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FÚTBOL El verdadero hincha

Equipo del Fisco de Fátima, departamento Jiménez

¿Quiénes son hinchas de un club, los que hacen barra desde la casa mirando el televisor o los que van a la cancha? Abajo la respuesta


Dicen los que entienden de fútbol que cualquiera es hincha de Independiente, Rácing, San Lorenzo, River Plata o Boca Juniors o de los otros clubes de Buenos Aires, de Santa Fe o Córdoba. Es una hinchada fácil, se limita a ver los partidos por la televisión, oírlos por la radio o enterarse cómo salieron al día siguiente, leyendo el diario o mirando el telefonito. Calculan que debe ser una sensación hermosa ser de clubes de otras partes del mundo, como el Barcelona de España o del que ahora juega Lionel Messi. Cada uno se tira en su sillón favorito, con unas papitas después del almuerzo o durante la cena y mira partidos en los que juegan los mejores del mundo o, en su defecto, los mejores de la Argentina. Esos entendidos sostienen que, si fueran vecinos de La Boca, Boedo o Núñez, es muy probable que hoy serían hinchas de Boca Juniors, San Lorenzo o River Plate. Es muy factible que, a esta altura de la vida serían socos honorarios y no tendrían que pagar la cuota social. Recordarían partidos épicos, que salieron en los diarios de la Argentina y el mundo y se regodearían recordando los nombres de grandes jugadores, lo mismo que la mitad más uno de todos los hinchas del país o la mitad menos uno. Y el folklore que gira alrededor, las cargadas, las anécdotas falsas y verdaderas que circulan de boca en boca también serían parte de su propia historia.
Pero nacieron y se criaron en el barrio Congreso o en el 8 de Abril de Santiago, en el barrio Sarmiento o el Bajo de Vértiz de La Banda, entonces no les queda más remedio que ser de Central Córdoba, Mitre o Sarmiento de la vecina ciudad. Lo mismo que los hinchas de Buenos Aires, si usted no va todos los domingos o cuando puede a la cancha, le dirán que no es un verdadero simpatizante. Debe saberse, además del nombre de los jugadores de cada puesto, los de los dirigentes de la Comisión Directiva, a quienes habrá votado o no, pero conocerá, al menos por haberlos visto los domingos en alguna tribuna, alentando al club.
Es fácil, dicen, mirar por televisión los partidos de jugadores exquisitos, que hacen maravillas sobre el césped, gambetas, fantasías y lujos inimaginables, para una audiencia global que conoce sus nombres, dónde nacieron, por qué clubes pasaron, con qué modelos le metieron los cuernos a la esposa, en qué seleccionados nacionales revistan. Si además son tipos sencillos, de una sola mujer, que van de la casa al entrenamiento y del entrenamiento a la casa, como Messi, es fácil amarlos, idolatrarlos, tenerlos en un pedestal, intentar imitarlos, soñar con tener un hijo con sus habilidades.
Habría que ver a esos mismos hinchas molestándose hasta la cancha, haciendo la fila, pagando la entrada, sentado en una grada de cemento fría, mirando el partido quizás desde allá arriba, a 70 metros de distancia. Si pestañeó y se perdió el gol, se lo perdió nomás, no habrá repeticiones y, por el momento, deberá confiar en que el referí y los jueces de línea cobraron bien el orsai, porque, por estos pagos no hay sistema de vídeos para mirar de nuevo las jugadas. Los canales de televisión de Santiago, sin los medios de los de Buenos Aires, filman algunos partidos —no todos —con una sola cámara, por lo que las jugadas más calientes del partido es posible que no se vean bien desde su punto de vista.
Los jugadores son de lo más potable que se consigue en la provincia o en otras, pero eso es luego de que los grandes clubes pasaron el peine buscando los mejores y se los llevaron para, en algunos casos, mejorarlos y venderlos a un club más grande y si no andan bien, mandarlos de nuevo a la casa o, a lo sumo, enviarlos a préstamo a otros clubes más chicos. Son buenos jugadores, pero en muchos casos están de vuelta después de haber jugado por varios lugares de la Argentina y quizás en países limítrofes, y dan las hurras en Santiago, o recién empiezan y vienen de campo adentro o son figuras que pasaron por los equipos grandes sin mucha repercusión. “Si los comparas con los del Bayern Múnich, los de aquí no dan ni siquiera en la categoría de perros, pero aún así los tienes que alentar todos los domingos porque son los mejores que pudo comprar el club para defenderse y dar pelea. Habrá jornadas épicas en que te prenderás al alambrado para gritarle a los tuyos, enojado porque pensarás que fueron para atrás, sabiendo en el fondo de tu corazón, que dieron lo máximo que tenían para ofrecer, pero lamentablemente no alcanzó”, dice uno de esos hinchas que se las sabe todas. Muchas veces los jugadores que se reclutan en Santiago para clubes de otras provincias, tienen que volver porque no se acostumbraron a las exigencias de jugar en un club de los llamados grandes. Son muchachos jóvenes, extrañan a la madre, los amigos, el barrio, el mate cocido, la tortilla, el guiso, no entienden para qué tienen que entrenarse, algunos descubren recién cuando les hicieron una revisión médica más o menos completa que tienen chagas y deben volver a la casa con las ilusiones destrozadas.
Hay clubes que llevan muchas cargas sobre sus espaldas, deudas, problemas edilicios, falta de tribunas decentes, vestuarios que no merecen ese nombre, pero aun así tienen sus hinchas, sus seguidores, sus memoriosos, sus historiadores, gente que los sigue desde hace cincuenta años porque el padre o un tío lo llevaba de niño a la cancha. El hincha verdadero, el hincha de corazón es el que sigue todos los domingos al equipo de su barrio, el que en la semana va a ver los entrenamientos, conversa con el técnico, con algún directivo que anda por ahí, tiene la cuota al día, si su equipo juega bien aplaude, pero si juega mal no silba, lo sigue a otras provincias, soporta las cargadas de los lunes en el trabajo. Y sigue.
El otro, el que solamente ve fútbol europeo por la televisión, o solamente la Selección Argentina, es un gourmet, un exquisito, que nunca entenderá lo que es jugar en canchas mal niveladas, repletas de pozos, con el área chica sin césped y a veces con un arco aparte para tirar los penales y definir un partido, mientras se sigue jugando el reducido, el que grita a los jugadores con confianza, porque a veces son sus sobrinos, sus hermanos, sus cuñados, sus propios changos.
Hincha es el que grita en la cancha, se pone de pie para ver mejor una jugada, hace un “¡¡¡uuuhhh!!!”, cuando los otros erran un gol sobre la raya, el que se abraza con el de al lado, aunque no lo conozca y salta de alegría cuando los propios convierten, el que mira de reojo el palco de los dirigentes para tomarles el pulso de su fanatismo. No es hincha, y perdone que se lo diga así, el que enciende el televisor, tranquilamente sentado en su sillón, mirando la pantalla mientras la señora ve la novela en la habitación de al lado y los hijos juegan al Ludo o en su habitación o al ´pingpong´ en la galería de la finca de fin de semana. A ese lo lleva a una cancha y en la tribuna no sabe ni comer una mandarina pelada con la mano, pobre tipo. Jamás alentó a su equipo a alarido pelado, cuando iban perdiendo dos a uno, se jugaba tiempo de descuento y no había ninguna posibilidad de llegar al arco contrario, porque además el referí estaba vendido y no lo disimulaba. Iban los suyos y descontaban faltando treinta segundos, dejando los bofes —el alma, el corazón y el sudor —en la cancha. Hincha es el que esa noche vuelven a la casa eufórico de alegría porque su equipo rescató un punto contra esos pechos fríos, hijos de puta, que creían que se la iban a llevar de arriba, para peor, en su propia casa. Qué se han creído.
Los hinchas también miran los partidos de la Argentina, se entusiasmaron y gritaron los goles de Messi y Ángel Di María, como cualquiera. Pero si usted le pregunta a cualquiera, si pudiera elegir entre un triunfo de la Selección o el campeonato para su equipo, sin dudarlo responderá que quiere que ganen los suyos, por más humilde que sea, aunque sean todos pataduras y no tengan dónde caerse muertos. Porque, oiga, ¿usted qué quiere más, qué Messi vuelva a ser campeón o su hijo o su nieta se reciba de la secundaria, de médico o contador?
Bueno, en el fútbol lo mismo.
Juan Manuel Aragón
A 1 de abril del 2024, en la Roca. Tomando una ginebrita
©Ramírez de Velasco

Comentarios

  1. Muy real. Mi papá era de River, y cuando yo era chica, escuchaba el partido en la radio, muchas veces en la cama. Porque eran los domingos, y talvez a la siesta.

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