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| Norocha sudada |
De joven, muchas veces la besé en la boca con desesperación, sobre todo durante las tórridas tardes del verano santiagueño
Es morocha, flaca, con un cuerpo parejo que parece tallado a mano. La observo con deseo, sobre todo durante el caliente verano santiagueño, cuando llega toda sudada, con gotitas refulgentes corriéndole por la oscura piel. Ah, en esos días me demoro acariciándola de arriba abajo y alargo el momento en que será totalmente mía.Cuando era joven me gustaba besarla en la boca con desesperación. Pero uno se va volviendo viejo y prefiere ser más pausado, lento, haciendo durar el instante en que la poseerá, de tal suerte que podrían ser una sola alma.Las rubias son hermosas, lo mismo que las coloradas, pero —qué quiere que le diga— a mí me llevan el alma las morochas. Sobre todo, porque la superficie es muy parecida a lo que tienen en el interior: un alma negra que eleva el espíritu y hace vibrar el corazón.
En el invierno también tenemos nuestros días, no digo que no, pero el asunto se hace más lánguido, ¿ha visto?, con cierto desgano. Será que el frío del ambiente no la hace tan apetecible o que es más difícil repetir el clima perfecto para gozarla, como sucede en el tórrido verano.
Recuerdo haber tenido con ella una tarde perfecta en una parada que hice en La Aurora, camino a Pozo Hondo. Esa vez vino a mí desde el fondo de un boliche de mala muerte y, quizás por el contraste, la hallé maravillosa.
También nos amamos en el cerro de Calilegua, en Jujuy, una noche estrellada, al costado del serpenteante camino que lleva a Vallegrande. Me tumbé en un verde pastizal, después de todo un día sin verla, y la besé en la boca, larga y amorosamente. Estaba hermosa.
Entre todas, siempre me ha parecido la más fresca y natural, porque es capaz de resumir, en su misma esencia, el descanso del guerrero luego de un día de larga lucha.
La recuerdo brillando en los bailes de Pushi Llanos, allá lejos y hace tiempo, en el pago de la infancia, cuando empezamos nuestro idilio. Y aún hoy, después de más de cincuenta años, sigo rememorando ese día, cuando probé su amor por primera vez.
Fue mi única compañera cuando la amargura de la soledad se hizo carne en mi espíritu. Una noche, en aquella vieja casona de la calle Tucumán, tuvimos un largo encuentro del que salí —duro es confesarlo— herido y triste.
No dejo de admirarla, aunque sé que es la preferida de muchos más. Este verano, cuando el calor vuelva a apretar, volveré con más ganas que nunca a poseerla con todo mi corazón. Sus burbujas de cerveza negra me están esperando. Y no pienso escaparme.
Para mí, Quilmes, no hay otra.
Juan Manuel Aragón
A 30 de octubre del 2025, en Estación Simbolar. Mirando las estrellas.
Ramírez de Velasco®



Se la veía venir... La morocha de Salta también es muy buena.
ResponderEliminarSupongo que no hablaras de "Mí negrita de barrio, que en noches oscuras enciendes estrellas con sólo mirarlas", porque de ser así, me veré en la obligación de desafiante a un duelo en la Costanera Sur en la nueva playa pasando el puente Francisco Borges, un Domingo a las diez de la mañana, porque no me voy a andar levantando a la madrugada para inferirte una estocada del último adiós.
ResponderEliminarSe puede considerar al hombre como un animal de especie superior que produce filosofias y poemas aproximadamente como los gusanos de seda realizan capullos y las abejas sus colmenas..........................
ResponderEliminar" La hermosura que se acompaña con la honestidad es hermosa, y la que no, no es más que un buen parecer.
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ResponderEliminar"Algunos loros(aves) se creen humanos por el solo hecho de hablar,no esta mal,si considerando la teoria de estos loros,que algunos Homo Sapiens razonan como los loros y son mas animales que algunos animales"
Entonces éramos nosotros; no tú, no yo. Me quiérote, te gózame, me amándonos, decíamos...
ResponderEliminar¿A quién llevas ahora? Contigo entre las piernas ¿quién pega de alaridos y triza los espejos donde nos repetíamos bestiales y dulcísimos?
ResponderEliminarUn durazno, dijiste a mis espaldas, a la luz de la tarde, separando con suavidad mis carnes, descubriendo lo que ni yo conozco, mi zona más oscura, la que guarda esa caricia atroz, obscena y tuya que no olvido.......................
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EliminarUna vez dije allí no ¿recuerdas?, dije después donde quieras. Tú me observabas igual que un entomólogo, eras un médico lascivo examinando una muchacha muerta de amor: no hables, eres una muñeca, un cuerpo sin voluntad, y me tocabas probándome y fui un durazno de esos que se abren con la mano...........
Júralo: no has de volver a esa cama con nadie. Me has negado tu cuerpo, el que gustaba mirar impúdico y erecto viniendo a mí, el tuyo que era el mío. Concédeme esto entonces: anda a otro sitio a hacer tus porquerías................
EliminarEl tiempo ha pasado, ya no hay sino recuerdos y Amarilis qué puede sino juntar palabras. Ahora somos tú y yo, no existe más nosotros. Uno y uno, dos solos: yo y esa mierda que tú soy y yo añoras, desgraciado..............
EliminarDesmayarse, atreverse, estar furioso,
ResponderEliminaráspero, tierno, liberal, esquivo,
alentado, mortal, difunto, vivo,
leal, traidor, cobarde y animoso;
no hallar fuera del bien centro y reposo,
mostrarse alegre, triste, humilde, altivo,
enojado, valiente, fugitivo,
satisfecho, ofendido, receloso;
huir el rostro al claro desengaño,
beber veneno por licor süave,
olvidar el provecho, amar el daño;
creer que un cielo en un infierno cabe,
dar la vida y el alma a un desengaño;
esto es amor, quien lo probó lo sabe....................
Suelta mi manso, mayoral extraño,
ResponderEliminarPues otro tienes tú de igual decoro:
Suelta la prenda que en el alma adoro,
Perdida por tu bien y por mi daño.
Ponle su esquila de labrado estaño,
Y no le engañen tus collares de oro:
Toma en albricias este blanco toro,
Que a las primeras yerbas cumple un año.
Si pides señas, tiene el vellocino
Pardo, encrespado, y los ojuelos tiene
Como durmiendo en regalado sueño.
Si acaso piensas que no soy su dueño,
Alcino, suelta, y verásle si a mi choza viene;
Que aun tienen sal las manos de su dueño.
guau cuanta poesía
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