.
También dice que “actualmente no tiene la capacidad de crear algo completamente nuevo sin tener una base previa de datos o patrones. En cambio, los seres humanos tienen la capacidad de crear nuevas ideas y conceptos sin necesidad de un conocimiento previo”. Tampoco tiene emociones, no le es posible adaptarse a situaciones impredecibles y no tiene conciencia de sí misma. “Actualmente”, por supuesto.
Ayer publiqué en esta misma página, la nota “La Inteligencia Artificial y el quichua”. Le pedí una tesis de unas 700 palabras sobre las causas de la persistencia del quichua en Santiago del Estero. Respondió más rápido que inmediatamente escribiendo 700 palabras justitas. Si bien no estoy de acuerdo con muchos de sus postulados, sus conclusiones reúnen lo que se dice comúnmente en la red sobre el tema.
No copió y pegó datos de sitios de internet, como lo haría un (mal) alumno secundario o universitario, sino que escribió el informe con otras palabras, con redacción propia. Si alguien hiciera trampa al presentar una monografía, el engaño sería prácticamente indetectable, y no estoy dando ideas sino, simplemente marcado el hecho.
La única manera de hacer lo mismo hasta ahora, era contratar un escritor fantasma. Algo así hizo el directivo de un diario en la década del 80 para que el hijo ingresara en una importante universidad. Encargó a su editorialista que escribiera una tesis bajo los parámetros pedidos, la presentó, el chango entró a la universidad y le pagaron al periodista con el primer auto que tuvo en su vida. Todo ese trabajo ahora está a la mano de cualquier teléfono, a un clic de distancia, al instante, y gratis, por supuesto.
Entre lo que puede hacer la Inteligencia Artificial figura, también según ella, la automatización de tareas repetitivas y de baja complejidad, como la clasificación de correos electrónicos o la extracción de datos de documentos. Sus asistentes virtuales responden preguntas, realizan búsquedas y programan recordatorios: además, son capaces de analizar grandes conjuntos de datos para identificar patrones, tendencias y correlaciones que pueden ser utilizadas para mejorar los negocios y la toma de decisiones. Entre otros campos, en la agricultura están capacitadas para optimizar el rendimiento, ayudando a los agricultores a predecir el clima, identificar enfermedades de las plantas y optimizar los cultivos.
Y uf, lo que a usted se le ocurra.
¿Pueden reemplazar a la gente? Sí, y al parecer ya lo está haciendo: grandes empresas tecnológicas han prescindido de miles de empleados cuyos trabajos ahora son realizados por ella. ¿Quita trabajo a la gente? Sí, lo mismo que hicieron en su tiempo las cosechadoras, los tractores, los trenes, las escopetas, las computadoras. ¿Entonces es una herramienta maligna? No se puede culpar al martillo por acertarnos en el dedo, amigos.
¿Cuál es el miedo entonces? Ahora los cambios son muy rápidos, no dan tiempo a acomodarse cuando ya salió algo nuevo que dejó atrás los viejos paradigmas del trabajo. ¿En el futuro la Inteligencia Artificial podría tener emociones, enojarse con la humanidad y destruirla? Mire, si volviera al año 1976 y estuviera en el lugar de esos ingenieros en computación, le diría que es imposible que una máquina logre la complejidad de los sentimientos humanos. Pero, quién sabe, ¿no?, porque el hombre llegó a la luna y ningún súper gran maestro de ajedrez tiene posibilidades contra una computadora.
Me gustaría que, si usted tiene alguna idea sobre el asunto, la escriba abajo en los comentarios. Es más productivo hablar de esto que de las tristezas de la política, los chismes de los artistas o el último cuento de Pica Cáceres. Para mí, digo, no sé para usted.
©Juan Manuel Aragón
Chat GPT pudo haber escrito el artículo de hoy para Juan Manuel. Tranquilamente. De pronto lo hizo.....quien sabe. Ese es uno de los problemas de ese particular uso de la tecnología. Es obvio que tiene otros usos productivos. El problema de la tecnología no es ella misma, sino los usos que el hombre le dé. Como sugiere el artículo los cambios ahora se están dando con mucha mayor velocidad que antes, y eso tiene el problema del escaso tiempo de adaptación que impone en la sociedad. Se puede hacer mucho daño hasta que se evidencien los riesgos o hasta que se regulen ciertos aspectos de uso y aplicación. Hay un artículo muy interesante que plantea que el problema puede ser que "la sociedad todavía no esté preparada para esta tecnología", más que la tecnología pueda ser peligrosa en sí.
ResponderEliminarPor último, Chat GPT sí corta y pega algunos conceptos que encuentra. Es necesario que lo haga, aunque no literalmente, porque lo que arma lo saca de algún lado, no se lo inventa. Lo que pasa es que lo obtiene de bases de datos de varios idiomas y simultáneamente lo traduce al idioma del artículo, por eso es que si uno busca párrafos en google para ver de donde vienen, es difícil que aparezcan reproducidos textualmente
Que aburrido que sos Juan Manuel. La próxima habla de algo de la farándula.
ResponderEliminar