Un veneno fatal |
Los paisanos no toman vino con sandía ni comen lechón con cerveza, quien lo haga morirá envenenado como sucedió a varios
En el pago saben que el vino con sandía es mortal para el cristiano, lo mismo que el lechón con cerveza. Para las fiestas de fin de año se comprueba esa gran verdad en carne propia, no solamente merma un poco la venta de cerveza, porque quién más, quién menos, todos tienen un lechoncito cebado para comer sino porque vuelta a vuelta alguno se descuida, hace el desarreglo fatal y finalmente se muere. Así le pasó al finado Antonio Palma, que le decían Bandeja de Mozo, porque solo servía para el vaso. Un día lo hallaron muerto en su casa, en la mesa estaba la cáscara de una sandía que había comido entera y una botella de Toro hasta la mitad. Lo mismo pasó con otros, aunque no crea.Un año vino Jorgito, el sobrino de doña Atanasia, que siempre había vivido en la ciudad, a decir que eran macanas, cómo íbamos a andar creyendo en puras tonteras. Esa siesta, estábamos en lo de mi compadre Eudoro comiendo sandía con todos el chicaje y Jorgito repitió aquello. Eudoro se perdió dentro de la casa y de allá vino con una cajita de vino, sirvió en un vaso y le ofreció al chango:—A ver, tomá un poco.
La cara que puso el muchacho, viera. Dijo que no le gustaba el vino, inventó cualquier cosa para no hacer la prueba. Eudoro mojó un pedazo de sandía en el vino y lo comió delante de todos. La Audelina pegó el grito:
— ¡Se quiere suicidar este cristiano!, ¡traigan un médico que le haga una lavativa de estómago!
Viera cómo se reía Eudoro. Después explicó que hacía muchos veranos se había inmunizado: un día comía medio bocado de sandía y se mandaba un vaso de vino, al día siguiente un bocado de sandía y dos vasos de vino, al siguiente un bocado y medio de sandía y tres vasos de vino.
—Te ha dado resultado —le averiguó la Audelina.
—No sé, pero al último me agarraba unas machas tan grandes que no sé si hubiera preferido morirme de la borrachera o atragantado con sandía.
Después, con el tiempo, llegaron los celulares al pago, la posta sanitaria se convirtió en hospital, el boliche dejó de ser boliche y se hizo bar al paso, dejamos los sulkys, las zorras, los mulares, los burros. Ahora andamos en moto, en autos, en camionetas. Estamos informados de todo, igual que en la ciudad y al mismo tiempo, pero seguimos sin animarnos al vino con sandía y al chancho con cerveza.
No venga con eso de que los alemanes comen chancho y cerveza todos los días y no les hace mal, porque es por la costumbre, han comido de chicos, por eso no les hace nada.
Está comprobado científicamente que si usted coloca un pedazo de sandía dentro de un vaso de vino, va a ver que ahí nomás se pone dura, como una piedra, lo mismo le va a pasar en el estómago. Si es superstición o no, no le voy a decir, pero por las dudas no hacemos la mezcla. ¿Para qué andar tentando al Diablo, digamé? Será que la sandía tiene propiedades que la hacen sensible al alcohol, que la carne de cerdo, especialmente el lechón, se vuelve veneno cuando se mezcla con la cerveza, no sé y si le digo, le miento.
Después, con el tiempo, llegaron los celulares al pago, la posta sanitaria se convirtió en hospital, el boliche dejó de ser boliche y se hizo bar al paso, dejamos los sulkys, las zorras, los mulares, los burros. Ahora andamos en moto, en autos, en camionetas. Estamos informados de todo, igual que en la ciudad y al mismo tiempo, pero seguimos sin animarnos al vino con sandía y al chancho con cerveza.
No venga con eso de que los alemanes comen chancho y cerveza todos los días y no les hace mal, porque es por la costumbre, han comido de chicos, por eso no les hace nada.
Está comprobado científicamente que si usted coloca un pedazo de sandía dentro de un vaso de vino, va a ver que ahí nomás se pone dura, como una piedra, lo mismo le va a pasar en el estómago. Si es superstición o no, no le voy a decir, pero por las dudas no hacemos la mezcla. ¿Para qué andar tentando al Diablo, digamé? Será que la sandía tiene propiedades que la hacen sensible al alcohol, que la carne de cerdo, especialmente el lechón, se vuelve veneno cuando se mezcla con la cerveza, no sé y si le digo, le miento.
Para este tiempo, enero, digo, andamos tristes y decaídos como musulmán sin explosivos. Hemos tirado toda la plata en Navidad, Año Nuevo, los regalitos de Reyes y no queda un mango partido por la mitad. Con decirle que ni respiramos para no gastas energías, vivimos del viento, encerrados, mirando televisión, recordamos otros tiempos, sobrevivimos debajo del bobadal, como los sapos, aguaitando que llegue la lluvia para salir a tomar fresco.
Un sopor de siesta interminable azota el pago a toda hora, día tras día se oye el coyuyar triste que llega de los algarrobos y se queda hasta la madrugada, la hacienda baja al agua casi por obligación, caminando con desgano, como si no quisiera tomar nada, parece que los animales vacunos y los yeguarizos también se han gastado todo en las fiestas. Los chicos no corren, andan tristes, se divierten con nada, de tarde en tarde se juntan a jugar a la pelota y si no fuera por los penales que se arman después, ir a la cancha no tendría ninguna gracia.
En febrero el pago se moverá un poco más, los comerciantes volverán a la vida, las libretas de los almaceneros resucitarán después de una larga agonía, al tiempito llegará el carnaval y de alguna parte, no pregunte de dónde, los chicos sacarán plata para las bombitas y los no tan chicos para ir al baile. A la siesta atronarán los parlantes llamando al bochinche, a la diversión, a la cumbia y la guaracha. De madrugada pasarán las chicas con las caras pintadas y los changos siguiéndolas por detrás, alzados a toda hora como primer nieto.
En marzo, cuando comience el año en serio, habremos pasado el peligro de la última contracurva del año anterior y la primera recta del presente. Ya no habrá sandía por ninguna parte, así que nadie se tentará con un pedacito remojándolo en vino tinto. Los lechones desaparecen del horizonte de las mesas familiares, el guiso marcará su jugosa omnipresencia en las mesas familiares. Empezaá a refrescar alguito en las noches, como para respirar un poco, ¿ha visto? Algunos ya no sacarán el catre para dormir en el patio, como si les agarrara una manía de gente bien, que duerme adentro y toma el té levantando el dedo chiquito como la Mirtha Legrand.
Y volveremos a pensar qué va a ser de nosotros para fin de año, ¿estaremos todavía o ya seremos finados? Hay que cuidar la majada para seguir teniendo cabritos y fundamental, no olvidarse de comprar maíz para la chancha, así no se acaba la producción de los imprescidibles lechones findeañeros.
Las fiestas sin lechón, pueden ser Navidad, pueden ser fin de año, no le digo que no, pero no son fiestas, no son fiestas de verdad, como la gente.
En diciembre y enero del año que viene, en el pago se hablará de nuevo de las historias del vino con sandía, el lechón con cerveza. Así ha sido siempre y así seguirá siendo por los siglos de los siglos.
Si le digo otra cosa, le miento.
©Juan Manuel Aragón
En febrero el pago se moverá un poco más, los comerciantes volverán a la vida, las libretas de los almaceneros resucitarán después de una larga agonía, al tiempito llegará el carnaval y de alguna parte, no pregunte de dónde, los chicos sacarán plata para las bombitas y los no tan chicos para ir al baile. A la siesta atronarán los parlantes llamando al bochinche, a la diversión, a la cumbia y la guaracha. De madrugada pasarán las chicas con las caras pintadas y los changos siguiéndolas por detrás, alzados a toda hora como primer nieto.
En marzo, cuando comience el año en serio, habremos pasado el peligro de la última contracurva del año anterior y la primera recta del presente. Ya no habrá sandía por ninguna parte, así que nadie se tentará con un pedacito remojándolo en vino tinto. Los lechones desaparecen del horizonte de las mesas familiares, el guiso marcará su jugosa omnipresencia en las mesas familiares. Empezaá a refrescar alguito en las noches, como para respirar un poco, ¿ha visto? Algunos ya no sacarán el catre para dormir en el patio, como si les agarrara una manía de gente bien, que duerme adentro y toma el té levantando el dedo chiquito como la Mirtha Legrand.
Y volveremos a pensar qué va a ser de nosotros para fin de año, ¿estaremos todavía o ya seremos finados? Hay que cuidar la majada para seguir teniendo cabritos y fundamental, no olvidarse de comprar maíz para la chancha, así no se acaba la producción de los imprescidibles lechones findeañeros.
Las fiestas sin lechón, pueden ser Navidad, pueden ser fin de año, no le digo que no, pero no son fiestas, no son fiestas de verdad, como la gente.
En diciembre y enero del año que viene, en el pago se hablará de nuevo de las historias del vino con sandía, el lechón con cerveza. Así ha sido siempre y así seguirá siendo por los siglos de los siglos.
Si le digo otra cosa, le miento.
©Juan Manuel Aragón
A 16 de enero del 2024, en Rincón Grande. Cantando vidalas
Pilpinto Santos responde.
ResponderEliminarSea más serio mi amigo y deje de mentir que a los hombres no se les miente , se les miente a las mujeres pa voltealas únicamente y paremos de hablar.
Veo q ud sabe escribir pero de hembraje tiene un tres. A rendir se dijo.
Si Eudoro aún no ha muerto, va a morir algún día, y va a ser por culpa de la sandía con vino. Van a ver.
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