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Carnaval tiene la culpa |
Una celebración que se ha ido perdiendo, sin embargo, revive en la memoria de un viejo periodista al recordar detalles de aquello
Por Alfredo Peláez, “Fredy"
Para estos días los barrios de la ciudad eran un festival de agua. No había edad. Grandes y chicos a la hora de la siesta se armaban de tarros, baldes, bombitas (Bombucha, Toro las preferidas), talco, harina, barro, daba igual, el nunca bien ponderado pomo. La cuestión, era invadir las casas y si te pillaban acostado, lo mismo te mojaban. "Carnaval tiene la culpa" era el grito de guerra. Quedabas como una mascarita.
Había bailes. Siesta y noche. "Que nadie duerma la siesta, que Sarmiento está de fiesta", era la publicidad más famosa. Estudiantes. El Rancho de la Cambicha, Mitre, bailes y más bailes. A la noche la joda seguía y se mudaba a Red Star, Unión, el Parque de Grandes Espectáculos. Moreno, Comercio, Colon. El Liberal hacía su agosto en pleno verano. Páginas enteras de avisos.
Hasta nos disfrazábamos. En mi niñez recuerdo haber sido, gato, diablo, vaquero. Y en el campo ni te cuento. El Zanjón, Tintina, La Abrita, Forres, Fernández, en Árraga era el recreo "La Ruta", y en el Bobadal, el famoso y nunca bien ponderado carnaval en lo de Pushi Llanos.
En Santiago, si salías al centro, seguro que volvías empapado.
Vale recordar que el carnaval fue introducido por los españoles. Se trata de una celebración de origen cristiano, vinculada a los días previos a limpiar la carne, que desemboca en la prohibición de consumirla durante los cuarenta días que dura la cuaresma. Hace no mucho, en las provincias el carnaval era sinónimo de juegos con agua, disfraces y el tradicional corso, un desfile que reunía a las familias en torno a la calle principal de cada ciudad. Otro lugar que tomaba gran importancia, en esa época eran los clubes de los barrios, lugares en que grandes y chicos festejaban el carnaval de manera espontánea. En cada provincia tenía sus matices una de las celebraciones más populares en nuestro país.
En La Rioja y San Juan se realizaba la tradicional “Chaya” un juego para que grandes y chicos intercambiaran baldazos de agua y en algunos casos harina. La premisa era que “no valía enojarse”.
Los salteños hicieron famosos sus carnavales, celebrados en carpas, a fuerza de mostrarlos en zambas, en Santiago, las trincheras, en otras partes las pechadas de a caballo y en todos lados el agua, las risas, la alegría. Era un juego sexual también, cómo no, las mujeres mojaban a los hombres y los hombres a las mujeres. La pintura en la cara era quizás la única manera de acariciar el rostro de una mujer, y que no se enojara.
Un jolgorio que se repetía año a año.
Y terminaba hoy, martes de carnaval, último día de la fiesta, del jolgorio. Empezaba otro tiempo, el de la preparación para la Pascua de Resurrección. Lo cuentan Abel Mónico Saravia y Marcos Tames, en la famosa zamba La Cerrillana, cuando dicen: “Miércoles de Ceniza, // enharinados, nos vio pasar. // Olvidaste a tu tata // para seguirme, palomitay // y en ancas de mi zaino, // luego, a mi rancho fuimos a dar”.
Pero ya la Cuaresma estaba corriendo.
Ramírez de Velasco®
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