Navidades de antes y de ahora |
Un recuerdo emocionado para el tiempo que pasó, hasta los perros, ahora delicados, en ese tiempo tiraban cohetes
Alfredo Peláez, Fredi
Vuelvo el tiempo atrás. Muchos años. Me veo changuito y a mi viejo joven (murió a los 33 años), cargando las barras de hielo en el mercado por el Pasaje Castro y tirando las famosas baterías. Aquellas viejas Navidades en mi querido Santiago, a donde se iba a Misa de Gallo y después se comía. La larga mesa en el patio de la casa de mis abuelos en la Gorriti cerca de las vías por donde pasaba el tren que te llevaba a Clodomira. Había un apeadero, recuerdo.Los perros en esa época no eran delicados, ellos también tiraban cohetes. En esos tiempos no recuerdo haber comido pollos rellenos; pollos y lechones sí. Antes los infaltables sándwiches de miga que fabricaban mis tíos. Las bebidas en la pileta de lavar con hielo, aserrín y bolsas de arpillera. Vino, tinto o blanco, sidra y la infaltable bilz para los más chicos.Después de las 12, cuando la Nochebuena se transformaba en Navidad, todos a la vereda a saludar a los vecinos momento en que aprovechábamos para tomar los culitos de sidra que quedaban en las copas. Las estrellitas, las cañitas voladoras, los cohetes en cajita, las baterías y las poderosas bombas de mano o rompe portones. Cuanto más fuertes mejor.
Las Navidades de antes sin celulares, ni teléfono había. En mi familia teníamos doble celebración. El 25 de diciembre cumplía años mi viejo, el gallego "Pilo" Peláez. Falleció para Semana Santa y tenía 33 años, la edad de Cristo.
Hoy estamos a la puerta de una nueva Navidad. Ya no son necesarias las barras de hielo, ahora vienen en rolitos, hay heladera y freezer; no hay que transpirar corriendo a las gallinas para torcerles el pescuezo, hasta las pavitas vienen con un termómetro que te avisa cuando esta lista por comerla; los pollos te los venden rellenos, salados y agridulces. Todo cambia, para bien o para mal. No sé. A mis 72 abriles me interesa mandar las cartitas a Papá Noel a mis nietos y verlos divertirse. No soy partidario de las mesas opulentas porque pienso en los que no tienen un pedazo de pan.
Espero las 12 para brindar y después a dormir con el recuerdo de aquellas Navidades. Las de antes.
Ramírez de Velasco®
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