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ANTIPOLÍTICA Del silencio de Carlos Juárez a los insultos de payaso

Javier Milei

La costumbre de agraviar a quienes no piensen igual que él, ha llevado demasiado lejos al Presidente y se le podría volver en contra

Alguna vez Carlos Arturo Juárez hizo una jugada magistral, entre tantas, por supuesto, pero esa fue muy visible. Se venía una elección de algo. Ante una polémica que se armó, dijo que discutiría con quien estuviera a su altura. Lo decía un gobernador que tenía, por supuesto, mucha solvencia intelectual para debatir con quien se pusiera adelante. Sólo una persona tomó el guante y salió a chocarlo, con una nota muy bien fundamentada, en el diario El Liberal. ¿Qué hizo Juárez? Lo que había prometido, no le discutió, chau.
Han pasado cerca de 40 años de aquello, y algunos amigos ni recuerdan qué elección fue, de qué se trataba y, por supuesto han olvidado (yo también), el nombre de aquel que quiso debatir. Lo redujo hasta dejarlo como alguien que no estaba a su altura. Quedó como una enseñanza que pocos políticos tomaron en cuenta: es mejor no discutir, no debatir, no reñir, no contender por imponer las ideas propias. A veces el silencio es la mejor respuesta, la más sensata, la que mejor cuadra a los intereses propios y de la sociedad.
Que el Presidente Javier Milei discuta en los mismos términos que lo hacen los niños entre sí, habla mal de él, por supuesto, pero habla peor de una sociedad que lo eligió sabiendo de antemano que obraba de esa manera. Oiga, el insulto que dedica a cualquiera que se le pone al frente: “Mandril”, es de una bajeza enorme, inimaginable en otros tiempos de la historia política de la Argentina. Entonces habilitaba a su destinatario a retar a duelo al ofensor, si el duelo hubiera sido una opción legal.
Que cada periodista que escribe una nota que no es complaciente con el gobierno sea tildado de “ensobrado”, pues supuestamente recibió dinero para criticarlo, es de una ignominiosa, inaudita e inexplicable infamia. Hace niñerías de chico maleducado cada vez más estúpidas, como negar el saludo al Jefe de Gobierno de Buenos Aires o a su propia Vicepresidente y después intenta justificar su acción con palabras que toma de la historia (“Roma no paga traidores”), como si cualquier excusa valiera para satisfacer su capricho.
La lógica de responder cada insulto que lance otro, tiene larga data en el periodismo argentino. Con la única diferencia que antiguamente la aplicaban vedettes, estrellitas en ascenso o ya consolidadas y prostitutas más o menos conocidas y baqueteadas de la farándula. Que haya llegado a la política, es una mala noticia, pues se ensucia con palabras soeces una actividad de la que muchos sospechan que no es limpia y pura.
Además, que el Presidente o sus ministros se enzarcen en discusiones con artistas y gente del cine, el teatro, la televisión, el circo, en una palabra, quiere decir que la política ha llegado a un barro en el que todo vale, como en las peleas callejeras, meterle al otro el dedo en el ojo, tirarle tierra a la cara, arañarlo con furia en el rostro. Muchas de las supuestas polémicas que sostiene quedarán en la historia como la anécdota de un pequeño payaso ilustre.
Es muy posible que uno de estos días, cuando el Presidente deje de serlo, deba esconderse y no salir a la calle, por miedo a ser visto por uno de los insultados. Si cambiara la percepción popular acerca de su gobierno, la furia que se volverá en su contra será pareja a la que suscitó con sus graves injurias, insultos y agravios. No se trata solamente de que su poder es inmensamente más grande que el de los ofendidos sino también que no se le paga para eso, mejor dicho, está implícito que su sueldo debe servir para la pacificación de sus conciudadanos y no para exacerbar odios y resentimientos con palabras soeces más propias de lupanares infectos que de la alta investidura de un Presidente de la Nación.
Más allá de su política, de la cual se podría hablar en otra oportunidad, a muchos argentinos les gustaría que el Presidente fuera “normal”, es decir, alguien de quien no haya que temer ultrajes, ofensas o humillaciones, solamente por haber osado decir que se pensaba distinto.
Cuando cambia la dirección del viento de las preferencias populares, lo que antes volaba para allá, suele volver con violencia inaudita para el otro lado. Muchos argentinos han llevado su patria lejos y es posible —aunque no deseable, por supuesto —que ese odio que sembró desde que comenzó a aparecer públicamente, se vuelva en su contra de manera físicamente violenta. No habrá lugar en el mundo por el que podrá caminar tranquilo. El dicho popular expresa que quien siembra vientos cosecha tempestades. Sería bueno avisarle para que nunca camine sin piloto, paraguas y galochas.
El rencor suele madurar en una larga paciencia.
Y aguarda.
Juan Manuel Aragón
A 29 de mayo del 2025, en La Abrita. Esperando el sulky.
Ramírez de Velasco®

Comentarios

  1. Pienso que la sociedad argentina va a tener que asumir alguna vez que lo que consigue para dirigencia es lo que tiene, es lo que la sociedad produce, y es lo que la sociedad fomenta.
    He visto candidatos que han surgido a nivel nacional y en Santiago, a los que uno podría describir como formales, honestos, con una vida de valores éticos y morales, que no han sumado votos ni para ganar una elección de secretario suplente del club de bochas, y que han sido ninguneados por la gente sistemáticamente.
    Es la sociedad, acostumbrada culturalmente a someterse y depender de líderes fuertes (caudillos), la que favorece el surgimiento por selección natural de gobernantes narcisistas, de accionar maquiavélico (en el verdadero sentido de lo que plantea el libro "El Príncipe").
    Y habrá notado el lector alerta que el narcisismo maquiavélico se manifiesta con diferentes matices, al punto que prácticamente todo el espectro de candidatos del pasado reciente, y de los que todavía están en danza, goza de los mismos desórdenes de personalidad, aunque su accionar parezca diferente.
    Resulta curiosa la comparación en el artículo, del actual presidente con un líder del pasado de similares características pero distinto modus operandi. Las diferencias no son tan grandes en realidad, y si uno se pone a pensar, con el presidente actual uno sabe lo que le toca, que no pasa de unos cuantos viciosos insultos y epítetos de muy mal gusto. Algo que avergüenza al ciudadano comùn, sin duda, que no es propio de un estadista unificador, y que no contribuye para nada a la armonìa social. Con aquel gobernador del pasado, en cambio, caer bajo la mira, o en su zona de radar, era quedar condenado al décimo nivel del infierno del Dante. Y si el infierno del Dante no tuvo décimo nivel es porque no conociò a nuestro ex gobernador. El propio artículo lo sugiere al destacar las diferencias con el presidente actual.
    En resumen, los líderes que elegimos son casi siempre lo que supimos conseguir, algo que lamentablemente no nos va a ayudar a vivir coronados de gloria, por el contrario, es lo que nos sigue condenando a morir sin gloria.

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  2. Cristian Ramón Verduc29 de mayo de 2025 a las 13:01

    Sí señor. Clarísimo.

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  3. PSICOPATAS(NO SON ENFERMOS MENTALES ,SON SANOS Y NO ENTRAN EN LA CLASIFICACION DE NINGUNA TIPOLOGIA PSIQUIATRICA,NO SON LOCOS,SON NORMALES,INTELIGENTES,NO TIENEN SENSACION DE CULPA E INSENSIBLES.


    El primer rasgo característico de los psicópatas es su incapacidad para sentir empatía. Los psicópatas son incapaces de amar, sentir compasión o comprender los sentimientos de otras personas. En su lugar, se centran en sus propias necesidades, su principal preocupación es satisfacer su propio interés. Harían cualquier cosa para conseguir lo que quieren, incluso herir a otras personas.

    El segundo rasgo característico de los psicópatas es su falta de autocontrol. Son incapaces de controlar sus impulsos y su comportamiento. Su egocentrismo les lleva a un comportamiento criminal. Son muy impulsivos y no pueden resistir la tentación de buscar una gratificación inmediata.

    El tercer rasgo característico de los psicópatas es su falta de culpa y remordimiento. No tienen sentimientos de culpa ni remordimientos y no les importan las consecuencias de sus actos. Incluso tienden a racionalizar su comportamiento, culpando a los demás de las consecuencias de sus propias acciones.

    El cuarto rasgo característico de los psicópatas es su egoísmo. Son incapaces de reconocer las necesidades de los demás. Su principal preocupación es satisfacer sus propias necesidades.

    El quinto rasgo característico de los psicópatas es su incapacidad para planificar el futuro. Viven para el momento.

    El sexto rasgo característico de los psicópatas es su superficialidad. Son incapaces de desarrollar vínculos emocionales con otras personas, por lo que son incapaces de comprenderlas y apreciarlas. Como consecuencia, son incapaces de desarrollar relaciones interpersonales estables.

    El séptimo rasgo característico de los psicópatas es su hostilidad. No son capaces de expresar su hostilidad de forma directa, sino que tienden a ser indirectos, manipuladores y solapados. Intentan conseguir lo que quieren sin asumir ninguna responsabilidad por ello.

    El octavo rasgo característico de los psicópatas es su capacidad de engaño. Son incapaces de reconocer los derechos de los demás, por lo que pueden mentir, engañar y manipular sin remordimientos.

    El noveno rasgo característico de los psicópatas es su irritabilidad y agresividad. Son incapaces de controlar sus impulsos, por lo que tienden a ser violentos.

    El décimo rasgo característico de los psicópatas es su comportamiento imprudente e irresponsable. No planifican su vida y no se toman en serio sus responsabilidades.

    El undécimo rasgo característico de los psicópatas es su falta de perspicacia. Son incapaces de comprender las consecuencias de su comportamiento, por lo que tienden a culpar a los demás de cualquier cosa que vaya mal.

    El duodécimo rasgo característico de los psicópatas es su tendencia al aburrimiento. Son incapaces de imaginar un futuro diferente al presente, por lo que tienden a ser impulsivos, buscando la gratificación inmediata.

    LES EXPONGO TRECE CRACTERISITICAS:

    El decimotercer rasgo característico de los psicópatas es su irritabilidad. Son incapaces de controlar sus impulsos, por lo que tienden a montar en cólera cuando no consiguen lo que quieren.

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    Respuestas
    1. ."Podemos sólo recordarles a los Acolitos Chupamedias del Carlos A Juarez que la ruina puede ser elegida,democráticamente."

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