Según estimaciones del ejército israeli, Hezbollah habría perdido en la guerra 3.500 terroristas y otros 7.000 estarían fuera de combate con heridas o discapacidades |
Muchos observadores no están de acuerdo con el alto el fuego entre Israel y El Líbano y no creen que se sostenga en el tiempo
Por Fernando Melnizky
El reciente alto el fuego entre Israel y El Líbano, mediado por actores internacionales, deja una amarga sensación de fragilidad y desconfianza. Aunque el acuerdo busca desescalar un conflicto que amenaza con expandirse, los acontecimientos recientes y las circunstancias de fondo dificultan que este pacto sea visto como una verdadera solución sostenible.En primer lugar, no se puede hablar de un alto el fuego sin recordar a los rehenes israelíes en manos de Hamás. Mientras la sociedad israelí clama por su liberación, la comunidad internacional parece limitarse a gestos simbólicos, sin garantizar compromisos firmes para su regreso. Es inaceptable que un acuerdo de cese de hostilidades ignore a estas víctimas, quienes representan un símbolo de la vulnerabilidad y el dolor de familias enteras que viven entre la angustia y la incertidumbre.Por otro lado, el papel de Hezbolá en la región ensombrece este acuerdo. Desde el inicio de las hostilidades, la organización ha violado sistemáticamente las líneas de demarcación y ha llevado adelante ataques contra el norte de Israel, desafiando tanto los acuerdos internacionales previos como las resoluciones del Consejo de Seguridad de la Organización de las Naciones Unidas. Este historial de agresiones pone en duda la viabilidad de un alto el fuego que no venga acompañado de garantías claras de cumplimiento. Hasta el momento, Hezbolá no ha mostrado indicios de moderar su retórica ni sus acciones, lo que augura un futuro lleno de tensiones.
Si bien los compromisos de alto el fuego pueden ser necesarios para evitar una escalada inmediata, este acuerdo parece ser más una medida temporal que una solución real. Sin la liberación de los rehenes y sin un mecanismo efectivo para controlar las violaciones sistemáticas de Hezbolá, Israel enfrenta una amenaza constante. En este contexto, confiar en el cumplimiento unilateral de un alto el fuego es, cuanto menos, un acto de ingenuidad.
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El pueblo israelí merece un acuerdo que no solo detenga las armas, sino que también aborde las raíces del conflicto y garantice la seguridad y la dignidad de sus ciudadanos. Hasta entonces, este acuerdo es poco más que una pausa incómoda en un conflicto que sigue sin resolverse.
Comunidades Plus y
Ramírez de Velasco®
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