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Mostrando las entradas etiquetadas como Sillón

FÚTBOL El verdadero hincha

Equipo del Fisco de Fátima, departamento Jiménez ¿Quiénes son hinchas de un club, los que hacen barra desde la casa mirando el televisor o los que van a la cancha? Abajo la respuesta Dicen los que entienden de fútbol que cualquiera es hincha de Independiente, Rácing, San Lorenzo, River Plata o Boca Juniors o de los otros clubes de Buenos Aires, de Santa Fe o Córdoba. Es una hinchada fácil, se limita a ver los partidos por la televisión, oírlos por la radio o enterarse cómo salieron al día siguiente, leyendo el diario o mirando el telefonito. Calculan que debe ser una sensación hermosa ser de clubes de otras partes del mundo, como el Barcelona de España o del que ahora juega Lionel Messi. Cada uno se tira en su sillón favorito, con unas papitas después del almuerzo o durante la cena y mira partidos en los que juegan los mejores del mundo o, en su defecto, los mejores de la Argentina. Esos entendidos sostienen que, si fueran vecinos de La Boca, Boedo o Núñez, es muy probable que hoy serí

LITERATURA El sillón de febrero, el grillo, el alba y los ceibos

Luis Landriscina “Uno del montón que escribe más o menos lo que se espera de él, ni muy muy ni tan tan” (Al Nene Pons). “En el sillón de febrero se está hamacando el verano”, dice Luis Landriscina en su poema “Por tantearlo, nada más” y uno se queda pensando en esos dos octosílabos. Capaz que ya se han hecho graves estudios para averiguar qué tenía en la cabeza el vate y cuentista chaqueño cuando escribió esos versos. Digamos lo mismo de Atahualpa Yupanqui al cantar “un grillo feliz llenaba su canto de azul y enero”. Decir eso es embramar con cuatro vueltas de lazo una metáfora y ponerle palabras sencillas, que entienden todos. Y viene la santiagueña (no bandeña), María Adela Agudo y al poema “Para tu voz” lo comienza con “Entre el alba y los ceibos amo tu voz interminable; resalada, resinosa, de elemental aroma”. Y parece que sus palabras se deslizan por la garganta, cascadas de letras diciendo lo indecible en unas pocas letras. Casi siempre cuando me dicen escritor, tengo miedo de