Ir al contenido principal

TRAYECTO El asunto es el camino, no llegar

Imagen a modo de ilustración

“Al ver tan cerca el final, olvidas todo, el compás de los movimientos, su forma casi perfecta, sus curvas”


Cuando es a una hora determinada y casi todos los días, cuesta empezar, por más que te guste muchísimo. Algunos se regodean con los aprestos, gustan de los preparativos más que del resto y aman todo lo que lo rodea más que el acto, por llamarlo de alguna manera, en sí mismo. Es una de las pocas actividades de una fácil complejidad, de esos que se aprenden fácilmente en la juventud, en la niñez.
Después de la pereza inicial, como todo lo que se hace con frecuencia, es cuestión de llevar los movimientos bien acompasados y concentrarse mentalmente en su número: “¡Uno!, ¡dos!, ¡uno!, ¡dos!”. Báh, es lo que te da resultado para no decaer, digámoslo así. Otros han contado que piensan en partidos de fútbol o se les da por cavilar sobre asuntos desagradables ¡justo en ese momento! A vos no te funciona así, pero entiendes los puntos de vista diversos, finalmente cada uno es cada uno y cada cual es cada cual.
Al principio siempre son movimientos acompasados y lentos, no queda otro remedio, porque empiezas queriendo regular tu energía. Para qué apurarse, ¿no te parece?, si el tiempo sobra es mejor que en el camino también dures lo que sea necesario. Además, como en casi todo, la gracia está en el recorrido más que en el destino. De todas maneras, no hay que desesperarse, al final siempre se llega. Báh, hablas por vos, siempre has llegado, aunque a veces costó mucho, no vaya a creer.
Después de la lentitud inicial, casi siempre aumentas el ritmo, como si la sangre se empezara a avivar, se hace más livianita, más chirle, más leve supones, porque no sabes nada de medicina. El corazón también bombea más rápidamente, te sientes en el aire, contento, alegre, y te dices, "mirá donde estoy finalmente". Quizás no te merezcas tanta felicidad. Y ahí entiendes por qué dicen que son efímeros instantes, momentos que se esperan, llegan, pasan, se van volando.
Entonces consigues un estado que, según has leído por ahí, le dicen meseta. Estás agitado, allá arriba, pero el camino sigue siendo llano. Entiéndase bien, en realidad no es una meseta real, sino una metáfora, como que podrías estar todo el día en ese sitio y tu corazón seguir palpitando con la misma intensidad. Casi que te crees un dios, un predestinado y das gracias al Cielo por seguir vivo y tener salud, hay otros a quienes los médicos prohibieron hacer lo mismo. Algo tan simple y lo consideran un desarreglo, de hecho, muchos más de los que se sabe murieron mientras lo hacían, al menos es lo que cuentan.
En ocasiones, cansado, casi exhausto, pero con ganas de seguir, por supuesto, te detienes del todo y te haces a un costado para contemplar lo que te rodea, y a ella también, por supuesto, con esas redondeadas formas y su arquitectura perfecta, que bien conoces y guardas en la memoria, como todos los hombres del mundo, supones.
Sabes que solo también llegarías, pero, sinceramente, no es lo mismo, de ninguna manera, aunque hay muchos que prefieren hacerlo sin ella, la ignoran desde siempre, eso que la conocen, la han probado. En fin, gustos son gustos.
Tampoco es que sea muy linda, es lo que es y no otra cosa. Se conserva siempre y en todo lugar en su ser esencial, en su estar siendo. Existe para vos y si no era tuya iba a ser de cualquier otro. Es la que te tocó, la que adquiriste o robaste, qué tanto. Y sí, a pesar de que muchos podrían hacer con ella lo mismo que vos, es de tu propiedad. Hace tantos años la posees, que la conoces a la perfección.
En un determinado momento sabes que vas a alcanzar la meta, todo lo que hiciste fue para eso, qué tanto. Fue muy lindo el periplo para llegar hasta ahí, pero, finalmente fue para eso, ¿no? Al ver tan cerca el final, olvidas todo, el compás de los movimientos, su forma casi perfecta, sus curvas, y te pones frenético. En ese instante tampoco te importa ella, quieres estar ahí como sea, a como dé lugar.  Rápido, amorcito, el  tiempo ahora sí apremia.  ¡Vamos!, un  esfuerzo más y llegas.
Al rato, cuando la respiración se haya normalizado y estés descansando, mirarás la carretera que debes hacer de vuelta. ¿Cuántos kilómetros pedaleaste hoy? Ojalá que no pinches en el camino de regreso, estás lejos de tu casa y sería una pena caminar todo el trayecto con la bicicleta al lado.
©Juan Manuel Aragón

Comentarios

Publicar un comentario

Entradas populares de este blog

AÑORALGIAS Santiago querido

La Secco Somera lista (a completar), de lo que hay todavía en la ciudad mágica habitada por los santiagueños, sus sueños y saudades Algunas cosas que antes sabía haber en Santiago y no hay más, se perdieron para siempre, consignadas en este sitio para que al menos quede su recuerdo. Esta lista la publiqué hace algunos años en Feibu y los amigos la completaron. 1 Helados “Kay”, más ricos no hay. 2 El auto Unión, (con motor de dos tiempos, como la Zanella). 3 Las heladeras Vol-Suar. 4 Las prohibidas del Renzi (¡Coca!, cuánto amor). 5 La bilz de Secco (la de ahora no es lo mismo, qué va a ser). 6 El Santa Ana, El Águila, empresa Robert, el Manso llegando desde el fondo del saladillo. 7 Cheto´s bar. 8 El peinado batido de las mujeres. 9 El jopo (ha vuelto, pero como mariconada). 10 La nueva ola y los nuevaoleros. 11 El Tuco Bono. 12 El departamento Matará. 13 Panchito Ovejero vendiendo billetes de lotería. 14 La Porota Alonso. 15 La Gorda de Anelli. 16 Tala Pozo. 17 Mi tata. 18 Panadería L

LEYENDA El remís con chofer sin cabeza

Imagen de Facebook de David Bukret Un misterioso auto circula por las calles de Santiago y La Banda: un caso que está dando que hablar en todos lados Un hombre detiene su motocicleta en el parque Aguirre, lleva una mujer atrás, son las 3 de la mañana. Se apean debajo de un eucalipto, justo cuando empiezan a besarse aparece un auto, un remís que los encandila y se queda parado, como esperando algo. Ella pega un grito: “¡Mi marido!”, suben de nuevo a la moto y se van. Antes de irse, el hombre observa que en el remís no hay nadie, parece vacío, pero ya ha acelerado, a toda velocidad y no se va a detener. Ha pasado varias veces, según cuentan los parroquianos en el café con nombre y apellido, en una historia que va pasando de mesa en mesa, repitiéndose todos los días con más detalles. Las mentas hablan de un remís que aparece de manera impensada, no solamente cuando detecta traiciones amorosas, sino que asustó a varios muchachos que andaban trabajando de noche en casas que no eran las suya

EVOCACIÓN El triste final de la Dama de Hierro

Mercedes Marina Aragonés El recuerdo para quien el autor de esta nota llama Dama de Hierro, algunas anécdotas y la apreciación sobre una personalidad controvertida Por Alfredo Peláez No fue el final que posiblemente soñó en sus años de poder y esplendor. Cuando el nombre Nina paralizaba hasta el más taimao. Se fue en silencio, casi en puntas de pie, como vivió sus últimos años. Muy pocos lloraron a Marina Mercedes Aragonés de Juárez, la dama que supo ser de hierro, en tiempos idos. Seguramente coqueteó en esos años con un funeral al estilo Evita, con su féretro en el salón principal de la Casa de Gobierno, o en el Teatro 25 de Mayo, y largas colas de santiagueños para darle el último adiós. Pero solo fueron sueños de diva. Nada de eso ocurrió. Los diarios santiagueños apenas se hicieron eco de su fallecimiento. Al fin y al cabo, más importante eran los 470 años del pago que ella intento domesticar a rienda corta y chicote. Quedarán miles de anécdotas que la tuvieron como protagonista.